Entre tantos brincos en suelo poco parejo, la visita del embajador Ken Salazar a la Cámara de Diputados generó desconcierto entre quienes se oponen a la contrarreforma eléctrica. Al mismo tiempo regocijo, encabezada por el mismo presidente. “Muy bien, Ken”, dijo López Obrador. Algunos titulares llegaron a extremos como anunciar que Estados Unidos apoyaba la reforma energética.

Semanas antes Jennifer Granholm, la secretaria de Energía viajó a la CDMX para hablar con el presidente. Comedida, su homóloga mexicana, Rocío Nahle, declaró a la prensa, después de la reunión, que EU no tenía problemas con el planteamiento mexicano sobre energía. El agandalle duró poco tiempo, pues la secretaria Granholm enmendó la interpretación de Nahle al expresar serias preocupaciones sobre el impacto negativo de las reformas en las inversiones privadas estadounidenses.

Los embajadores de EU son los más importantes por representar al país más poderoso. A México han mandado algunos tan nefastos como Henry Lane Wilson, responsable del golpe de Estado de Victoriano Huerta y presuntamente del asesinato de Madero y Pino Suárez. Contados los buenos, destaca Jeffrey Davidow. Ninguno reciente había generado tal desasosiego como Salazar al haber hecho creer, sin proponérselo, que la reforma energética de AMLO era algo conveniente.

Salazar presume como hispano, a partir de la creencia de que es una cortesía diplomática hablar el idioma del país de destino. Sin embargo, en los temas delicados lo mejor es hablar el propio idioma, a menos que se trate de políglotas. Resultó un problema de bad spanish, es decir lo que la misma frase significa en uno y en otro idioma. El embajador Salazar quiso decir que AMLO tenía derecho (he has the right), pero dijo que tenía razón (he was right) de presentar su iniciativa constitucional de reforma energética. El gazapo además de lingüístico fue político. Tanto que un funcionario de alto nivel tuvo que trasladarse a México para enmendar el desliz.

Como en el beis, después del error el hit. Siguió la visita del Secretario John Kerry, enviado especial del presidente Biden para asuntos de clima. Independientemente de las maneras diplomáticas para mostrar entendimientos mutuos o buenas voluntades, el destacado demócrata decidió evitar malinterpretaciones y declaró que vino a exponer las preocupaciones estadounidenses sobre la propuesta mexicana relacionada con la energía.

Se sabe que la reforma propuesta por AMLO para echar abajo la reforma eléctrica será el motivo de una batalla política de pronóstico reservado. Ocurre en un momento en que el presidente está en slump, va en un tobogán dando tumbos. Da la impresión de que su propuesta anticorrupción se derrumbó y le quedan pocas canicas para jugar. Se le está acabando la fuerza tanto que parece difícil coronar su proyecto energético.

En el improbable caso de que se apruebe la reforma constitucional, México iría en contra de lo acordado en el T-MEC para garantizar mercados abiertos, competitivos, con un trato igual para las partes sean domésticas o extranjeras.

Un dictador puede casi todo dentro de las fronteras en que opera, pero cuando pretende someter su capricho a los actores del escenario mundial, el precio a pagar puede ser enorme, tanto que haría palidecer los costos al país de otras ocurrencias: refinería, tren maya y aeropuerto militar por solo mencionar tres. En el tema energético AMLO no tiene razón, ni tiene derecho.

Profesor de la UNAM.
@DrMarioMelgarA

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