La mala suerte de Aeroméxico ha estado atada a su management e inversionistas principales, a la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia y al golpe de la pandemia, que terminó por rematarla. Los directivos de la otrora poderosa aerolínea son adversarios, por antonomasia, del gobierno de la 4T. Su presidente del Consejo es Javier Arriguanaga, exdirector del Fobaproa y pariente de Felipe Calderón, mientras que su director general es Andrés Conesa, sobrino del excandidato presidencial, Francisco Labastida. Esto explica por qué el gobierno no le dio un solo peso de apoyo y tuvieron que ir a Estados Unidos a declararse en quiebra para reestructurarse.
Además, el grupo de accionistas principales de la aerolínea está ligado a Banamex y sus exdueños, Roberto Hernández –quien se dijo “villano favorito” de López Obrador– y Alfredo Harp Helú. El actual presidente del Consejo de Administración de CitiBanamex, Valentín Diez Morodo, es uno de los accionistas principales. El multimillonario es decano, junto con Claudio X. González, del Consejo Mexicano de Negocios, y ha sido el encargado de traer a México a buena parte de las empresas españolas que operan en el país.
Otro de los accionistas principales, quien se convirtió en su mayor tenedor, es Eduardo Tricio Haro y su familia, dueños de Lala, quien en su momento, junto con otros empresarios del Consejo Mexicano de Negocios, intentaron bloquear la llegada de López Obrador a la Presidencia en 2018 mediante el financiamiento de una campaña sobre el populismo en América Latina. Otros accionistas mexicanos son Antonio Cosío Pando y Jorge Esteve. Delta compró 49% de las acciones de Aeroméxico en 2017, con la esperanza de recuperar su inversión con la puesta en marcha del aeropuerto de Texcoco, que terminó cancelando López Obrador.
En junio del año pasado, Aeroméxico se declaró en bancarrota en Estados Unidos tras meses de cancelación de rutas por la pandemia del Covid-19 y se acogió a la ley de quiebras para empezar negociaciones con sus acreedores y buscar un nuevo acuerdo con sus inversionistas.
El proceso de reestructuración ha tomado más tiempo de lo previsto y la semana pasada dio un vuelco extraño. Aeroméxico anunció que un tercero realizaría una Oferta Pública de Adquisición (OPA) de acciones, con lo que se ofrecería un centavo de peso por cada acción de la empresa en manos de tenedores minoritarios y principales, con excepción de Delta.
Desde finales de noviembre, los principales accionistas mexicanos de la aerolínea comenzaron a vender sus acciones a través de dos casas de bolsa, lo que se presume tuvo que ver con el uso de información privilegiada sobre el aviso de dilución de todos los tenedores, para poder salir de la reestructura.
Las acciones de Aeroméxico se desplomaron la semana pasada hasta 75% en un día, para luego ser suspendidas y, posteriormente, recortar sus pérdidas a rangos de 50%. Tocaron fondo a un peso con 16 centavos y ayer repuntaron a 1.8 pesos.
Aeroméxico recibió diversas inyecciones de capital de fondos como Apollo Global Management –que otorgó un financiamiento de mil millones de dólares–, con lo que será dueño de 22.38% del capital de la nueva empresa.
Delta, que también inyectará a Aeroméxico 285 millones de dólares, quedará con una participación de 20%, mientras que los inversionistas mexicanos (Eduardo Tricio, Valentín Diez, Antonio Cosío y Jorge Esteve), serán dueños de sólo 4.1% de la aerolínea. El 53% restante quedará en manos de nuevos inversionistas y acreedores reconocidos.
En medio de este embrollo, un acreedor de Aeroméxico anunció el lunes que se opone al plan de reestructuración, pues considera que beneficia injustamente a sus socios principales, Delta y Apollo. El acreedor puede vender sus títulos a los fondos buitre y estos, a su vez, hacerle la vida –y la reestructura– imposible a la otrora aerolínea mexicana… de la que sus inversionistas mexicanos se aventaron ya del paracaídas.
@MarioMal
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