Se dice que AMLO será el Echeverría del siglo XXI. Con las señales de regresar 50 años, es inevitable la comparación de los dos presidentes: populistas, socarrones, provocadores, muy controversiales. No obstante, las diferencias son más que las semejanzas. Para empezar Echeverría es un roble tanto que sigue entre nosotros, al tanto de lo que ocurre. No sorprendería que todavía mueva varios hilos. Si Echeverría es un roble a los 99 años, AMLO ha dado algunas muestras de precariedad en su salud.
Antes de ocupar la Presidencia fue internado de emergencia por cuestiones cardiacas. Recientemente estuvo fuera de la circulación debido al Covid-19. Ante su padecimiento algunos celebraron su malestar, otros con mayor sentido solidario lo lamentaron y votaron por su recuperación, aunque no necesariamente votarán por Morena en junio.
Recientemente, para quitar esa impresión, divulgó un video en que se le ve bateando pelotas de beis. Solo que después de macanear — como le gusta decir —al tomar el micrófono para hacer un comercial, se le vio fatigado. Un bateador sin aire, es como un chef sin estufa. Si acaso puede pegar una rolita al cuadro o si tiene suerte un “podrido” atrás de segunda.
Echeverría como AMLO se dicen de izquierda. Para Echeverría, como para López Mateos, se trata de una atinada izquierda, izquierda priista, cuando el PRI —ahora a la deriva— tenía ideología. Echeverría jamás comulgó con los comunistas, los persiguió sin tregua. AMLO por el contrario es un izquierdista de ocasión. Está en contra del aborto, practica supercherías, usa incienso y le hacen limpias, ajeno a la regulación de la marihuana, enemigo del movimiento feminista, contrario a los avances de la ciencia, reniega de las energías limpias, está enfrentado con los intelectuales y además vive en un Palacio.
Los dos son poderosos. Echeverría con mayor control, no enfrentó ninguna oposición de los otros poderes del Estado. Ahora AMLO enfrenta una barricada de jueces y una oposición social unánime respecto a la independencia judicial.
Con palabras airadas y acusadoras, sin expedientes judiciales integrados,los dos han ido en contra de sus antecesores. Echeverría rompió con Díaz Ordaz, pero el sistema se mantuvo incólume. AMLO trata de desmantelar el establishment con técnicas autoritarias del mismo pasado que paradójicamente quiere destruir.
Los dos tuvieron un enfrentamiento con grupos oligarcas: Echeverría en contra de los industriales de Monterrey (Eugenio Garza Sada) y los terratenientes de Sonora (expropiaciones agrarias). AMLO contra quienes tengan supuestos abolengo, clase social, modales refinados. Echeverría disfrutó a los intelectuales y estuvo ligado con algunos conspicuos como Carlos Fuentes. AMLO parece incómodo ante el talento artístico, literario, científico, filosófico.
Echeverría le regalaba máquinas de escribir a los intelectuales para que escribieran, AMLO los acosa por escribir. No hace click con quienes piensan, crean cultura y conocimiento. La ciencia le da escozor. No entiende a la intelectualidad. Cree que todos son intelectuales orgánicos y este gremio empieza a distanciarse de la 4T. (El reciente deslinde Gilberto Guevara Niebla es evidente).
Echeverría creía en el internacionalismo, tanto que propuso una Carta de Derechos y Deberes de los Estados que adoptó la Asamblea General de la ONU. AMLO dice que la ONU está de florero AMLO no tiene en el escenario nacional a ningún líder que le haga sombra, Echeverría tuvo a varios como Jesús Reyes Heroles y Guillermo Soberón.
Echeverría y AMLO se han caracterizado por anteponer a los intereses nacionales los de su grupo político. Arriba y Adelante y Primero los Pobres fueron lemas bien logrados en su momento, pero el mundo cambió. Las políticas que enarbolan deberían estar en el archivo nacional.
Investigador nacional en el SNI