Como si fuera un verdadero tahúr de póker, AMLO sorprendió a todas y todos los jugadores alrededor de la mesa octagonal con el anuncio y adelantamiento de la sucesión presidencial, donde -incluso- decidió mostrar su juego, al poner un par de ases a la vista y mantener ocultos un rey, una quina y un comodín que, dependiendo de las circunstancias, los gestos y apuestas de sus contrincantes, buscaría completar un póker de ases o bien, una casa llena o conformarse con una tercia o dos pares, en el peor de los casos. Lo importante es que cuenta con excelentes cartas y la mano para dirigir el juego de la sucesión a su discreción.

A partir de esta apuesta, muchas han sido las interpretaciones, que van desde la desesperación de un AMLO derrotado por el pasado proceso electoral -que pregonan opositores y críticos-; pasando por el interés del propio AMLO de controlar el proceso sucesorio desde ahora -aún en contraposición de su partido-; y hasta la hipótesis de imponer a su favorita para seguir gobernando a través de ella.

Si bien, las anteriores explicaciones tienen algo de cierto -con algunos matices-, me parece que las verdaderas razones para adelantar la sucesión presidencial por parte de AMLO responden a tres situaciones: 1) ha entendido y superado el tema de la reelección presidencial; 2) quiere provocar reacciones, tanto al interior del gabinete, como de MORENA, así como en la oposición, con objeto de que abran su juego y muestren sus cartas; 3) busca posicionar desde ahora la candidatura de Claudia, especialmente fuera de la CDMX, donde se le conoce poco, a sabiendas de que no será nada fácil lograr que una mujer gane por primera vez la presidencia de México.

Y en sólo algunos días -para regocijo de AMLO- los otros jugadores de póker mostraron ya su juego o, por lo menos, sus primeras cartas: Ebrard ya tiene equipo y va con todo, sin importar sus pasivos políticos y personales; Monreal -sintiéndose menospreciado nuevamente-, ya anunció que estará en la boleta presidencial en 2024 sin importar el color, lo que fue bien anotado por el PRI y el PAN en caso de que sus propios candidatos no cuajen. Mientras tanto, los demás partidos han empezado a hacer cálculos políticos y financieros para ponerle precio a su decisión.

A pesar de este buen inicio para el juego de AMLO y Claudia, el camino es muy largo y los obstáculos son muchos, si enmarcamos todo el proceso en una sociedad todavía machista y, peor aún, una sociedad feminicida, que por alguna razón no logra entender y asimilar las luchas de género y los nuevos tiempos. No obstante, hay también toda una tendencia nueva y favorable que indica que en estas recientes elecciones del 2021 más de la mitad de los cargos fueron disputados por mujeres, lo que realmente animaría a Claudia a iniciar la batalla desde ahora. Veamos sus motivos.

Primero, es la favorita de AMLO para continuar su proyecto; lo que, si bien suena a ventaja, también podría jugar en contra, pues la forma tan natural que tiene el presidente de generar anticuerpos pudiera afectarle a ella en esta carrera, cuyos enemigos de aquél pasarían a ser los enemigos de ella, además de que no necesariamente las preferencias hacia él pasarían en automático a apoyar la causa de Claudia.

Lo mejor para ella sería construir su propio camino que, sin romper con su mentor y el proyecto, la diferencie claramente de él como una renovada y enriquecida propuesta política. Su gran ventaja sería el hecho precisamente de ser mujer y enarbolar todos aquellos temas que no cupieron en la oferta política de AMLO, comenzando con las agendas de género y medio ambiente, siguiendo con los temas culturales y concluyendo con una renovada política exterior.

Segundo, su probable candidatura sería considerada dentro y fuera del partido como innovadora, no sólo por su condición de mujer, sino como un signo de mayor apertura y frescura de un movimiento político que pretende ser también moderno y progresista. Aquí es indispensable la unidad de MORENA a su favor.

Recordemos que ante las crisis de los de partidos políticos en buena parte del mundo -donde México no es la excepción-, se ha encontrado como mejor alternativa las candidaturas innovadoras, no sólo para ganar elecciones, sino para entusiasmar al electorado, cansado de que no pase nada en su entorno. Ejemplos hay muchos por todo el mundo que respaldarían las aspiraciones de Claudia.

Tercero, sería muy probablemente la única mujer candidata en la contienda, considerando que los otros partidos postularían -nada originales- a representantes del género opuesto, que la distinguiría de los demás y que, en principio, no sería objeto de grandes ataques personales de sus contrincantes, tanto por su limpia trayectoria, como por la obligación moral que tendrían ellos de comportase, a reserva de ser castigados por el electorado.

Cuarto, cuenta ya con un buen equipo de trabajo, así como buenos cuadros en temas de la capital, que garantizarían una transición tersa hacia el gobierno federal -en caso de ganar la elección-, que le permitiría ahorrar tiempos de aprendizaje y poner en práctica proyectos también innovadores en beneficio de una sociedad sedienta de nuevas ideas.

Quinto, heredaría -para su mejoramiento y perfección- todos los programas sociales de apoyo a grupos vulnerables, seguramente uno de los activos más importantes de AMLO en su legado de gobierno. Un estado de bienestar siempre será reconocido, incluso en gobiernos liberales o neoliberales, cuantimás en gobiernos con un perfil social.

Aunque no todo es halagador, pues falta enumerar los obstáculos, que son grandes: uno, sus contrincantes internos, que pelearán como ninguno su derecho a ser designados, especialmente Ebrard y Monreal, que tienen hoy copado al partido a través de su presidencia; dos, el probable choque entre MORENA y AMLO por designar a su candidato o candidata en caso de que no haya unidad entre ellos, así como los métodos de elección, siempre un dolor de cabeza para la izquierda mexicana; tres, la acción de otros posibles candidatos fuera de ese círculo íntimo de poder; cuatro, los pasivos de la actual administración en la CDMX, que ya prepara la oposición como sus mejores armas de ataque; quinto, convencer a una sociedad machista de votar por una mujer, comenzando por las propias mujeres.

Para ello, Claudia debe entrar a modo pelea desde ahora, pues una de sus debilidades -seguramente por su perfil técnico y científico- es no saber presumir sus logros, que han sido muchos en estos casi 3 años de gobierno, pero que han sido opacados por la sombra de su mentor, que acapara todos los reflectores. Y esa es su otra gran debilidad: su dependencia política de AMLO. Al respecto, creo que es necesario crearse su propio espacio -los fines de semana, en una especie de “domingueras”, cuando el sol anda por provincia-, desde algún lugar de la ciudad, donde pueda mostrar los avances en todas las materias e interactuar con la ciudadanía a la que tiene que cuidar y recuperar en algunos casos.

Está claro que su proyecto político es la ciudad y, por tanto, debe procurar que en el resto de su gobierno se resuelvan o fortalezcan varios temas de vital interés para sus habitantes, entre ellos, la seguridad, el comercio informal en todas sus formas y el transporte público, comenzando con el Metro, al cual tiene que fortalecer en todas sus líneas, especialmente la 12, principal pasivo en su haber. La cultura -una vez lo permita la pandemia- jugaría un papel central para recuperar a la clase media.

Me parece que los recientes movimientos en el gabinete de Claudia -especialmente con la llegada de Martí Batres- apuntan claramente a que sí quiere competir en serio por la presidencia, por lo que requiere que alguien cercano a ella que ocupe su lugar desde ahora.

En todo caso, su probable candidatura traería frescura a un sistema político tradicional de barba y bigote, que ahora tendrá que lidiar también con rostros y mentes más agradables y progresistas.

El juego de la sucesión ha comenzado y AMLO ha propuesto una contienda abierta.

Mario Alberto Puga
Politólogo y exdiplomático

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