Me dijo un funcionario, en mi opinión el más aventajado política y académicamente de los integrantes de la 4T, que en México hay quienes no aceptan que el gobierno haga algo bien. Cierto. Signo de la polarización del país. A un año y meses de haber iniciado todavía no se ve el rumbo. Entre el desbarajuste que dejaron los que se fueron, el desajuste de un extraño gabinete mayoritariamente de improvisados, las crisis sanitaria y económica, el gobierno no tiene mucho que presumir. Con un país divido va el presidente a Washington a visitar a al presidente de otro país igualmente confrontado internamente.

La pregunta es si la visita es oportuna y acorde al interés nacional. ¿Será necesario correr los riesgos o serán razones desconocidas del archivo de Estado que obligan al presidente a desoír el clamor: académicos, expertos, internacionalistas, analistas, diplomáticos, políticos y parte de la sociedad que ven más inconvenientes?

En términos constitucionales el presidente dirige la política exterior, ni el Senado, ni la Cámara de Diputados pueden modificar esta facultad. Ir a ver a Trump, es al mismo tiempo su exclusiva responsabilidad y también su carga histórica.

Llama la atención la carta pública que envió el Embajador Emérito Bernardo Sepúlveda al Secretario de Relaciones advirtiéndole los riesgos de la visita oficial. Los embajadores eméritos reciben este reconocimiento que extiende el presidente de la República, según lo señala la Ley: “como culminación de una destacada y prolongada actuación de servicio al país en el ámbito de la política exterior. En ningún momento habrá más de cinco embajadores eméritos”. El mensaje debió ser atendido, por su contenido como por provenir de destacado jurista, diplomático y experto internacionalista. B.Sepúlveda ha formado a muchos cuadros de la diplomacia mexicana, actualmente en funciones que critican seriamente la decisión presidencial.

Tiene razón en casi todo el Embajador Sepúlveda en su carta. Creer que AMLO con su visita hará ganar a Trump es una ilusión nacionalista. No es AMLO, por más poderoso que sea en México, quien decidirá la política estadounidense. Los demócratas de ganar la presidencia (Biden) o la mayoría en el Senado no van a desquitarse (pasar la factura) con México por la visita. Tendrán otras cosas más importantes que hacer. Para empezar: recomponer social, económica y políticamente un país descompuesto y polarizado, igual que el nuestro.

En lo que acierta Sepúlveda es en la postura de dignidad que debe asumir el presidente en la conducción de la política exterior. Además de los principios contenidos en la Constitución (Art.89) existe una obligación no escrita en el texto legal, pero inscrita en el alma nacional como es defender la dignidad internacional de México. En una democracia efectiva la carta del Embajador Emérito debería tener una respuesta pública, como fue el carácter que le impuso.

De seguir el criterio de que el presidente debe acudir personalmente a dar las gracias por los gestos de solidaridad internacional, tendría igualmente que viajar a China, que también mandó equipo médico y a Cuba que envió médicos. No creo que esto le gustaría mucho a Trump. No obstante, con todo y carta del Embajador Sepúlveda, AMLO irá a Washington desafiando el sentir nacional y el agravio imperdonable, reiterado, histórico de Trump a México.

AMLO irá imprudentemente a Washington. La prudencia es una virtud consiste en actuar con cuidado, con cautela, con moderación, con previsión y reflexión. La prudencia evita posibles daños y dificultades inconvenientes.

El viaje de AMLO a Washington lleva a preguntar de qué tamaño es su debilidad ante Trump, o bien de qué tamaño es su fortaleza ante lo que los mexicanos de buena fe le dicen que debería hacer y no hace.



Investigador nacional en el SNI.
@DrMarioMelgarA

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