Decía yo, semanas atrás, que la derechiza en el continente había perdido primero, el apoyo de las mayorías; segundo, las elecciones presidenciales; tercero, la capacidad para reconocer el triunfo ajeno; cuarto, la objetividad al buscar dentro de la ley y sus recovecos, formas para deslegitimar o afectar gobiernos democráticamente electos; y, finalmente, adoptar la violencia para tratar de deshacerse de gobiernos y presidentes legítimos, pero no gratos para ella. Y ahí están los ejemplos de Bolivia, Perú, Brasil (dos veces), Estados Unidos y, ahora, México.

Sí, la derechiza en México se ha colocado ya en el cuarto nivel de obcecación política, luego de perder la mayoría desde 2018, las elecciones presidenciales en ese mismo año y ahora en 2024, sin reconocer clara y abiertamente el triunfo de Morena, tras una diferencia de 2 a 1, en la última elección presidencial. Ahora, pretende la anulación o la no anulación de la misma, pues “como dice  una cosa dice la otra, es como todo, tengo o no tengo razón”, parafraseando a la señora Chimoltrufia.

Y es que, si uno ve el proyecto de sentencia de la Sala Superior del Tribunal Electoral (TE) sobre la denuncia de Xóchitl Gálvez, excandidata del PRIAN, se sorprendería de sus argumentos, todos llenos de irracionalidad, que seguramente será declarado improcedente, si no es que ya lo fue, “por carecer de interés jurídico al no haber solicitado la nulidad de la elección presidencial”. Es decir, denuncio, pero no denuncio, como lo dijo la propia Xóchitl: el objetivo es únicamente que quede registro de las violaciones cometidas en el proceso electoral. Bueno, pues ni eso le brindará el TE al ser desechado el recurso por completo.

Primero, se descartan agravios denunciados, las pruebas aportadas y se hace la síntesis de la respuesta o contestación. Por ejemplo, sobre el tema del contexto de violencia generalizada e intervención que del crimen organizado que supuestamente influyó en el resultado, el TE señala que se hace referencia sólo a situaciones de violencia aislada o focalizada en el ámbito municipal o local, basadas en opiniones subjetivas o meras percepciones.

Segundo, en cuanto a la intervención del presidente Andrés Manuel López Obrador en sus conferencias mañaneras, el proyecto expone que “no es posible tener por acreditada la intervención sistemática y reiterada del Ejecutivo Federal porque se refieren a acontecimientos aislados que, de acuerdo con la magnitud de la participación ciudadana, no afecta la elección”. De igual manera, en su libro “Gracias” no se advierte intervención alguna en el proceso electoral, ni en su entrevista en Canal Red. Asimismo, señala que tampoco se prueba una injerencia sistemática y reiterada de las gubernaturas y del resto de personas del servicio público, pues, en esencia, se trata de hechos aislados.

Tercero, tampoco se acreditó una aplicación sesgada de los programas sociales ni se demostró coacción y compra de votos.

Por tanto -dice la resolución- “se desecha la demanda presentada por Xóchitl Gálvez Ruiz (SUP-JDC-906/2024) por carecer de interés jurídico”.

Es difícil entender la lógica de la derechiza al pedir y no pedir la anulación de la elección presidencial, pues la diferencia del 2 a 1 en su contra es contundente. Más bien me parece a mí una forma de justificar su derrota entre ella y la parte de la sociedad que los apoyó, que no es de ninguna manera desdeñable, y esconder así la pobreza ideológica y política del PRIAN como oferta hacia el electorado.

La paliza sufrida por el PRIAN a manos de Morena en la reciente elección presidencial me recuerda a aquella otra sufrida por mi equipo de futbol en tiempos lejanos, cuando uno de los jugadores señaló en el vestidor, con cierta inocencia y a manera de justificación, que él había contribuido con medio gol. ¿Y cómo es eso?, preguntamos todos. “Por el tiro libre que pegó en uno de los postes” -contestó orgulloso-. Otro de ellos le reviró -seguro de que las matemáticas no fallan-: “entonces perdimos 8 a 2.5”, que hizo reír a todo el grupo.

Y quizá lo más preocupante de todo este otro intento fallido de la derechiza por acusar una “elección de estado”, siguiendo su propia escala de obcecación, sea el peligroso recurso de la violencia política, como última oportunidad para recuperar el poder, siempre y cuando sobrevivan a sus propios procesos de autocrítica y depuración, que parece imposible.

Politólogo y exdiplomático

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