Seguramente muchos mexicanos, e incluso mexicanas, se preguntarán qué está pasando en la política nacional que todos los partidos políticos o alianzas electorales han presentado únicamente mujeres como aspirantes a la presidencia en las elecciones de 2024.

¿Será que el mundo se va a acabar? -se preguntan muchos despistados-; ¿nos hemos vuelto locos, lucas -dirían por ahí con cierta gracia-; es que ya no hay hombres -aseveran algunos machos todavía-; son mejores las mujeres -indican ellas orgullosas-; o bien, es consecuencia de toda una tendencia mundial sobre el avance de las mujeres y la lucha por la igualdad de género, donde reclaman por igual su participación política en el cargo más importante del país.

Para ser honesto, me parece que todas las respuestas tienen algo de cierto, incluso aquella de que el mundo se va a acabar, por el modo de ebullición en que se encuentra hoy el planeta, luego de haber alterado -eso sí, hombres y mujeres- el equilibrio en el medio ambiente, que ha provocado el calentamiento global, donde moriremos todos y todas calcinados si no hacemos nada por remediarlo. Entonces, dirá desesperado el secretario general de la ONU que hay que dejar que las mujeres lo arreglen, a ver si son tan buenas, empezando por la activista sueca Greta Thunberg.

En cuanto a que nos hemos vuelto locos, lucas, creo más bien que nos estamos haciendo los locos para no ver ni reconocer la capacidad de las mujeres en todos los campos de la vida, donde sólo nos quedará como consuelo el hecho de haber formado parte de las últimas generaciones del patriarcado, viendo con nostalgia las películas de Infante y Negrete en nuestra tele en blanco y negro.

Sobre que ya no hay hombres, dirán Marcelo, Adán, Ricardo, Fernando, Manuel, Santiago y Enrique, “¿y nosotros qué somos?”. Infante les contestaría que son unos “chamacones”. Y si realmente las mujeres son mejores, vámonos buscando otra actividad, pues ni modo de usar falda y tacones para sobrevivir a esta contienda electoral.

Un poco más en serio, yo diría que esta coyuntura sí es parte de una tendencia, donde las mujeres han avanzado, sin duda alguna, hasta empoderarse y demostrar que son igual o más capaces que los hombres, especialmente a partir de este siglo XXI, donde los cambios y transformaciones también huelen a perfume de mujer. Por ello, el actual momento que vive México es importante, pues seguramente tendremos la primera mujer presidenta de la historia.

Pero toda esta tendencia y avances en México y otros países no tendría sentido si desde el poder no hubiera voluntad política y reconocimiento a dicho momento, pues con la mano en la cintura cualquier gobernante hombre podría optar por lo opuesto, es decir, ceder el poder a otro de su género y seguir con la tradición patriarcal.

En el caso de México, hemos visto cómo esa tendencia ha avanzado en lo que va del siglo, especialmente en el congreso, donde se ha logrado la paridad de género y, más recientemente, en el gabinete de AMLO, que logró dicho equilibrio desde 2018, con 8 mujeres y 8 hombres, siendo ahora mayoría las mujeres. Por ello, no resulta equivocado afirmar que AMLO ha promovido al máximo ese equilibrio de género y, aún más, ha sido congruente con esa tendencia, al alentar la participación de una mujer como aspirante a ocupar la presidencia de la república, en la figura de Claudia.

La derechiza dirá enfurecida que es y será su incondicional; y podrían tener razón, aunque dicho argumento también aplicaría para Xóchitl, pues no sólo sería su incondicional, sino una marioneta de la mafia en caso de que ganara. Lo realmente importante es que cualquiera de las dos será la primera mujer presidenta de México. Y eso será mérito de AMLO y Morena, por ser los primeros promotores de esta novedosa estrategia política -alentar a una mujer- desde julio de 2021, que ha obligado a otros a copiar la misma tónica, como única forma de competir en 2024.

Es tiempo de mujeres y AMLO lo leyó muy bien, por eso adelantó el proceso de selección a fin de dar tiempo a que la sociedad asimilara la propuesta y que Claudia llegara en su punto a este momento y no cruda y a la carrera como Xóchitl.

Mi consejo hacia Claudia, en caso de ser presidenta, sería no creerse que las mujeres lo pueden todo y que no requieren la presencia o la ayuda de los hombres, pues pudiera quedarse sola en el intento. Si bien, la lucha de género es un tema de mujeres, su avance ha dependido de la colaboración y apoyo del género masculino, como ahora lo hace AMLO. Lo peor que les puede pasar en este tiempo de mujeres es quedarse solas.

Recuerdo como ejemplo el de una conferencia en la OEA, hace algunos años, donde se abordaba precisamente el tema de género y el avance de las mujeres en el continente, donde todas las ponentes -emocionadas- se daban vuelo “hablando mal de los hombres” -como diría Oscar Chávez-, entre ellas dos representantes del congreso mexicano.

El primero en salir de la sala fue el propio secretario general de la OEA que, cansado de tanta ironía, anunció que se retiraba para atender otros asuntos, que aprovecharon sus asesores para huir detrás de él. Luego abandonaron el lugar algunos embajadores, cuyas caras reflejaban su desacuerdo. Incluso, hubo mujeres que tampoco aguantaron el embate de sus congéneres. Al final, la sala quedó casi vacía pues el evento se había convertido en un baño de mujeres. Estoico, aguanté ahí por respeto a las funcionarias mexicanas, a pesar de las señas que me hacían algunos colegas desde lejos, en el sentido de salir e irnos a almorzar.

Al término del encuentro, acompañe todavía a las legisladoras al patio central, donde esperaba ya un coctel, amenizado por un grupo musical. Ahí, reiteré los saludos del embajador y me despedí justo al momento en que se escuchaban las primeras notas musicales, al tiempo que las mujeres ya no discutían sobre el tema del encuentro, ni se veían a los ojos, sino hablaban de modas, joyas y shopping, mirándose con envidia recatada sus elegantes atuendos, sus caras joyas y sus zapatillas de marca, actitud que pronto acabaría con la sororidad de género. Satisfecho, volteé al cielo al oír una melodía guapachosa y dije entre mi: “a ver con quien van a bailar ahora señoras”.

Uno de mis colegas me preguntó al salir ¿por qué me había quedado hasta el final?; le contesté que, por institucional, primero, y para ver cómo se acababan entre ellas, segundo; “pues mi amigo -le dije- podrá ser tiempo de mujeres, pero el espacio -la otra dimensión de las cosas, según el creador del modelo matemático tiempo – espacio, Hermann Minkowsky- es de todos, donde ocurren todos los sucesos físicos del universo”.

Luego de unos minutos, mi colega me preguntó quién era Minkowsky, respondiéndole que fue el profesor de matemáticas de Einstein, creador luego de la teoría de la relatividad. Entonces -me dijo con cierta ternura varonil- “¿podemos estar tranquilos con las mujeres?”. “Así es mi amigo, nada de lo que hagan ellas escapará del espacio en que convivimos todos. Te aseguro que ahora mismo, ellas están bailando solas, como tías solteronas” -le dije con algo de ironía-.

Politólogo y exdiplomático

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