Doha, Qatar .- La Selección Mexicana enseñó muy poco buen futbol en sus tres partidos de Mundial y ocurrió lo que tenía que ocurrir: que quedara eliminada de Qatar 2022 en la primera fase, con tres goles en contra y dos a favor que por momentos le permitieron fantasear con los octavos de final.
Pero la realidad les azotó en la cara a los jugadores y al director técnico, Gerardo Martino , quien con el partido ante Arabia Saudita cerró uno de los peores ciclos de la selección nacional. El martirio de Martino y una estructura que huele a podrido sepultaron los sueños de una afición mexicana que nunca dejó de apoyar.
El empate ante Polonia y la atajada del penal por parte de Guillermo Ochoa al delantero Robert Lewandowski subieron los ánimos de los más de 80 mil mexicanos que se desbordaron por todo Doha con el Cielito Lindo, las porras, los mariachis, los sombreros y el folclor mexicano que nos distingue y nos genera empatías con los extranjeros.
Tres días después, los argentinos nos bajaron de la nube y nos aterrizaron a la realidad: la de una Selección que no funciona; de pocas figuras; de un puñado de jugadores militando en equipos de media tabla de Europa y de otros peleados con el técnico y con la estructura de la Selección que prefieren quedarse en Estados Unidos ; de pocos jóvenes y canteranos de equipos de la Liga; y de un director técnico que solo convenció a quien tenía que hacerlo: a la Federación Mexicana de Futbol para terminar su “proceso”, cobrar sus decenas de millones y decirle adiós a México y a una afición que nunca se sintió contenta con él: la verdad sea dicha: el Tata Martino fue un martirio para México.
Las bajas probabilidades de calificar a octavos de final con las que llegó México al tercer partido frente a Arabia Saudita menguaron la efervescencia de los mexicanos en Qatar, pero no la apagaron. En las calles, en el metro y en el estadio miles de aficionados seguían cantando y contagiando a los más desganados. De apoyo y gritos la Selección nunca adolece, pero resulta frustrante cuando ese incansable amor por la camiseta de México no se ve retribuido con resultados.
El Lusail fue como la casa de México en Qatar. Con capacidad para 90 mil personas fue la sede de dos de los tres partidos de la Selección (contra Argentina y contra Arabia Saudita) y los aficionados mexicanos siempre estuvieron puntuales a la cita para impulsar al Tri. “Y ya lo ven, y ya lo ven, somos locales otra vez”, retumbó una y otra vez en el fastuoso estadio qatarí.
Este miércoles la ilusión se mantuvo. México arrancó bien el partido y generó múltiples ocasiones que no se concretaron. El grito de gol se quedaba atorado en la garganta de las decenas de miles de aficionados. Cero a cero terminó el primer tiempo y los aficionados comenzaban a desesperarse. Dos minutos transcurrieron de la segunda mitad cuando Henry Martin clavó el primero. Cinco minutos después Luis Chávez marcó un golazo, el que valió la entrada y le valió también ser el jugador del partido.
Argentina hacía su parte contra Polonia. A pesar de que su delantero estrella falló un penalti contra Polonia, logró meterle dos goles al equipo con el que México se jugaba el pase a octavos de final. Con ese marcador dos a cero, la Selección solo debía meter uno más. Los dos goles anulados hicieron soñar a todos los mexicanos en el estadio, mientras el tiempo pasaba y las oportunidades se iban acabando.
La esperanza de México murió al último, o casi al último minuto. En el 95 el saudí Al-Dawsari venció a Guillermo Ochoa y enterró para siempre las posibilidades de México.
La Selección acabó donde tenía que acabar: con el fracaso de un proceso que nunca funcionó, el de una Selección viciada de principio a fin, y un técnico que nunca emocionó ni dio resultados. Gerardo Martino se va de la Selección dejándola peor que nunca en los últimos 40 años.
Ojalá que el martirio de Martino y de una Selección mediocre no se convierta en una maldición.
Que sirva el fracaso en Qatar para sacudir a todo el establishment del fútbol mexicano.
Posdata
El futbol mexicano está en una profunda crisis y le urge cirugía mayor: una que le extirpe todo el cáncer de los malos directivos; los jugadores sobrepagados y sobreestimados; los comentaristas que se preocupan más por hacerle promoción a una marca telefónica que en analizar futbol y una afición incondicional que poco exige y se conforma con menos.
@MarioMal