La renuncia de Gabriel García Hernández a la Coordinación de los Programas para el Desarrollo representará una reducción de por lo menos 15 mil millones de pesos en los recursos que la 4T destina anualmente a su maquinaria electoral, provenientes de las gestiones que el ahora senador de la República realizaba con los gobiernos estatales.
Sin embargo, en Palacio Nacional están dispuestos a cargar con ese costo a cambio de afinar la efectividad de los apoyos sociales, los cuales fallaron en el objetivo de retener el control absoluto de la Cámara de Diputados, y en desaparecer a una oposición que tuvo la fuerza para ganar posiciones en plazas estratégicas como la Ciudad de México, así como en algunas de las localidades más importantes del país.
Entre diversos funcionarios de gobiernos estatales se asegura que García Hernández condicionaba apoyos para programas sociales en las entidades a que las administraciones locales pudieran participar con una aportación de las mismas dimensiones; es decir, si el costo de un programa de recuperación de espacios deportivos era de mil millones de pesos, el gobierno federal aportaría la mitad, siempre y cuando los estados participaran con sus respectivos 500 millones de pesos.
La operación de los recursos conjuntos correspondería a los llamados Siervos de la Nación, y la promoción e imagen de los programas también era exclusiva de la Secretaría del Bienestar, siempre con eventos en los que destacaban los colores del Movimiento Regeneración Nacional y en los que la presencia de los funcionarios estatales era reducida prácticamente al mínimo.
Pero hasta la labor recaudatoria de Gabriel García, considerada útil cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador y Morena empujaban desde la oposición un cambio de gobierno, fue calificada como un fracaso ante los números que arrojó la elección del pasado 6 de junio, en la que el partido en el poder, a pesar de adjudicarse en las urnas 11 gubernaturas, perdió a nivel nacional más de 4 millones de votos.
El relevo anunciado esta misma semana en el gobierno de la CDMX, con el arribo de Martí Batres a la Secretaría de Gobierno de Claudia Sheinbaum , es un ejemplo de los cambios que el Presidente quiere hacer en su operación electoral. Las dudas que la jefa de Gobierno tenía para incorporar al aguerrido senador a su gabinete se disiparon tras una instrucción directa de Palacio Nacional, desde donde se tomaron ya las riendas de la estrategia para recuperar las alcaldías que se perdieron escandalosamente.
Para llegar a su nuevo puesto, Batres le vendió a López Obrador la experiencia adquirida en la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno del Distrito Federal de Marcelo Ebrard , pues pocos morenistas integrantes del círculo presidencial cercano pueden presumir que obtuvieron resultados en el manejo de programas sociales siendo gobierno, cuando a lo largo de los años la labor había consistido principalmente en mantener con vida un movimiento de resistencia, en el que no resultaban necesarias la rendición de cuentas ni las mediciones.
De ahí que también haya decidido colocar en la Coordinación de los Programas para el Desarrollo a un perfil que, le aseguran, tiene la solidez técnica para entregar los resultados que se requieren de una inversión anual calculada en 300 mil millones de pesos. Hablamos del exsecretario Técnico del Gabinete, Carlos Torres Rosas , quien tiene entre sus cartas de presentación la virtud de ser amigo personal de Andrés Manuel López Beltrán , mejor conocido como ‘Andy’.
Con este nuevo equipo de operadores, López Obrador espera potenciar los resultados de los recursos que se reparten a través de apoyos principalmente a productores, madres solteras, adultos mayores y jóvenes desempleados.
A la vez, manda un mensaje a sus funcionarios de que el activismo político, e incluso la capacidad para generar aportaciones, sólo serán bienvenidos si se traducen de manera palpable en votos.
mario.maldonado.padilla@gmail.com