Cuando Andrés Manuel López Obrador le entregó el “bastón de mando” el 7 de septiembre pasado, como símbolo de la transferencia del poder, Claudia Sheinbaum apretó la sonrisa, clavó su mirada en los ojos del presidente y ambos sujetaron el bastón que representa la máxima autoridad de las culturas indígenas. Al grito de “sí se pudo”, la exjefa de Gobierno se giró hacia sus seguidores y volvió a apretar la sonrisa, quizá a sabiendas de la gran responsabilidad que significaba cargar con las decisiones del movimiento.

Poco menos de dos meses han transcurrido desde entonces y Sheinbaum ya sintió las primeras descargas eléctricas del “bastón de mando”; tanto poder suele quemar, sobre todo si este fue heredado y no construido personalmente. La primera decisión, y la más polémica, fue haber impulsado a su exsecretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, a competir por la candidatura de Morena en la Ciudad de México.

La decisión, aprobada y apoyada en principio por el presidente López Obrador, ha generado una crisis dentro de Morena, principalmente azuzada por quienes se hacen llamar los “puros” de la 4T, los cuales, como Sheinbuam, vienen de la mano de AMLO y han apoyado al movimiento desde sus inicios. En esta ala radical se encuentran el actual jefe de Gobierno de la CDMX, Martí Batres, la exalcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, y el vocero de la Presidencia, Jesús Ramírez, entre otros.

Son ellos quienes no quieren que García Harfuch sea el sucesor de Sheinbaum en la CDMX, a pesar de que es quien tiene la mayor probabilidad de garantizar que la capital se mantenga en manos de Morena, según todas las encuestas que se han hecho públicas. No lo quieren porque tiene buena relación con el centro y la derecha, y porque dejar en manos de un outsider el bastión político y económico más importante de la 4T significa que sus “liderazgos” se verían en peligro. Es decir que en el fondo, más que el puritanismo que pregonan, lo que no quieren es perder sus “cotos de poder”.

Hay otra razón por la que a los “puros” o “radicales” les aterra la posibilidad de que García Harfuch sea candidato y jefe de Gobierno: porque se convertiría, automáticamente, en un presidenciable hacia el 2030. En el hipotético caso de que Sheinbaum ganara la Presidencia en 2024 y su exsecretario de Seguridad la CDMX, no habría mejor fórmula para que fuera también su sucesor en el máximo cargo público del país. Quienes conocen el testamento político del presidente López Obrador, aseguran que el nombre de su hijo, Andrés Manuel López Beltrán “Andy”, está escrito en la página “Sucesión 2030”.

El problema para Claudia es que su sucesión en la capital se salió de control y solucionarlo podría costarle su legitimidad y algo más. Los “puros” le hicieron saber que aun con el bastón de mando, ellos tienen voz, voto e influencia para corregirle la plana, como lo han evidenciado con el impulso a la aspirante Clara Brugada. Sheinbaum sabe que eso es una afrenta directa que la golpea en su línea de flotación, sobre todo porque aún no es candidata presidencial y mucho menos presidenta. Sin embargo, López Obrador parece estar poniéndola a prueba, pese a que ya le entregó simbólicamente el poder de mando.

Sheinbaum está contra la pared: si cede a las presiones de los “radicales”, su liderazgo y legitimidad se verían gravemente afectados aun sin tener la candidatura presidencial; y si no, deberá navegar los siete largos meses que faltan para las elecciones con vientos encontrados, pues difícilmente los “puros” le perdonarían lo que consideran una “traición”.

Claudia puede hacer valer el “bastón de mando”, tomar su decisión y asumir los costos, si es que realmente el presidente López Obrador le cedió el mando. Si lo hace ganaría legitimidad no solo dentro de la 4T, sino en las clases medias que no tiene Morena, además de que se sacudirá la enorme sombra que hoy ejerce AMLO sobre su persona.

Si cede a las presiones y, por la cuota de género, decide apostar por Clara Brugada, podrá tener el apoyo de las bases morenistas, pero pondría en riesgo el triunfo en 2024, no solo de la Ciudad que gobernó, sino del Congreso federal y quizá hasta la Presidencia.

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La otra gran prueba de fuego para Claudia Sheinbaum es Chiapas. Junto con la polémica por la elección del candidato en la Ciudad de México, el estado sureño fue la otra razón por la cual en Morena decidieron aplazar para el 10 de noviembre la definición de las cinco candidatas y cuatro candidatos que competirán en las elecciones del 2024.

Resulta que Chiapas, el estado al que supuestamente irá a vivir López Obrador tras concluir su sexenio, está siendo un dolor de cabeza para la poseedora del “bastón de mando” y para Morena. Sheinbaum quiere que sea una mujer la candidata, y su apuesta es la senadora Sasil de León. Sin embargo, el morenista y ex militante del Partido Verde, Eduardo Ramírez Aguilar, ya les dejó saber que si él no es el candidato de Morena, se irá a la oposición.

El actual presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado asegura que es por mucho el mejor posicionado, luego de que se cayó la candidatura de Zoé Robledo, por lo que de irse a la oposición podría terminar ganando la elección, algo que no está en el panorama de Morena ni mucho menos en el de AMLO, quien no se imaginaría viviendo en su rancho “La Chingada” con el estado gobernado por el PAN-PRI-PRD.

El problema es el mismo que en la CDMX y en otros estados: la paridad de género, pues solo en Veracruz tienen decidida a su candidata, la exsecretaria de Energía, Rocío Nahle. En los otros ochos estados, Morena no tiene a la “candidata ganadora”, por lo que tendrá que hacer malabares para poner a sus perfiles más competitivos.

De no ser Sasil de León la candidata de Morena en Chiapas, Sheinbaum habrá perdido también esa decisión.

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El presidente López Obrador por fin anunció un plan de rescate para Acapulco, por 61 mil millones de pesos, el cual a todas luces va a quedar corto para las necesidades económicas de la reconstrucción. Ayer mismo la calificadora Fitch calculó en 16 mil millones de dólares (cerca de 290 mil millones de pesos) para volver a darle vida al puerto de Acapulco y a las zonas aledañas afectadas por el huracán Otis.

Si bien no se escatiman las medidas –propuestas en 20 puntos– para impulsar la reactivación de Acapulco, estas se quedarán cortas y, como expusimos ayer en este espacio, tendrán que ser los empresarios y las organizaciones filantrópicas las que corran con buena parte del costo de la reconstrucción.

Por lo pronto este miércoles el presidente López Obrador expuso en su conferencia matutina a los multimillonarios del país: a los hombres y mujeres con mayor riqueza, para que canalicen parte de sus recursos a los damnificados por Otis. En el primer lugar de la lista de Forbes aparece –como desde hace lustros, Carlos Slim Helú, quien por cierto ayer convocó a la cúpula empresarial a una reunión en el Museo Soumaya para echar a andar un plan de rescate.

Si bien no se fijó una cifra de apoyos, sí se acordó que las empresas donarán alimentos, agua y tinacos a la zona de desastre, además de que se reactivarán lo más pronto posible todos los comercios y se apoyará en la reconstrucción de escuelas y otras instalaciones públicas de primera importancia. Se calculó que este plan de rescate de Acapulco tomará hasta dos años.

@MarioMal

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