Sin mayores sorpresas concluyó el proceso adelantado de MORENA para la elección de coordinador o coordinadora nacional para dirigir los comités de la cuarta transformación o, lo que es igual, del aspirante o candidata a la presidencia de la república en 2024. Claudia resultó la ganadora indiscutible, como todos sabíamos, donde las encuestas le dieron en promedio casi 40 puntos porcentuales, 15 más que el segundo lugar de Marcelo, 28 más que Noroña, 30 más que de Adán y 34 más de Manuel y Ricardo. A pesar de la contundencia, el proceso no estuvo exento de amores, amarres y traiciones entre los aspirantes, ya fuera entre ellos mismos o ellos con AMLO.

Empecemos con los amores. Sin duda alguna el más grande fue el de Claudia con AMLO, quien no se equivocó en darle su confianza al considerarla la más idónea y leal de todos para seguir con su obra, aunque ese sentimiento lastimara a los demás. No había nada que hacer, fue un amor a primera vista, donde los ideales y las convicciones coincidieron y se convirtieron en fuertes lazos de pasión por México y su gente, especialmente, los de abajo, con los que se identifican plenamente. Un amor sin papeles, ni intereses, ni ideologías. Al final, el compromiso quedó signado casi con sangre con la entrega del simbólico bastón de mando.

Los demás aspirantes de MORENA no pudieron hacer nada contra ese amor, así que se resignaron simplemente a ser amigos de AMLO y Claudia, excepto uno -Marcelo- que, celoso enfermizo, hizo lo imposible por disputar ese amor con AMLO, incluso recurriendo a los tradicionales amarres o conjuros mágicos que provocan que una persona sea atraída de pronto por el que hace la magia. Pero esta vez el amarre falló, pues no se trataba únicamente de amor, sino de lealtad. Marcelo tampoco mostró respeto al proceso, no sólo al adelantado, sino al proceso social y político que vive México, donde no hay lugar para ambiciones personales, mucho menos para traiciones.

Como mal perdedor en el amor, se adelantó a desacreditar la contienda interna cuando supo que los números no le favorecían, incluso los de su encuestadora, todo antes que reconocer el triunfo de Claudia. De esa forma, echó por la borda todo lo que la izquierda le había dado en buena parte de su carrera: rescatándolo de la tecnocracia; apoyándolo en el exilio ante el acoso de la derechiza y de su sucesor en la CDMX; y dándole un papel preponderante en el gobierno de AMLO.

Su acción tiene varios significados: desde una artera traición, pasando por el desamor y una ambición desmedida, hasta un posible juego con la derechiza -la más beneficiada de todo lo malo que pase a MORENA-, donde pudiera acabar de candidato emergente si la apuesta por Xóchitl no empareja los momios, y si su amigo Dante Delgado, del Movimiento Ciudadano (MC), se une al Frente ya con él como candidato. Toda una perversa idea, digna de una mente retorcida -me refiero a la de él, no a la mía-.

Por su parte, sorprendió gratamente el salto de Noroña al tercer lugar, que lo aleja de esa imagen pendenciera que siempre lo ha acompañado, pero que ahora, la madurez y el amor al proceso y a la alianza con MORENA lo han elevado a la reflexión profunda, aunque crítica, que lo llevarán a mayores responsabilidades políticas. Aunque perdió en puntos, ganó en su juego.

Adán puso a prueba su relación de amistad con AMLO, pues enfrentó varios retos: uno, saberse la segunda opción en caso de que el amor por Claudia no prosperara y, dos, lo que ganaría de ese secundario papel para tranquilizar su corazón y su conciencia. Quiere todo Tabasco para él o su familia, además de seguir brillando en el escenario político que se avecina. Creo que tendrá que decidirse por uno, pues parece demasiado. Fue un caballero con Claudia, por eso ahora será su coordinador político y, seguramente, confidente. Su papel será muy importante en el eventual gabinete de gobierno, pues representa puente seguro entre el que se va y la que se queda.

Ricardo entró a punta de manazos al proceso y las encuestas lo pusieron en su lugar: no le alcanza para ser presidente, tampoco para ser jefe de gobierno de la CDMX, pues no tiene los mismos principios de la 4T. A pesar de su defensa por Marcelo y sus dudas y amagos que lo alejaron del partido y de AMLO, su mentor, ha sido designado coordinador de organización y enlace territorial de la campaña, por dos razones: una, dejar solo a Marcelo; dos, como última oportunidad para demostrar su lealtad.

En cuanto a Manuel, hizo más de lo que se esperaba, por lo que fortaleció su alianza partidista con MORENA y desde luego con Claudia. Sus votos serán importantes, especialmente en los lugares de arraigo. También estará en el equipo de Claudia.

En cuanto al proceso en sí, me parece que fue una buena prueba para el partido, la que superó con creces, a pesar de todo el drama de Marcelo. Aun así, el proceso de MORENA deja tres grandes lecciones o mensajes.

Primero, MORENA ya encontró el mejor método para seleccionar a sus candidatos, por medio de encuestas, que no dejan dudas sobre quien es más popular, sin necesidad de pelear, discutir o agarrarse de los cabellos, como era costumbre. Es cuestión de perfeccionar la metodología, los tiempos y la forma de transmitir los resultados.

No obstante, la encuesta se limita a medir la popularidad y no a definir quién es mejor candidato o candidata, que es lo que faltó en ambos procesos, tanto en el oficialismo, como en la oposición, a fin de ratificar el resultado de las encuestas, ya fuera a través de una consulta interna -como se intentó en el Frente- o bien, del voto de calidad del consejo nacional de cada partido o alianza, como terminó haciéndolo MORENA, aunque a puerta cerrada, lo que dejó fuera a militantes y simpatizantes. Es cuestión de formas.

Segundo, a pesar de ser un ejercicio de números, se trata de un proceso no exento de pasiones, donde afortunada o desafortunadamente, los aspirantes demuestran de qué están hechos, no sólo hacia afuera del partido (popularidad), sino en sus principios y convicciones al interior de éste (lealtad), donde claramente no hay lugar para ambiciones personales y, mucho menos, traiciones. En este caso, el propio proceso generó sus anticuerpos para su autodepuración, en caso se confirme la salida de Marcelo.

Finalmente, yo diría que, si bien el proceso de MORENA fue salpicado por la traición de uno de sus miembros, su efecto servirá de lección para todos, así como para consolidar -por ahora- una sola línea dentro del partido: la línea dura o pura, cuyo mensaje principal es que no puede haber dudas sobre el proceso de transformación del país, o sea, puro amor.

Mario Alberto Puga

Politólogo y exdiplomático

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