El pasado 20 de noviembre, totalmente a destiempo y en pleno puente del buen fin de semana y en aniversario revolucionario, el ineficiente INE tocó las trompetas de arranque a la carrera por la presidencia de la república, 8 gubernaturas y 1 jefatura de gobierno de la CDMX, además de otros 20 mil puestos de elección popular en todo el país.

Y digo a destiempo, porque las diferentes cuadrillas llevan mucho tiempo compitiendo, tanto, que ya las principales alianzas políticas han definido a sus jinetes, en carreras anticipadas, donde las apuestas dan tres a uno a favor de la jefa Claudia, quien va en caballo de hacienda, de raza pura Azteca, de nombre morenito, sobre una inexperta Xóchitl, que viaja agarrada de pies y manos sobre un ejemplar Galiceño, apodado gelatina, por la tembladera que le da en cada carrera. Se apunta de último momento Samuel, el jinete ciudadano, casi desconocido, que monta un ejemplar de La Silla, no por el cerro del mismo nombre, sino por el tipo de caballo, de nombre naranjita. Los momios le dan 1 a 5 y 1 a 3 en contra con ambas mujeres, respectivamente.

Veamos qué trae cada uno y unas como estrategias para ganar la gran carrera no libre de obstáculos, comenzando por el INE, el Tribunal Electoral, los mismos partidos políticos y una delincuencia organizada que también gusta de hacer apuestas.

En primer lugar, tenemos a Claudia y su morenito, que se han preparado desde hace un par de años para la competencia, habiendo vencido en preliminares a sus contrincantes hombres en buena ley, lo que pudiera llevarla a ganar la silla presidencial por primera vez en la historia del país. Su propuesta de género sorprendió a todo el público, por innovadora y acorde con los tiempos, gracias a la visión de su mánager, quien, como buen observador, le vio aptitudes y capacidad para continuar su obra.

Hasta ahora su plan de trabajo lo ha conformado con 17 temas fundamentales, donde claramente pone énfasis en la continuidad del proyecto de su mentor, donde sobresale el fortalecimiento de los programas sociales, aumento al salario mínimo, la inversión pública, así como la consolidación de las grandes obras de gobierno. Quizá los últimos 5 puntos son lo nuevo: ciencia y tecnología, recursos naturales, agua, soberanía alimentaria y gobernabilidad, paz y seguridad, faltándole inexplicablemente el tema de política exterior.

En mi opinión, si es que el orden importa, debió iniciar con sus temas, que la diferencien y posicionen como una propuesta propia, donde la gobernabilidad, la paz y seguridad debieran ser la prioridad de su gobierno, pues si bien, la curva de la violencia se frenó en estos años, no ha podido descender en términos reales. Y eso preocupa a todos. Tal vez hubiera sido necesario incluir algunos objetivos precisos, tales como educación, salud, vivienda y trabajo para todos, como una promesa realista de gobierno. Es una pena que al siglo XXI México siga arrastrando estos pendientes sociales que son la base de todo proyecto de vida en cualquier otro país serio y ordenado, que pretende alcanzar el pleno desarrollo.

También la política exterior debe brillar de nuevo, pues si bien recuperó sus principios con AMLO, no se logró nada más que administrar las relaciones bilaterales y multilaterales al mínimo, sin grandes logros -excepto con EU-, al tiempo que la cancillería está perdiendo grandes cuadros, tanto por el retiro natural de algunos, como decepción de otros. Hay que invertirle mucho más para devolverle la calidad y la visión de estado que se ha perdido en este siglo.

En segundo lugar, Xóchitl, hizo una entrada sorpresiva a la carrera grande, que generó gran expectativa y deslumbró a algunos, que creyeron se haría la chica. Sin embargo, luego del destello inicial, quedó al descubierto que iba pegada a su silla con pegamento, por lo que, luego de retirarlo, se le han visto grandes caídas, golpes y gritos obscenos por no controlar siquiera las riendas de su jamelgo, al que su porra maneja desde lo más alto de las gradas, como una marioneta.

Su estrategia para ganar la carrera es secreta, pues nadie la conoce, ni quiere participar o estar cerca de ella. Entre los pasillos del hipódromo se dice en voz baja que será cambiada por otro u otra jinete más diestro o diestra al principio de 2024, pero la caballada está flaca. Algunos más murmuran que la cuadrilla azul ha dado por perdida la carrera por la grande y que sólo la mantiene para no reconocer su error, que daría al traste con su proyecto, que ahora es no permitir que los contrarios obtengan la mayoría en el congreso.

En tercer lugar, Samuel, el jinete ciudadano, llegó demasiado tarde a la carrera, por lo que tendrá que remontar demasiado si quiere alcanzar a sus oponentes. Confía mucho en su en sus habilidades virtuales y en su coach de vida, que le han prometido hacerlo volar -como Tesla- para lograr la victoria. Su principal objetivo es restarle votos a Xóchitl, a fin de no quedar en último lugar, además de no apostar mucho dinero -como buen norteño- para organizar una carnita asada y festejar su segundo lugar.

De los tres jinetes, me quedo con Claudia que, por lo menos, ha mostrado ser una candidata seria y confiable, además con una sólida formación científica que, necesariamente, debe darle otra visión a la política tradicional, no sólo para continuar la obra de su mentor, sino -creo yo- para abordar nuevos temas en la agenda nacional y superar la etapa de polarización social y política que vive el país, si entiende la oposición que el cambio es real e irreversible, y al que tendrán que adaptarse y negociar -en el buen sentido- lo que le corresponde a cada cual para que el país avance.

Como he dicho en diferentes momentos, lo que la oposición (PRIANRD) ha hecho con Xóchitl –y ella lo ha permitido- es de pena ajena, exponiéndola a una carrera presidencial para la cual no está preparada; quemando su imagen junto a pillos de siete suelas; y utilizando su figura para oscuros intereses, que seguramente acabarán con su trayectoria.

Al final, lo único que le quedará por hacer a Xóchitl es emular a Enrique III, al perder la batalla de Bosworth en 1485 -que inmortalizó William Shakespeare en una de sus obras-, donde al verse solo y abandonado en el campo de combate, gritó desesperado: “un caballo, un caballo, mi reino por un caballo”, tratando de huir de la derrota.

Politólogo y exdiplomático

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