Sin contratiempos se llevó a cabo la primera reunión bilateral -en modalidad virtual- entre el presidente López Obrador y su homólogo estadounidense, Joe Biden, el pasado 1 de marzo, lo que despeja todas las dudas, sombras y demás fantasmas acerca del futuro de la relación entre ambos países que, de esta manera, inician una nueva etapa, que ojalá sea fructífera para bien de sus gobiernos y sociedades. Como dije en un artículo anterior, la base de cualquier relación es el trabajo institucional, mismo que puede complementarse con una buena amistad entre los mandatarios. Y la sonrisa de Biden al escuchar a su contraparte mexicana referirse a su visita años atrás a la Basílica de Guadalupe y a la anécdota histórica sobre Porfirio Díaz, da pie a cierto optimismo sobre un rápido acercamiento y simpatía mutua.
Algunos señalarán que no fueron abordados los temas de seguridad, energía o el de las vacunas, sin embargo -si las formas no han cambiado en la diplomacia-, es importante aclarar que previo a una reunión de este tipo, los administradores de la relación intercambian y acuerdan los temas a tratar, donde -según el interés de cada país- salen unos y entran otros en la agenda tentativa hasta alcanzar el consenso en una agenda definitiva.
Es decir, seguramente EU pidió no tratar el tema de las vacunas a fin de no dar una respuesta negativa a México sobre su reciente solicitud de apoyo y donación de dicho medicamento, toda vez que aquel país acaba de confirmar que será en mayo y no en julio de este año cuando el gobierno de Biden cumpla con la promesa de garantizar las vacunas para toda su población adulta. Por el lado de México, el tema de seguridad pudiera ser incomodo en estos momentos, si consideramos que el caso del General Cienfuegos está muy en la mente de ambos gobiernos y, sobre todo, de las autoridades judiciales respectivas, pues si bien el tema se considera cerrado en México, EU mantiene ciertas reservas. Respecto del tema de energía, me parece que nunca estuvo en la mente de los presidentes ni de sus equipos, por lo que, por más que esté de moda en México, por aquello de la reciente aprobación de la Ley de la Industria Eléctrica, el tema no ha trascendido al ámbito bilateral, y quizá no lo haga nunca, pues, en estricto sentido, se trata de un asunto interno.
Lo anterior no significa que los temas de seguridad y vacunas no serán abordados en el futuro; más bien, tocará a los equipos el tratamiento al detalle hasta alcanzar un acuerdo -si es que existe interés- o bien, saldrán de la agenda por falta de consenso, como me temo pasará con el tema de las vacunas. En ese sentido -y para desgracia de algunos-, durante las reuniones bilaterales muy difícilmente se verán enfrentamientos o reclamos entre países amigos.
Por lo demás, no deja de ser interesante las coincidencias sobre la importancia del nuevo Tratado de Libre Comercio (T-MEC) entre México, Estados Unidos y Canadá, tanto en la recuperación de las economías afectadas por la pandemia, como en su concepción de instrumento de desarrollo, crecimiento y prosperidad para las tres naciones que, seguramente tendrá contentos a nuestros empresarios, al reanudarse no sólo los intercambios comerciales, sino las cadenas de producción regionales, con todo lo que ello implica. Asimismo, destaca el interés de ambos mandatarios por enfrentar la corrupción en sus administraciones, así como el renovado brío de EU sobre el tema del calentamiento global y la invitación hecha al mandatario mexicano para asistir a una Cumbre al respecto en el mes de abril próximo.
Sobre el entorno de esta primera reunión virtual bilateral, llamó la atención que cada presidente se ciñó a su respectiva agenda, sin sorpresas ni sobresaltos, lo que tranquiliza a ambos equipos, pues la ansiada normalidad ha vuelto a casa. De igual manera, es importante señalar la presencia de dos figuras fundamentales en el futuro de la relación: por un lado, la experimentada Roberta Jacobson, ex embajadora de EU en México y ex Secretaria de Estado Adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental en el Departamento de Estado, quien conoce y domina cada uno de los temas; por el otro, el nuevo embajador de México en EU, Esteban Moctezuma, quien seguramente fue el más beneficiado de la información ahí vertida, de donde saldrán las instrucciones para su primera misión diplomática al frente de la oficina más importante de México en el exterior.
Al respecto, me permitiría hacer algunas sugerencias al nuevo embajador de México:
-Intercambiar el actual inmueble de la Embajada de México por uno de los muchos e históricos edificios que abundan en Washington D.C., pues, además de que dicen que ahí espantan, daría mayor significado a la relación diplomática más trascendente de México.
-Conocer algunas de las embajadas más destacadas en Washington, entre ellas, la rusa, la británica, la alemana, la francesa, la italiana o la canadiense, ya sea para brincar de envidia o bien, para hacerse amigo de los embajadores y embajadoras y así visitarlas con frecuencia, pues cada una en su estilo representa una referencia arquitectónica.
-Hacerse amigo de Roberta Jacobson -si no es que ya lo es-, no sólo porque conoce todos los temas de la relación bilateral, sino por ser una amiga entrañable de México y su cultura. Además, tiene una gran casa en San Miguel de Allende, donde seguramente lo invitará algún día para contarle muchas de sus vivencias en México.
-Para ahorrar el presupuesto y respetar la austeridad republicana, recorrer los más de 30 museos y galerías de arte gratuitos, así como los monumentos históricos que existen a lo largo del “National Mall”, particularmente en el otoño o invierno, pues durante el verano están atestados de turistas de todas partes del mundo, que impiden la observación y comprensión de las obras y exposiciones con sus gritos y prisas por visitarlos todos en un solo día.
-Si necesita salir de la burbuja diplomática, debe conocer las zonas más tradicionales de Washington a pie o en bicicleta, sin ningún riesgo de toparse con automovilistas irresponsables o salvajes microbuseros. Se sugiere desde luego la zona de comercios y restaurantes de Georgetown, con su mítico “Blues´ Ally” (callejón del Blues); la siempre viva área de Adams Morgan y su interminable fila de antros y restaurantes, especialmente para jóvenes de todas las edades, donde podrá degustar las mejores margaritas de la ciudad en el Lauriol Plaza; caminar por la zona de Chinatown, donde encontrará -además de comida china- toda variedad de cocinas internacionales, especialmente, los restaurantes mexicanos “Oyamel” -frecuentado por el ex presidente Obama- y el “Rosa Mexicano”, que identificará plenamente por su color.
-Ahora, si lo que busca es la naturaleza, es obligatorio asistir al Festival del “Cherry Bloosom”, en esta próxima primavera, a fin de observar el florecimiento de los árboles de cereza, planta nacional del Japón, que se ha convertido en toda una tradición y un símbolo de amistad entre ese país y los Estados Unidos, a partir de una donación hecha por Japón, luego de la segunda guerra mundial.
-Si le agrada navegar, debe abordar un día domingo la embarcación en las orillas del Río Potomac con rumbo a la ciudad de Alexandria, en Virginia, la cual podrá recorrer a pie, y donde encontrará los mejores restaurantes -nada presuntuosos- con toda clase de especialidades del mar, que le harán retomar energías para una semana más de trabajo.
-Si requiere de ayuda divina para resolver algún tema de la relación bilateral, tiene que visitar las dos catedrales de Washington, una cristiana-ortodoxa, de estilo gótico; otra, católica, de formas neorrománicas o neobizantinas, con misas en español los días domingo para mejor contacto con el creador. Ambas construcciones han sido declaradas monumentos históricos, donde disfrutará tanto de su arquitectura y decoración, como de la música secular proveniente de sus antiguos y enormes órganos.
Éxito Embajador.