De todos los Acapulcos posibles -el luna-mielero, el romántico, el de Hollywood, de los antros, del reventón, de la María bonita, del cine mexicano, el alegre y el de la violencia incluso-, yo me quedo con el Acapulco Tropical del maestro Walter Torres, que supo transmitir en todas sus canciones y ritmos el Acapulco de todos, al que recordamos siempre los de mi generación, los de atrás y los de adelante. El surgimiento de Acapulco marcó, sin duda alguna, la vocación turística de México en los años cuarenta del siglo XX, que hasta antes de la pandemia ocupaba el 3º lugar en el mundo como receptor de turistas, con poco más de 25 millones; una derrama económica de más de 22 mil millones de dólares; y casi el 10% del Producto Interno Bruto (PIB).
“Tus calles iluminadas, tus playas que lindas son,
en Caleta y la Quebrada no tienen comparación,
donde pase mis lunadas en compañía de un amor”.
Seguramente desde su etapa inicial -y luego de expansión-, el Acapulco viejo, el dorado y el diamante, nunca imaginaron enfrentar un fenómeno de tal magnitud, como fue el Huracán “Otis” de categoría 5, que en sólo 15 horas pasó de ser una amenaza (3 am) a un fenómeno de 2 o 3 de intensidad (3 pm) y, finalmente, un meteoro categoría 5 (6 pm), lo que dejó a la gente solo unas horas para prepararse a su entrada, por ahí de la media noche. La obligación de informar fue de los gobiernos estatal y federal, que así lo hicieron, pero también de los medios de comunicación, sin ambages, ni chantajes y, mucho menos, sin rapiña informativa, pues se trataba de una emergencia donde lo prioritario es la seguridad y vida de las personas.
“Cangrejito playero, que camina en la arena, va buscando a las nenas
que se bañan en la playa, con sus ojos parados, que parecen antenas”
Lo ocurrido en Acapulco el pasado 24 de octubre, tiene muchos significados, comenzando porque ni el puerto, ni ninguna otra ciudad costera de México, están preparados para un fenómeno de tales magnitudes; siguiendo, por la cultura de la desprevención que todos practicamos, con el lema “a mí no me va a pasar nada”; y subrayando el enfoque científico, que debiera prevalecer en todas las sociedades de hoy, cuyo reto principal es enfrentar y revertir con éxito los desequilibrios del medio ambiente y su amenaza fundamental que es el calentamiento global. Las altas temperaturas del mar hicieron que el fenómeno incrementara su intensidad y las rachas de viento hasta alcanzar los 270 km por hora. Ciencia mata palabrerías y politiquería.
“Ahora que me encuentro lejos de mi puerto tropical,
yo siento una gran nostalgia, me dan ganas de llorar,
mi lindo acapulco, no te puedo olvidar,
yo siento en el pecho el deseo de regresar”
De alguna manera, fallamos todos. Los gobiernos por no estar presentes y obligar a la prevención; los medios de comunicación, especialmente televisivos, por tomar la emergencia como tema para dirimir sus diferencias con AMLO y, lógicamente, dañar su imagen; los hoteleros -sector de mayor afectación- por no proteger sus propiedades, por lo menos ventanas y puertas con madera, como hacen los estadounidenses, lo cual hubiera evitado que el huracán, el pavor y el miedo entraran a los cuartos de huéspedes; y, desde luego, la gente, que no toma acciones preventivas, para luego provocar y participar en la rapiña que apena a propios y extraños, pues sale lo peor del ser humano.
“Yo quisiera ser el mar y que tu fueras la espuma,
para que no te apartaras como del cielo a la luna.
Sabes que te quiero con desesperación,
si dejo de ser sincero arráncame el corazón.
Si peco porque te quiero, arráncame el corazón”.
Afortunadamente, los daños fueron más materiales que de vidas humanas (47) si comparamos a “Otis” con otros meteoros como fue “Paulina” en 1997, ahí mismo en Acapulco o bien, “Katrina”, en EUA, en 2005, donde murieron 200 y 2000 personas respectivamente.
La conclusión -en mi opinión- es que no podemos seguir tomando decisiones políticas, sobre temas eminentemente técnicos o científicos. Si bien Acapulco fue construido en otros tiempos, los actuales reclaman sí su reconstrucción, pero más allá de eso, su resiliencia, es decir, la capacidad de salir fortalecido de esta tragedia, que estoy seguro así será, pero no para seguir igual, sino mejor, en términos estructurales, de ordenamiento, servicios, comercio, transporte, seguridad y, sobre todo, en materia de medio ambiente. Asimismo, la sociedad debe concientizarse de los riesgos que el desequilibrio ambiental trae consigo, que te va a alcanzar hasta en el baño de un cuarto de hotel, espero que con los calzones puestos.
“En la Roqueta pasamos la noche, sobre la arena y conchas del mar,
entre sus brazos me quedé dormido y al llegar el alba la volví a besar”.
No más hoteles sobre las playas; no más transporte contaminante; no más aeropuertos políticos; no más Metros que se caen; no más casas en zonas de riesgo; no más edificios por encima de la norma; no más extracción de tierra y agua para proyectos de grandes empresas; no más changarros en la vía pública; no más politiquería sobre la ciencia. El futuro nos ha alcanzado y debemos corregir teniendo a la ciencia como primer elemento a considerar.
Y esto lo digo también por lo que viene: dos mujeres científicas -una más que la otra- como candidatas presidenciales en 2024, donde el compromiso de ambas -desde ahora- debiera ser no más decisiones políticas sobre temas técnicos y científicos, como rasgo distintivo a los nuevos tiempos y a los nuevos retos.
Por cierto, tuve el gusto de conocer al maestro Walter Torres, el fundador del Acapulco Tropical en 2020, en un evento musical en Tlatelolco, pues cuando yo supe de ellos era muy chico para ir a bailar. Luego me ausenté de México por muchos años, así que nunca tuve el placer. Esa vez no sólo lo escuché, sino lo saludé y le pregunté cómo hacía para escribir sus canciones, tan alegres unas, tan tristes otras, con esa métrica, ese ritmo y ese sentimiento juntos. Él me dijo un poco sorprendido: “las canciones alegres las escribo en el día, cuando todo es felicidad. Las canciones románticas las hago de noche, inspirándome en la puesta del sol y luego en la presencia de la luna, las dos caras de Acapulco”.
Pocos meses después Walter moriría, seguramente sonriendo y bailando, y con la suerte de no ver el rostro oculto de Acapulco: la tragedia.
“Yo a las mujeres las quiero tal cual son, güeras, morenas, también las de color.
si alguna gringa me quiere conquistar, si está bonita no me hago del rogar
Walter, Walter te quieren conquistar, si es chaparrita no me hago del rogar
Walter, Walter, te quieren conquistar. Si está gordita no me hago del rogar.”
Politólogo y exdiplomático