El retiro de Biden cambió el escenario político en EU. Un sector de opinadores había considerado que se tardó en replegarse, lo que hizo perder días significativos, mientras Trump seguía adelante en las encuestas, en la recaudación de fondos y más importante aún, dueño del entorno mediático. Antes de la renuncia de Biden el ganador hubiera sido Trump, no obstante, Kamala retiró los reflectores que lo iluminaban. Si las elecciones fueran hoy ella sería la ganadora.

Kamala desconcertó a los republicanos, los pilló sin estrategia, por lo que Trump optó por la vía fácil del insulto y la descalificación, además de introducir el componente racial. Según Trump, Kamala no es negra, sino india y jamaiquina que se hace pasar por afroamericana. Un poco el mundo al revés: si recordamos a Michael Jackson que hizo todo lo imaginable para no parecer negro, ahora Trump ataca a Harris por hacerse pasar por negra, para engañar a un segmento de electores.

La llegada de Walz, como integrante de la fórmula, dio otro impulso a la causa kamaliana. Walz es blanco, típico exponente de la clase media, algo gordo y pelón, con un historial intachable de cualidades personales, una persona “como tú y como yo”. Forma parte del ala progresista del Partido Demócrata, más cerca de la izquierda que del centro político. Ha estado —como Kamala— a favor de la legalización de la mariguana, del aborto, impulsó las comidas gratuitas para estudiantes de las escuelas públicas. A favor del control de las armas de fuego, a pesar de ser un entusiasta cazador al que la ultraconservadora National Rifle Association (NRA) le dio donaciones para sus campañas.

La elección de Walz es un acierto por sus atributos personales, por ser alguien normal, un ciudadano de a pie, que contrasta con Kamala Harris. La candidata presidencial forma parte de la élite, situada en las alturas políticas toda su carrera. Como vicepresidenta es la mujer que ha ocupado el más alto cargo en la historia política de Estados Unidos. Fue Abogada General de California, senadora por ese estado antes de ser vicepresidenta de Estados Unidos. Walz fue el entrenador del equipo escolar de futbol americano, integrante de las fuerzas armadas, pero a nivel de infantería, llegó apenas a sargento. Los republicanos lo presentan como un izquierdista de cuidado, casi un comunista, un político extremista. Si estuviera en México dirían que es un peligro. Hablando de México, Walz impulsó, como gobernador de Minnesota, la entrega de licencias de conducir a los inmigrantes, así fueran “ilegales” (indocumentados), lo que parece nimiedad, si bien las licencias de manejo en el Estados Unidos profundo son tanto o más importantes que los mismos pasaportes.

Es probable que la táctica demócrata abandone el ataque personal a Trump. Kamala deberá presentar la estrategia para combatir la inflación, es más importante que intercambiar ofensas y seguir hablando de Trump, plantear cómo se va a recomponer la economía. Mejor discutir cómo reducir los precios que estar pendiente de los procesos penales del contrincante. Harris deberá dejar de pensar como fiscal de justicia y más como candidata a la presidencia.

Hace algunos años, cuando visitó México, AMLO la recibió en Palacio Nacional con la expresión “presidente Kamala”, lo que entonces pareció gazapo. El tiempo (noventa días) dirá si el entonces presidente mexicano se equivocó o fue premonitorio. La campaña en Estados Unidos tiene un tinglado jamás imaginado: uno de los candidatos está formalmente declarado culpable por un jurado, frente a otra, que como fiscal, dedicó la mayor parte de su carrera profesional a perseguir delincuentes.

Profesor de la UNAM

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