Si de algo debe criticarse a la oposición política en México (PRI-PAN-PRD) es la falta de autocrítica, por lo menos, en estos primeros años del siglo XXI, cuando obtuvo y perdió el poder así de rápido, sin siquiera cuestionar la procedencia de una alianza contranatura de fuerzas otrora rivales históricos, que unieron sus destinos para preservar un régimen en descomposición. Mucho menos para avizorar una sociedad nueva, encabezada por renovados principios, que dieran por lo menos esperanzas a un pueblo sufrido y vapuleado por 70 años de gobiernos priistas.

Si así lo hubiera hecho, estoy seguro que el PAN habría optado por seguir adelante solo; el PRI hubiera ya desaparecido, pues no había manera de sobrevivir a la autocrítica; y el PRD en su conjunto hubiera cambiado al color guinda de Morena, como inteligentemente hizo la gran mayoría de sus militantes.

Sin embargo, la falta de autocrítica los ha llevado casi al borde del abismo, donde no solamente han perdido valores, colores y principios en aras de su alianza, sino una mayoría social y política, necesaria para mantener o retomar el poder, que se ha decantado por Morena a partir de 2018 y, seguramente, seguirá haciéndolo en 2024, gracias al liderazgo de AMLO, del que tampoco quieren saber cómo lo obtuvo. La obcecación de la oposición es parte de su fracaso.

Al no haber ni siquiera ideas, hipótesis ni, mucho menos, un análisis del bache en el que se encuentra, la oposición se ha dejado seducir —desde hace unos años— por charlatanes empresariales que, cual si fueran meros merolicos de la calle, les ofrecen pócimas, tónicos, amuletos y toda clase de yerbas y frutos prohibidos —“llévelo, llévelo”—, para toda clase de males, a través de los cuales, mágicamente, pretende retomar el poder.

Las pócimas y tónicos los han repartido entre destacados hombres y mujeres de Morena, comenzando con los aspirantes presidenciales, a fin de doblegar su voluntad y, cual zombis, renuncien a la 4T y caminen en las sombras hacia la oposición. Sin embargo, los brebajes sólo han conseguido leves guiños de ojo de Marcelo y Ricardo que, a pesar de todo, se mantienen disciplinados.

En cuanto a los amuletos, la oposición los ha sembrado en diversos sitios de la ciudad, particularmente en las líneas del metro, a fin de que los malos espíritus reinen en el inframundo de concreto y causen accidentes disfrazados de incidentes, con objeto de crear el caos y el malestar de millones de usuarios para restarle votos a la puntera Claudia.

Ante el fracaso de sus planes, los charlatanes también han utilizado yerbas y frutos prohibidos para volver locos a los aspirantes de Morena: hiedras ponzoñosas para Claudia; manzanas envenenadas para Adán; hongos alucinógenos para Marcelo; cactus para Ricardo; peyote para Noroña; y cempasúchil para el güero de Chiapas. No obstante, todos han sobrevivido a esos vanos intentos, gracias a la devoción que profesan a San Andrés, que ha hecho que las malas vibras se reviertan contra sus enemigos, donde sólo quedan unos cuantos: Xóchitl, la elegida por los dioses; Santiago, que sufre de discriminación inversa; de la Madrid, que trae el apellido a cuestas; y doña Beatriz, única priista congruente que conozco.

Todo este recuento surrealista viene al caso, toda vez que, en lugar de dicho ejercicio de reflexión, la oposición insiste en encontrar soluciones mágicas, con personajes pintorescos para competir electoralmente el próximo año, tal y como lo hizo en el 2000, sin importar las formas ni los fondos, donde felizmente ha arribado a la conclusión de que un nuevo Benito Juárez —ahora en versión femenina, y con el debido respeto al benemérito y a la misma Xóchitl— es la solución a sus problemas y, peor aún, a los problemas de México.

No es posible tanta simpleza, por lo que es necesario hacerlo más complicado que eso a fin de darle contenido a su propuesta.

Para su desgracia, la iniciativa de la oposición responde literalmente a la estrategia de AMLO de adelantar el proceso electoral, donde no sólo lo ha emulado, sino también ha copiado al seleccionar a otra mujer. Es decir, el trabajo de AMLO en todos estos meses para que la sociedad mexicana asimile y acepte a una mujer como probable candidata es tomado sin ningún rubor y esfuerzo por la oposición para, de la nada, fabricar la candidatura de otra mujer, una vez que el camino ha sido pavimentado. Sin embargo, la gran diferencia reside en que la novedosa propuesta de AMLO —de promover a una mujer— ha roto con prejuicios machistas y clasistas en el colectivo social de México, que en mi opinión no sólo ha aceptado la propuesta, sino ha recibido el apoyo de la mayoría, como lo muestran las encuestas, donde Claudia encabeza las preferencias electorales.

En ese sentido, si bien pudiera parecer acertada la decisión de la oposición de seleccionar a otra mujer como posible candidata, a fin de competir en la elección del 2024, su propuesta no incluye otros factores clave: el liderazgo de AMLO y el apoyo de la mayoría morenista hacía Claudia, además, claro está, de la confrontación de perfiles, trayectoria, cargos y logros de las dos posibles aspirantes mujeres, donde claramente pesa más el palmarés de Claudia.

Reducir todo a un bonito y esforzado currículo —como seguramente tiene Xóchitl—, así como a una campaña de medios ad hoc para ensalzar su figura, sin considerar su trayectoria, siempre en gobiernos prianistas, llevaría de nuevo a la oposición a una falsa premisa, donde se prioriza la ocurrencia para construir una candidatura exprés, en lugar de realizar un serio ejercicio de reflexión. El problema no es Xóchitl; el problema es toda la derechiza que está detrás de ella.

Un ejercicio de reflexión —al que también se niega— le diría a la oposición que la mayoría ya no se obtiene con ocurrencias al estilo Fox, ni con fraudes logarítmicos calderonistas, mucho menos con matracas, cubetas y compra de votos del priismo, tampoco con fetiches y frutos prohibidos, sino con años de trabajo, nuevas ideas, principios y proyectos y, sobre todo, haciendo suyas las demandas más sensibles de la sociedad, especialmente de los que menos tienen, tal y como lo ha hecho Morena desde su creación, seguramente producto de la autocrítica y la reflexión.

¡Llévelo, llévelo! …el amuleto del poder.

Politólogo y exdiplomático

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