Se aproximan las históricas elecciones intermedias del 2021. Ante esto y de cara a los próximos comicios, vale la pena reflexionar sobre algunos de los resultados del actual gobierno en contraste con sus promesas y las expectativas que generó.

Respecto del tema económico, el presidente no se cansó de prometer un crecimiento a lo largo del sexenio de al menos cuatro por ciento, para lograr un mayor “bienestar”. Pese a estos buenos deseos, el INEGI reportó que, en el 2019, el PIB, en lugar de crecer, se contrajo 0.1%. Vamos en el cuarto trimestre de crecimiento negativo y se pronostica una depresión económica de entre 8 y diez por ciento menos. Como esos números no le convienen al mandatario, ya anunció que iba a medir “el bienestar” y “la felicidad” de los mexicanos. Así pues, cuando la realidad no lo favorece, busca adecuarla a sus decisiones que han sido contrarias a la inversión y a la generación de empleo.

Referente al combate a la corrupción, AMLO prometió que con él ésta se acabaría. Sin embargo, pese a sus palabras, los resultados indican otra cosa. En el Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción 2020, que elaboró la Americas Society, se puede advertir que el país retrocedió en su evaluación. Además, expone que persiste una pobre capacidad para detectar, castigar y prevenir la corrupción, debido a la falta de progreso en reformas institucionales de largo plazo. Por otro lado, este organismo señala que se ha ignorado al Sistema Nacional Anticorrupción, se ha incrementado la asignación discrecional y directa en contratos públicos, y no se han considerado los controles para una mejor gobernanza. En otras palabras, estamos peor. No, la corrupción no se acaba por decreto ni con pañuelitos blancos. Se termina con voluntad y determinación, pero cuando se descubre algún acto de presunta corrupción y que involucra a algunos de sus funcionarios, el Ejecutivo inmediatamente sale a defenderlos y a culpar al neoliberalismo de los ataques.

La seguridad pública también va peor. Recordemos que López Obrador en campaña prometió retirar a los militares “de las calles”. Sin embargo, una vez que fue electo le apostó a que siguieran en la calle con la promesa de mejorar las condiciones de seguridad en el país. Para esto, impulsó una reforma constitucional que le permite por cinco años disponer de las Fuerzas Armadas para que se ocupen de la seguridad pública. Dicho en otras palabras, militares con facultades de policía.

Y la militarización no ha dado los resultados prometidos. Basta revisar los datos oficiales. Por ejemplo, de conformidad con el Secretariado Ejecutivo, el promedio diario de personas asesinadas en el primer cuatrimestre de este año asciende a 99, de las cuales 11 son mujeres. El pasado domingo fue el día más violento del año, con 117 asesinatos. Entonces se crean un “punto de inflexión” inexistente con el que pretenden explicar su fracaso. Nuevamente un intento por enmascarar la realidad.

Por otro lado, es fundamental también ver con ojos críticos a los otros partidos que, a pesar de lo que dijo la ciudadanía en las urnas en 2018, siguen alejados de la gente. Envueltos en el temor de ser perseguidos por el Estado si se presentan como opositores, en batallas internas por conservar lo poco que les queda, en estrategias desarticuladas de contrapeso.

Para comenzar a salir adelante, insisto, se debe no solo conocer lo que le duele a la gente sino ofrecer soluciones y dar resultados. Ojalá que el presidente y su equipo dejen de lanzar gasolina todos los días, en lugar de unirnos para salir adelante todos juntos. Y ojalá las distintas oposiciones logren conectar con la gente y ofrecer las salidas constructivas que tanto nos urgen a todos.

***Colaboró José Francisco de Villa.

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