Ahora que enfrentamos una nueva cita con la historia, es decir, unas nuevas elecciones federales, encuentro que hoy más que nunca decidiremos qué camino seguir, si por las buenas o por las malas. Me explico. Como todo en la vida, especialmente la vida en México, todo tiene dos caminos o formas de hacer las cosas: una larga y con sacrificios; otra, corta y saltándose la ley, para llegar más rápido.

A lo largo de esa historia, especialmente los que provenimos del siglo XX, estamos acostumbrados a esa disyuntiva, que se presenta en cada momento de la vida: a la hora de pasarse un alto, de atravesar una calle a la mitad de la misma, de tirar basura, de estacionarnos en lugar prohibido, de estudiar una larga carrera de 20 años o ganar lo mismo o más vendiendo mercancías en la calle. Igual sucede con estas elecciones, donde elegiremos dos formas de hacer las cosas, por las buenas o por las malas, pues ese es el legado de un México en su eterno camino al desarrollo pleno, incluyendo el tema de la democracia.

Y por las buenas entiendo yo el camino más largo y con sacrificios que tiene uno qué hacer para alcanzar el objetivo, como fue el caso de las elecciones de 2018, cuando, por fin, se logró la verdadera alternancia en el poder y completar la ansiada transición democrática, no exenta de esfuerzos y sacrificios de la nueva mayoría, ante los embates de una alianza política (PRIAN) que añora los privilegios políticos y sociales de una élite perversa.

Afortunadamente, el cambio ha sido entendido por esa nueva mayoría, la cual se ha visto beneficiada por primera vez en su vida por una política social que apoya a los que menos tienen, dándoles una nueva oportunidad de vida, esto es, establecer un nuevo camino: por las buenas.

Y ahí está parte del resultado hasta ahora: 9 millones de personas han salido de la pobreza, de las cuales 5 lo han hecho con la ayuda de los programas sociales del gobierno de MORENA, al tiempo que se ha duplicado el salario mínimo, ese que despreciaron gobiernos priistas y panistas, porque su incremento implicaba un riesgo para la economía. Ambos hechos han quedado plasmados en la constitución, los que difícilmente podrían ser eliminados por otros gobiernos. La gente no lo permitiría.

A lo que voy es que, por primera vez, luego de la revolución de 1910 -y quizá hasta el último gobierno de Lázaro Cárdenas-, la sociedad mexicana ha encontrado una oportunidad de un nuevo proyecto de vida, no sólo por los programas sociales, sino por una economía estable, una moneda fuerte, un salario en crecimiento constante, unas remesas que fortalecen el consumo, una inversión extranjera inmensa y, sobre todo, un gobierno que ha vuelto a ser rector de la economía, como corresponde a un país como México, responsable de su destino y no esperando a que el mercado lo resuelva todo.

Sin duda alguna hay retos, como el de la seguridad, que no nos deja ser y amenaza paso a paso nuestro desarrollo y que deberá ser enfrentado eficazmente por el nuevo gobierno de Claudia, a fin de continuar consolidando ese camino: por las buenas.

Por las malas, ya conocemos la historia del PRI en el siglo XX, que construyó toda una cultura de la maldad, teniendo a la corrupción, el chantaje, el asesinato político y el fraude electoral como medios fundamentales para conservar el poder, que luego compartió con el PAN en este siglo XXI, a fin de alargar la vida de un sistema que yan no daba para más. Es ese PRIAN y el resto de la derechiza que busca recuperar hoy el poder a la mala, con una candidata de dudosa procedencia y reputación, sin proyecto, sin principios y sin propuestas que no sean los ataques, las calumnias y las mentiras, la guerra sucia, animada vergonzosamente por sus intelectuales y, seguramente, una estrategia nefasta para ensuciar el proceso electoral y los triunfos de sus contrarios.

Junto a ellos, el resto de la derechiza (medios de comunicación ad-hoc, intelectuales, periodistas, analistas y hasta parte de la iglesia católica) ha actuado todo lo mal que su alterada mente le dicta, para restablecer una élite donde, afortunadamente, nada le ha funcionado, pues el nuevo proyecto ha establecido una especie de protección ideológica a prueba de mentiras, calumnias, ataques, chantajes y guerras sucias llamada conciencia, que no se espanta más con los llamados al miedo. Por el contrario, ubica claramente a los difusores, quienes han quedado en evidencia social.

Y a pesar de que en estas elecciones se avanzará con firmeza en la consolidación del nuevo proyecto, por las buenas, aún quedan muchas batallas que ganar, especialmente aquellas que todavía afectan nuestro

ser y, especialmente, caminos por la mala incrustados como dagas en nuestro país que hay que desterrar en los próximos años, a saber:

Una violencia que no supo enfrentarse a tiempo por los gobiernos prianistas, y que se ha casi transformado en una forma de vida, a la mala, cuya curva se ha logrado parar por el gobierno de AMLO, aunque en la cresta más alta, misma que está disminuyendo al final del sexenio. Aunque todavía falta mucho más por hacer. Desterrar la violencia y a los violentos será la meta de Claudia.

Encontrar el equilibrio en los tres grandes escenarios de nuestras vidas: el ordenamiento social y urbano de México, donde el caos también se ha convertido en una forma de vida; la estabilidad económica, base del nuevo proyecto político y de los proyectos de vida de todo mexicano o mexicana; y el equilibrio en el medio ambiente, que nos obligue a cuidar los recursos para las próximas generaciones.

Consolidar los temas de educación, salud, cultura y deporte como derechos gratuitos a todos los mexicanos y obligación del estado para coadyuvar de desarrollo y superación de una sociedad educada, sana y crítica.

Construir una sociedad por las buenas ayudaría, por ejemplo, a que una final de futbol no la decida una jugada dudosa, un árbitro corrupto y un jugador mañoso, cuya primera reacción fue reírse por haber engañado a todos, además de los nefastos intereses de los grupos de interés en la televisión que aun dominan el deporte de las patadas y las patrañas.

Sigamos avanzando en la construcción de una nueva sociedad, por las buenas, es decir, votemos por ya sabes quién.

Mario Alberto Puga

Politólogo y exdiplomático.

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