Como todo proceso, la derechiza en México tiene un antecedente muy claro: la pérdida de la mayoría electoral por parte del PRI en 1988 y el posterior acuerdo con el PAN -en pleno gobierno salinista-, para obtener algunas gubernaturas y, sobre todo, pactar la primera alternancia del poder en México en el año 2000, como una forma de mantener el estatus quo.

Las primeras pruebas piloto de ese experimento se dieron luego de las fraudulentas elecciones de 1988, cuando el PAN reconoció los resultados a favor del oficialismo y, por ello, a un presidente de dudosa precedencia. Igualmente, inauguró una alianza contra natura, perversa y de derecha (PRIAN), a cambio de triunfos o “concertacesiones” electorales en estados afines al panismo, donde la voluntad de la mayoría electoral sería violentada ante las negociaciones entre las cúpulas partidistas, cuyo objetivo era preservar un sistema en decadencia, ahora sostenido por dos pilares: la corrupción priista y la complicidad panista.

La cereza en el pastel sería la reforma constitucional de 1993, obviamente apoyada por el PRIAN, donde una simple letra (y por o) cambiaría la historia del país, al permitir que cualquier hijo de extranjero (a) -de padre o madre mexicana- pudiera ser presidente de la república, lo que daría paso a la candidatura de Vicente Fox en el año 2000, como prueba de la fidelidad entre las élites.

La coyuntura fue aprovechada por grupos y medios conservadores para emborrachar a la mayoría con el cuento de la alternancia democrática, así como a ensalzar la figura del aún macho mexicano que emocionó a muchos, incluso hasta algunos sectores de izquierda, que inconscientes votarían por esa treta. La resaca sería colectiva al comprobar -unos años más tarde- que alternancia no es lo mismo que transición, en la que nos atoramos un sexenio más en 2006 -no sé si con fraude- y otro, como franco retroceso, con el retorno de un rancio PRI en 2012.

Al final, el PRIAN vería frustrado su intento de establecer un bipartidismo de derecha, pues, como ya sabemos, el alacrán -fiel a su naturaleza- picó y envenenó de muerte a la rana azul para caer ambos en el fondo del pantano.

El triunfo de MORENA en 2018 fue solamente una consecuencia natural ante el proceso de descomposición del sistema político mexicano que pedía a gritos un verdadero cambio. Un PRI desgastado y corrupto a más no poder, un PAN cómplice que extravió su historia y principios, una alianza perversa y una mayoría a la deriva, fueron los elementos principales que recogió AMLO para completar su proyecto político, tutelado por el carisma y la popularidad de un trasnochado, pero efectivo, último caudillo mexicano, dispuesto a retomar el rumbo del país.

Al perder la mayoría y el poder, la derecha dio el siguiente paso para convertirse en una derechiza: aliarse con lo más selecto del sector conservador de este país (algunos seudo empresarios del odio y la violencia, comentaristas ad-hoc, organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación conservadores), así como sectores de ultraderecha en el exterior, especialmente de España (VOX) y Estados Unidos (el partido republicano), a fin de detener el proyecto de MORENA y a AMLO como sea, por las buenas o por las malas.

Y me temo que la derechiza va con todo, es decir, tanto por las buenas, como por las malas, para tratar de arrebatar la elección del 2024. Por las buenas, fortaleciendo su alianza contra natura del PRIANRD y quizá con Movimiento Ciudadano (MC); impulsando a un candidato o candidata incluso ciudadano o fuera de la coalición, no importa, siempre que dispute el poder de MORENA, como ingenuamente creen que sería el caso de la senadora Xóchitl Gálvez, una figura externa y poco convencional, como prueba fehaciente de que la derechiza carece de cuadros propios dentro de sus filas.

Por las malas, la derechiza también procurará -como ya lo hace hoy-, desacreditar a los aspirantes de MORENA, especialmente a Claudia, puntera en las encuestas, pues entre sus métodos están las campañas negras contra los logros de su gobierno o a ella misma; maximizar los incidentes en el metro de la ciudad de México en los medios de comunicación ad-hoc; la desestabilización social con noticias falsas; y, pronto, siendo parte de la violencia política que dejará decenas de muertos, donde ya empieza a hablar de “atentados” en su contra o de algunos de sus miembros.

Ante la imposibilidad de recuperar la mayoría por la vía democrática, la derechiza buscará -desafortunadamente- recuperar el poder por la fuerza, teniendo para ello todo un arsenal de opciones y experiencias de otros

países -como ya vimos-, donde la derechiza se ha convertido en un verdadero promotor de violencia.

Por el lado de MORENA y AMLO, me parece que la estrategia de adelantar la sucesión presidencial 2024 ha sido -por lo menos- controvertida, por todas las implicaciones legales que ello ha generado, aunque necesaria, si damos por hecho que, más que promover candidaturas, de lo que se trata es que el imaginario colectivo asimile y acepte a una mujer como potencial candidata a la presidenta de la república (Claudia), lo que en mi opinión ha sido bien recibido por la sociedad mexicana, a pesar de algunos sectores machistas y sexistas.

El hecho de que Claudia siga a la cabeza de las preferencias electorales, aunque haya bajado algunos puntos -como pregona emocionada la derechiza- significa únicamente que dichos sectores -machistas y sexistas- aún existen.

En mi opinión, el supuesto enojo o preocupación de AMLO por la probable candidatura de Xóchitl no tiene nada que ver con su impacto político, como ensalza incansablemente la derechiza, sino, más bien, altera un poco la estrategia inicial oficialista de que fuera sólo una mujer la que participara en el proceso electoral del 2024, es decir, Claudia.

En todo caso, el acierto de la derechiza -circunstancial o no- tiene que ver únicamente con el hecho de haber incluido a otra mujer también en su proceso adelantado de promoción política y no porque represente en sí una amenaza real al triunfo de MORENA. Es muy pronto para eso, esperemos a las verdaderas campañas electorales, en caso de que Claudia y Xóchitl se enfrenten.

Hasta ahora, la derechiza en México no ha dado el paso siguiente en su lógica de recuperar el poder por la fuerza, es decir, a través del uso de la violencia. Sin embargo, es probable que sus ideólogos estén elaborando un plan X en ese sentido, por lo que, para el gobierno de AMLO es prioritario blindar la elección desde hoy, no sólo ante la violencia que afecta al país, sino ante probables acciones dirigidas a desestabilizarlo y desacreditar el proceso electoral 2024 en una eventual derrota.

Mario Alberto Puga

Politólogo y exdiplomático

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