En los dos últimos meses, México ha experimentado un cambio político significativo. Dejamos la democracia para entrar a un régimen autocrático. El poder concentrado en un solo partido, Morena, usando a las Fuerzas Armadas (FA) como parte de su proyecto político. A finales de septiembre se aprobó la Reforma a la Guardia Nacional, la cual no solo consolidó el deseo del expresidente y los militares de tener este brazo armado como una tercera fuerza de la Sedena, sino que, gracias a la modificación del artículo 129, permitió a los militares involucrarse en todos los asuntos civiles. Eso fue uno de los mayores golpes a la Constitución que pasó casi inadvertido por la oposición.
Durante las primeras semanas del gobierno de Claudia Sheinbaum le regalaron a su antecesor su gran anhelo: consumar la venganza en contra del Poder Judicial y del Instituto Nacional de Acceso a la Información. Aprobaron una Reforma Judicial muy cuestionada y destruyeron siete órganos autónomos. El caudillo puede estar felíz que todo gira alrededor de su persona: sus seguidores han debilitado y destruido a las instituciones democráticas y la presidenta decidió (al menos por ahora) seguir su agenda.
Pero a diferencia del exmandatario que debe estar festejando su victoria, a la presidenta se le ve tensa; no es para menos, enfrenta un país con muchos compromisos por cumplir, con finanzas comprometidas, con el crimen organizado fortalecido, y por si algo le hiciese falta, con Trump amenazando a México.
La agenda y el tono que adquirirá la diplomacia mexicana, como parte de la relación bilateral con Estados Unidos, estará en buena medida determinada por la comunicación de Donald Trump. Así fue durante su primer mandato: un post en la red social “X” es capaz de sacudir los mercados, de apurar al servicio exterior mexicano, y de desatar reacciones apuradas de la Presidencia. El Ejecutivo electo viene más agresivo que en su mandato anterior y ya mostró que volverá a culpar a México de sus propios problemas.
Ante su reciente anuncio de aplicar aranceles del 25% a las importaciones mexicanas, bajo el pretexto de la inacción frente al flujo migratorio y el tráfico de fentanilo, la presidenta Sheinbaum respondió con una carta que era obvio que el mandatario electo no tomaría en cuenta, por lo que dos días después, la mandataria dio un buen paso al comunicarse vía telefónica con él.
Trump y Sheinbaum, como líderes populistas, proyectaron versiones distintas de sus interacciones. Mientras Trump aseguró que México se comprometió a detener la migración y el tráfico de drogas, Sheinbaum dijo que había insistido en enfoques colaborativos, sin cerrar fronteras. Este intercambio refleja el desafío que enfrentará durante su mandato, dada la postura de Trump que favorece soluciones unilaterales sobre negociaciones bilaterales equilibradas.
Claudia deberá enviar a los mejores expertos a negociar e implementar una estrategia multifacética. Se requiere una política de seguridad en la frontera sur y en el combate a las drogas, una estrategia eficaz en migración, hacer alianzas con la iniciativa privada estadounidenses vinculada a México, una diplomacia que aproveche a la comunidad hispana en Estados Unidos para convertirla en factor de presión a nuestro favor y desarrollar una política de alianzas no solo con los empresarios mexicanos sino también con las organizaciones civiles vinculadas a migración, seguridad y derechos humanos.
El intercambio reciente entre el presidente electo y Sheinbaum es ilustrativo del cuatrienio complicado que se viene en la relación bilateral. Resulta irónico que Morena está por recibir “una cucharada de su propio chocolate”. Trump culpará a México de todos sus males, de la misma forma que Morena culpa a los gobiernos anteriores, a los defensores de Derechos Humanos y a sus opositores de todos los problemas del país que como gobernantes deben resolver. (Colaboró Fernando Escobar Ayala)
Presidenta de Causa en Común