A pesar de AMLO, las elecciones abonaron la reconciliación nacional. El presidente propicia y disfruta la confrontación, es un presidente pendenciero. Imposible impulsar así los proyectos nacionales que resuelvan las deficiencias.
A pesar del presidente, las elecciones generaron esperanza. Nadie perdió, en tanto ganó la ciudadanía y la confianza en el INE. Las elecciones permiten ver con menor pesimismo 2024. Antes había dos sucesores de AMLO: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. Después de los comicios aparecieron nuevos nombres. Hasta neoliberales, proscritos, se mencionan hasta para reabrir Los Pinos. En política nada es para siempre.
El presidente, al ver desmoronarse a sus dos candidatos, lanzó otros, entre los que destaca, antes que nadie: Juan Ramón de la Fuente.
Se oyen además otros nombres del campo no oficial: Mauricio Kuri, si conforme al péndulo sexenal hubiera un giro a la derecha; Enrique de la Madrid, en campaña como Ricardo Anaya; Lorenzo Córdova, en su mejor momento; Enrique Alfaro, arropado por el Movimiento Ciudadano que trae dos estados: Jalisco y Nuevo León.
Llama la atención Margarita Zavala. Aparece en el escenario, como la única mujer, además de Sheinbaum. Se ve difícil que Alicia Bárcena, secretaria general de la CEPAL, pueda crecer para 2024.
Muy comentado José Ángel Gurría, hasta la aparición del rector de la UNAM. No hay en el gabinete de AMLO, ni en su equipo ampliado, un solo funcionario que compita con las prendas intelectuales, políticas y experiencia administrativa e internacional de Gurría y de la Fuente.
Sidney Weintraub, el mexicanólogo estadounidense, me comentó alguna vez que Gurría era el mexicano más inteligente que había conocido. Lo llevé a una larga reunión con José Francisco Ruiz Massieu, entonces gobernador de Guerrero, uno de los talentos políticos más sobresalientes hasta que su carrera fue cobardemente truncada. Ruiz Massieu le explicó que la democracia mexicana estaba en construcción. Era injusto pedirle a un país en vías de consolidación que se comportara como la secular democracia inglesa. Le pregunté después a Weintraub si seguía pensando que Gurría era el mexicano más inteligente. Socarrón, contestó: son inteligencias diferentes.
Después de su tarea en México, al más alto nivel en Hacienda y Relaciones Exteriores, Gurría fue secretario general de la OCDE. Su gestión propició el ingreso de países de desarrollo medio como Chile, Colombia, Israel, Costa Ricas, Eslovenia, Estonia. Acercó a China e India. Logró sentar a la OCDE en la mesa del G-7 y alcanzar el secretariado del G-20.
Se le etiqueta como conservador, olvidando los cambios internacionales que propició: género (2010), economía verde (2011), desigualdad (2012), reforma fiscal, PYMES, empleo (2013). Estos temas ocupan mayores espacios internacionales. No obstante, a Gurría le achacan su pasado neoliberal, priísta, zedillista y salinista.
Juan Ramón de la Fuente, apartidista, ha tenido una notable carrera en los ámbitos profesional, académico, político e internacional. Goza de gran prestigio debido a múltiples tareas, probablemente la más destacada sea el rescate de la UNAM. Impedir el abismo para la institución en días aciagos y convertirla en una de las mejores universidades del mundo.
La ventaja evidente es que De la Fuente conecta con la izquierda, la que no admitiría a Gurría. Además, a De la Fuente no se le han caído puentes, sino que los ha construido a lo largo de su carrera.
2024 a la vista.
Investigador nacional en el SNI