Casi en la última etapa del proceso de Morena para elegir al coordinador o coordinadora que dirigirá la cuarta transformación en los próximos años, es decir al candidato o candidata presidencial para las elecciones del 2024, la conclusión más que adelantada es que Claudia y Marcelo son los más fuertes (los macizos pues), Adán y Ricardo, los que a regañadientes entraron a la contienda y terminan con el ceño y la jeta fruncidas; y Noroña y Velasco, los de relleno, cuando el estómago no digiere más.

A esta misma hora que escribo, el presidente del partido, Mario Delgado, estará a punto de informar sobre el nombre de las empresas que llevarán a cabo las encuestas, mismas que definirán al ganador o ganadora, y que se harán públicas el próximo 6 de septiembre. Así mismo, sabemos ya que Marcelo ha reconocido indirectamente que perdió la batalla, por lo que se ha adelantado también a criticar el proceso, lo que abre toda serie de especulaciones.

Si entendemos bien, en este proceso adelantado -en otros países, conocido como “primarias” o “internas” de cada partido-, se trata fundamentalmente de competir sin pelear, a fin de evitar confrontaciones estériles antes de iniciar la etapa formal de la elección. Es decir, calentar y entrenar para la verdadera competencia. En ese sentido, cada uno de los aspirantes jugó su juego y entendió las reglas a su manera para delinear una estrategia, en busca de llegar a la última fase del proceso adelantado: las encuestas, de donde saldrá el vencedor o vencedora.

Veamos quien jugó mejor, según su estrategia, sus ventajas y desventajas y, fundamentalmente, su relación con AMLO, quien -quiérase o no- influirá en el resultado.

En el caso de Claudia, me parece que su estrategia fue la más compleja y difícil, ya que al tiempo que debía convencer como aspirante política, también debía hacerlo como mujer, en un escenario aún machista y sexista que poco a poco se va rompiendo, pero que todavía existe. A su favor, hay un fuerte movimiento que lucha por la igualdad de género, la no exclusión y el avance de las mujeres, donde la figura de Claudia logró captar la atención de todas: lo mismo mujeres profesionales, pasando por mujeres clasemedieras, hasta las mujeres más sencillas del pueblo. Es decir, mostró cierto imán de género, pero también de masculinos que hemos entendido que su probable candidatura representa un avance en la sociedad mexicana. Y ese es su mayor logro en esta etapa: haber roto el mito y ser considerada seriamente como futura candidata a la presidencia de la república.

Por eso su estrategia en estas semanas se ha enfocado en recorrer todo el país a fin de ser conocida y reconocida como mujer y como aspirante. Creo que en ambos casos lo hizo, sin hablar todavía de propuestas, planes de gobierno o promesas, pues eso vendrá después. La supuesta preferencia de AMLO hacia ella dejó de ser una condición y se convirtió en un plus, al igual que su cercanía con el partido, especialmente con la línea dura o pura.

En el caso de Marcelo, creo que aprovechó todos los espacios para sacar ventaja de sus recursos: elocuencia, personalidad y experiencia, pero equivocó la estrategia, donde predominaron las propuestas, las promesas y los compromisos, cuando nadie estaba mirándolo o esperando eso, más allá de sus seguidores, por lo que no le alcanzó siquiera para igualar a la puntera, mucho menos rebasarla, como era el objetivo. Eso sí, fortaleció su segundo lugar en las preferencias.

Sus antecedentes también actuaron en contra, pues muchos aún recuerdan su pasado priista y, más que eso, su cercanía con el grupo de los tecnócratas, que, en la visión de AMLO, son los culpables del desastre neoliberal. Si bien AMLO y Marcelo han trabajado juntos en muchas batallas, el hecho es que eso no le alcanza para ser amigo cercano del presidente, sino solo como funcionario efectivo, aunque no para confiarle el futuro del movimiento. El otro tema con Marcelo es que, como buen tecnócrata, su figura no llega al pueblo, por más que se esfuerce.

La gran pregunta es si Marcelo romperá con AMLO y Morena. Y mi respuesta es que sí, pues no tiene nada más qué perder. No lo veo en un eventual gabinete de Claudia, aunque sí en el de la oposición, en caso de ganar, lo que confirmaría todo lo dicho anteriormente, es decir, su cercanía con los tecnócratas. En el mejor de los casos, lo veo como candidato de Movimiento Ciudadano o, una vez pasado el coraje, en alguna embajada en el exterior, lo más lejana posible.

Sobre Adán y Ricardo, me parece que su entrada a la fuerza en la contienda, uno por instrucción de AMLO, otro por insistencia personal y amenazas de ruptura, hicieron de su estrategia un verdadero acertijo, donde ninguno de los dos se sintió cómodo. Adán tuvo que apoyarse en espectaculares para suplir su falta de objetivos y discurso, que nunca tuvo una idea central que llegara ni siquiera a las bases partidistas. Su único objetivo era cumplirle a su jefe y así lo hizo. No quiere ser presidente. Ricardo finalmente entendió que no debía romper con AMLO y MORENA, aunque muy tarde, cuando sus fintas, amagues y guiños de ojo con la oposición hicieron enojar al partido, del cual quedó realmente alejado, sino excluido. Ahora que ya se convenció que no le alcanza para ser candidato presidencial, buscará, como lo garantizan las cláusulas del acuerdo, alguna posición más en el probable gabinete de Claudia.

Sobre Noroña y Velasco, solo diría que su participación en el proceso es meramente simbólica y para darle vista a sus partidos, rojo y verde, tal cual salsas picantes para adornar un taco de surtida. No hubo estrategias, no hubo multitudes, ni propuestas; solamente el culto a la palabra de uno y a la imagen del otro, como sus mayores ventajas. Lo importante es que seguirán con la alianza ganadora, con todo lo que ello implica.

Como conclusión, yo diría que la que mejor aprovechó y entendió este proceso de “primarias” fue Claudia, pues logró ser conocida y reconocida en todo el país, tanto como candidata, como por su condición de mujer, donde -creo yo- fue aceptada y apoyada por el imaginario colectivo, logrando romper el tabú machista y sexista, por lo que se fortaleció como puntera.

Además, me parece que Claudia cumplió con el otro aspecto subjetivo del proceso, mismo que queda reflejado en el subconsciente de la gente, en el sentido de valorar al interior de cada uno, quien tiene más pinta de presidente o presidenta, es decir, imagen. Y esa también fue Claudia, que lo mismo puede ser elegante y formal, que informal y popular –no importa cuanta cosa le pongan en la cabeza-, por lo que desde ahora será una candidata para todos los gustos, excepto, claro está, para la derechiza.

Huelga decir que ganará la última etapa del proceso, es decir, las encuestas.

Otro de maciza para llevar…

Politólogo y exdiplomático

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