¿Estás conforme con la situación económica del país?, ¿estás de acuerdo con el manejo de la seguridad?, ¿estás de acuerdo con el manejo de la pandemia? los mexicanos contestarían que no. Si se consultara aprobación sobre AMLO, 6 de cada diez dirían que sí. La aceptación popular de AMLO es un misterio.

Mientras 2020 fue el año del descenso de su fama, 2021 le permitió remontar dificultades: la derrota de Trump; la pandemia y la economía. AMLO inició 2021 con una aceptación de 60% promedio que contrasta con la volatilidad de 2020. Es un promedio alto, pues en enero de 2021, 60.4% de los empresarios lo reprobaron. El último dato (EL UNIVERSAL) es que 63% de los mexicanos aprueba su estilo de gobernar.

Los presidentes mexicanos han gozado de popularidad, pero también de mala reputación. ¿Hasta dónde fue la economía, la inflación o el crecimiento del PIB, lo determinante de popularidad? No es una ecuación sencilla: Miguel de la Madrid, presidente impopular, tuvo datos económicos en su contra: 91.11% del crecimiento promedio de inflación y apenas 0.30% de crecimiento promedio anual en su sexenio. Si estos parámetros fueran definitivos, Gustavo Díaz Ordaz estaría en un pedestal. La inflación en su gestión fue baja 2.60%, mientras que el crecimiento promedio anual del PIB fue un envidiable de 6.22, solamente que Tlatelolco lo liquidó.

Miguel Alemán, un presidente carismático, cuya popularidad derivaba de su cautivadora sonrisa, tuvo calificaciones económicas mediocres. La inflación sexenal fue de 9.76%, aun cuando el PIB creció 5.76%. El campeón del crecimiento económico fue López Portillo 6.48%, aunque la inflación, como el peso, se le fue de las manos 29.97%. Estas cifras no cuentan, la historia no olvidará la Colina del Perro.

La aprobación de AMLO no tiene conexión con la economía. Si la tuviera tendría que renunciar: en 2020 el PIB cayó a -9.8, cuando había prometido un crecimiento de 4%. En el segundo trimestre de 2019, iniciando su gestión se habían perdido un millón de empleos. Los únicos datos económicos que AMLO festina son el tipo de cambio, más o menos estable (en realidad debido a factores externos: el TMEC, el manejo del Covid-19 y la llegada de las vacunas).

Su aprobación y popularidad deriva de su estilo y manera de hacer política. Entre más irrita a sus opositores más voluntades incorpora a su favor. La mayoría de los mexicanos llevaba decenios esperando quien sabe qué milagro los salvara. AMLO ha sido el presidente anhelado en los últimos 18 años (Fox, Calderón y Peña Nieto). Modesto en sus hábitos personales, sin desplantes aristócratas, presente cada madrugada para hacer apología de ilusiones, AMLO terminará su gestión en largos cuatro años que todavía faltan, vendiendo sueños que la mayoría comparte.

México va al contrario del mundo y de la modernidad, pero eso no inquieta a la 4T. Ilusos quienes lo acompañan viven de ilusiones en esta incomprensible gestión de ocurrencias. AMLO es un populista, ni duda cabe, pero también un líder popular. Entre más tensa la relación entre quienes lo adoran y quienes lo odian mayor es la aceptación que genera entre quienes aspiran a la igualdad y justicia social. Además, se tiene que admitir, en los días que corren y desde hace muchos años, AMLO es el único líder en el país, el único visible políticamente.

La aprobación del presidente será un factor crucial para cuando lleguen las elecciones intermedias en junio. Estas elecciones serán un referéndum de su gestión. Todo indica que la preferencia de más de 60% se verá reflejada en los comicios del 6 de junio. Cualquiera que sea el resultado de las elecciones, nada indica que AMLO vaya a modificar los planes para transformar al país.

Investigador nacional en el SNI

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