Arturo Herrera
y Gabriel Yorio fueron alumnos de Carlos Urzúa en El Colegio de México. Ambos lo consideran –o consideraban– su maestro, no solo porque les dio clases, sino porque coincidían en buena medida con los postulados y las doctrinas del doctor en Economía por la Universidad de Wisconsin en Estados Unidos.
Urzúa fue su jefe de 2000 a 2003 en la Secretaría de Finanzas del entonces Distrito Federal, a la que renunció para regresar a la academia. Y, tras un fugaz mandato de Gustavo Ponce –un economista relacionado con las administraciones de Ernesto Zedillo y Carlos Salinas, quien fue acusado y enjuiciado por fraude genérico, enriquecimiento ilícito y peculado– Arturo Herrera se convirtió en el secretario de Finanzas de López Obrador.
Algo similar sucedió en el actual gobierno: Urzúa renunció al gobierno para regresar a su cubículo del Tecnológico de Monterrey y el presidente Andrés Manuel López Obrador nombró a Herrera como su relevo al frente de la Secretaría de Hacienda. Sin embargo, las discrepancias entre ambos afloraron desde que el primero dejó su cargo en el gabinete y comenzó a cuestionar la política económica de su pupilo, cuya mano derecha es Gabriel Yorio.
La crítica más reciente de Urzúa a sus pupilos –quienes, a diferencia de su maestro, pasaron casi una década en puestos relacionados con el Banco Mundial– es que el paquete económico 2021 que entregaron la semana pasada a la Cámara de Diputados “no tiene sustento alguno”.
En estas páginas de EL UNIVERSAL, el también fugaz secretario de Hacienda de la 4T –del 13 de diciembre de 2018 al 9 de julio de 2019– calificó las iniciativas gubernamentales contenidas en el paquete económico del próximo año son “poco realistas”.
Un fallo fundamental, considera Urzúa, nace de los pronósticos gubernamentales acerca de la contracción que sufrirá la economía mexicana al cierre de 2020 (-8%), así como del crecimiento que la economía tendrá en 2021 (4.6%).
“La subestimación de la caída (en 2020) hace que el pronóstico gubernamental de crecimiento para el siguiente año parezca una sobrestimación. Si la contracción fuera más pronunciada, sería más creíble ese rebote”, criticó Urzúa.
Entre otras cosas, el ex secretario de Hacienda ve sobreestimaciones en los ingresos por la exportación de petróleo como cuentas alegres, “pero no culpamos por ello a los sufridos funcionarios que arrastraron el lápiz día y noche para entregar a tiempo el paquete económico al Congreso. Ellos, simplemente, tenían que inflar los ingresos para poder justificar el presupuesto que ejercerá el año que entra el gobierno”, señaló Urzúa, y adelantó que el próximo lunes elaborará sobre “las incongruencias de ese presupuesto”.
La renuncia de Urzúa fue estridente, culpando al Presidente y a sus funcionarios de nepotismo y de incompetentes. Así lo reiteró en una entrevista posterior con el semanario Proceso, y también lo ha hecho patente en sus columnas de opinión. Un economista cercano a Urzúa me dijo que consideraba la actitud del exsecretario como poco elegante, por decir lo menos.
Lo cierto es que hoy Arturo Herrera y Gabriel Yorio son los encargados de las finanzas públicas del gobierno. Ambos tienen mucho de neoliberales porque trabajaron para el Banco Mundial, pero también hablan el lenguaje del Presidente: el de la política económica con enfoque social.
“El crecimiento (económico) tiene que ser incluyente, debe beneficiar a todos los grupos sociales y a todas las regiones del país”, me dijo Herrera el día siguiente de su designación.
Urzúa y Herrera apuntaban a ser el yin-yang de Hacienda: dos funcionarios con visiones complementarias para lograr el objetivo de encaminar la economía hacia un mayor crecimiento y una mejor distribución de la riqueza.
Urzúa, sin embargo, no soportó el hecho de que AMLO quisiera presentar el Plan Nacional de Desarrollo en términos ideológicos, en lugar de técnicos. “Era un manifiesto político”, decía.
Ahora, el dúo dinámico de Hacienda lo conforman Herrera y Yorio, quienes son de la edad y comparten ideologías y visiones económicas.
Así, frente a las airadas críticas de su mentor, tendrán que probar que sus políticas económicas fueron mejores que las obvias, es decir las contracíclicas, y que los cuestionamientos de Urzúa, desde su cómoda silla del Tec de Monterrey, no son del todo acertadas.
A ver cuál realidad se impone.
mario.maldonado.padilla@gmail.com