Ahora que avanzan las campañas del proceso electoral 2021, o elecciones intermedias, escuchamos y vemos toda clase de mensajes, uno tras otro, como si fueran tortillas recién hechas, pero a las que les falta el contenido para convertirse en un buen taco o, por lo menos, un poco de sal para darle algo de sabor, lo que confirma que el sistema de partidos está en crisis.

En su lugar, oímos acusación tras acusación, que penosamente incitan a todo a los votantes, menos a ejercer el sufragio de manera responsable por alguno de los partidos, pues la nueva forma de presentar los spots, revuelve la cabeza de los votantes más jóvenes y el estómago de los más experimentados que conocen bien a los actores políticos y sus pecados, en un lenguaje desprovisto de memoria, vergüenza y honestidad a más no poder.

El hecho es que, a pesar de todos los intentos por ganarse al electorado, me temo que, ante la ausencia de propuestas y la actual polarización política y social que estamos viviendo, la gente va a votar más en función de su clase social y sus intereses inmediatos, qué de sus miedos y sus fobias, sin importar la alianza, el partido o color y, mucho menos, los mensajes políticos partidistas, llenos de odio algunos, o de división otros, ya que, en el fondo, estamos hablando de un enfrentamiento de clase, que por diferentes razones hemos llegado a él sin darnos cuenta.

Y si eso es así, entonces el triunfo será de la clase social más numerosa y que salga a votar este 6 de junio; así de real, así de irónico, así de triste: una elección de clase. Veamos por qué.

Primero, es falso que éstas sean unas elecciones históricas o las más importantes de la historia. Eso lo han difundido los voceros de la oposición PRI-PAN-PRD, para hacer creer al electorado que se trata de una última oportunidad para salvar la democracia, la cual -dicen- se encuentra en peligro de sucumbir ante los excesos del actual gobierno, con objeto de infundir miedo y, de paso, obtener más votos, especialmente de los indecisos. Lo raro es que también MORENA se ha contagiado con esa consigna, aunque creo lo hace por estrategia, pues al igual que la oposición, le conviene electoralmente.

En mi opinión, se trata simplemente de una elección intermedia, desde luego, la más numerosa en términos de padrón electoral -con más de 90 millones de electores-, y en la cual está en juego no sólo la mayoría en la cámara de diputados, principal objetivo de los partidos políticos, tanto en lo individual, como en el marco de las alianzas, sino un voto de premio o castigo al gobierno de AMLO, quien se ha metido de lleno a las boletas electorales.

Segundo, los ideales, los colores y las posturas tradicionales de los partidos políticos que los identificaba con sus votantes han sucumbido en aras de la unidad, especialmente en la oposición, donde claramente han sido sustituidos por un discurso confuso, entre odio, miedo y desesperación, que no atraerá -creo yo- más electorado que el de sus bases; y eso, considerando que éstas les hayan perdonado ya su alianza con los enemigos históricos y que su estrategia de candidaturas de unidad de verdad sea acertada, aunque las encuestas están diciendo lo contrario.

Asimismo, cabe resaltar el flaco favor que sus voceros hacen de esta rara mezcla ideológica y sin memoria histórica, a la que dicen hay que votar a pesar de todos sus pecados, no importa si se olvidan los principios y se denigra a la persona, pues al fin y al cabo el fin justifica los medios. Intelectualmente, es muy triste ver cómo los críticos del ayer se han convertido en los aliados de una oposición disfrazada del mañana, y destinada al fracaso, como lo anuncian también las encuestas.

Tercero, de igual manera, es mentira que no existan encuestas, como lo han querido ocultar algunos analistas, a fin de esconder las tendencias y no desanimar a su público, pues todas ellas dan de favorito a MORENA, por lo menos para refrendar su mayoría en la cámara de diputados. Incluso solo, ese partido obtendría un porcentaje mayor de los votos obtenidos en 2018, mientras que por la alianza que encabeza, subiría hasta un 57% de las preferencias. Por donde se vea, parecería que el partido gobernante se fortalecerá a nivel nacional y local en el próximo proceso electoral, lo cual no implica necesariamente que ganará todas las gubernaturas y/o congresos locales, pues ahí el voto tiene otra lógica.

Cuarto, sobre MORENA y sus aliados es importante subrayar que la alianza con el PT viene de años atrás, por lo que no hay remordimientos ideológicos; mientras que con el PVEM -guste o no- se trata de una apuesta de conveniencia que, si bien lastima a algunas conciencias -paradójicamente desde la oposición y críticos-, no se engaña a nadie, pues todo el mundo sabe lo que el verde es por dentro y por fuera. La diferencia es que la apuesta del partido gobernante no depende del apoyo de sus aliados, como sí pasa del otro lado.

Quinto, si bien la falta de contenido en esta elección recae directamente en los partidos políticos, la responsabilidad global es del Instituto Nacional Electoral (INE), que ha permitido semejantes niveles de vulgaridad, que denigran, devalúan e insultan a la democracia y, sobre todo, al proceso electoral, pues falla en sus dos propósitos fundamentales: “contribuir al desarrollo de la vida democrática” y “preservar el fortalecimiento del régimen de partidos políticos”. Al no hacerlo, el INE se vuelve parte del problema, pues ha dejado que el insulto y la denostación sean los ejes de las campañas.

Ante tal escenario, el elector, especialmente el indeciso, confundido, enojado y desesperado, no tendrá más opción que votar en función de su clase, es decir, de sus intereses inmediatos, pues es la única forma de defenderse de una agresiva, pero vacía campaña electoral. En tal sentido, tendrá que elegir entre una burda propuesta de volver al pasado como lo pide la oposición o mantener alguna esperanza de un proyecto en construcción que, mal que bien, le ha dado algunos beneficios directos, vía pensiones, becas, ayudas y empleo temporal y que, sobre todo, llama al voto contra un régimen al que nadie quiere volver. Ese es el punto.

Una elección de clase no es lo mejor para una democracia, mucho menos para la mexicana, pues sustituye ideales, propuestas y hasta colores por intereses de corto plazo, donde -en mi opinión- el partido gobernante tiene más que ofrecer en términos de un proyecto. No importa que el país quede aún más dividido o fraccionado, pues al fin y al cabo nos encontramos en una nueva lucha de clases, donde la principal consigna es por un México sin memoria. No es lo mejor, pero es lo que hay.

Politólogo y ex diplomático

Google News

TEMAS RELACIONADOS