La violencia en Michoacán no cesa, al contrario, parece ser ya un mal crónico que acumula eventos de manera casi sistemática. Actualmente, el estado parece ser más una zona de guerra con miles de desplazados por la violencia. En cuánto a incidencia delictiva, Michoacán se encuentra en los primeros lugares en lo que va de este año. Tan solo en los pocos meses que llevamos del año, 21 masacres se han perpetrado, en donde las vidas de 105 víctimas han sido perdidas. En octubre con el cambio de gobierno, se anunció que se iban a tomar medidas para combatir a la violencia en la entidad, incrementando la presencia de fuerzas federales, para así, “pacificar” al estado.
Sin embargo, esta medida ha probado ser ineficaz. La violencia parece imparable y, podemos notar esto por los numerosos eventos que han ocurrido en estos primeros meses del año 2022. Por ejemplo, cuando fueron asesinados tres hombres y cuatro mujeres durante un ataque en Zamora, o cuando un comando armado irrumpió en un velorio en San José de Gracia, acribillando al menos a 17 personas o también cuando asesinaron a 20 personas en Zinapécuaro . Todos estos sucesos representan solamente una pequeña muestra de la violencia extrema que vive el estado de Michoacán y que ha obligado a huir a miles de habitantes de Michoacán en los últimos años.
Algunos municipios del estado son un patrimonio criminal codiciado, porque abarca varias rutas de tráfico de estupefacientes, en especial drogas sintéticas, además del cultivo de amapola para la elaboración de heroína, tala ilegal, la extraccion ilegal del hierro y el control creciente de la lucrativa industria de aguacate .Todo esto representa un mar de llanto y de dolor y, como en todo campo de batalla, todo el mundo está perdiendo y esa pequeña luz de esperanza que muchos michoacanos veian en el cambio de gobierno se va apagando.
Aparentemente, el gobernador Ramirez Bedolla tenía la iniciativa de combatir la violencia para que así, la gente que habita en el estado pueda estar en paz. No obstante, las “soluciones” que dice llevar a cabo, no han servido de nada. Lo que sí parece es que el gobernador ha aprendido rápido el discurso del presidente; es decir, culpando a quienes los precedieron en el cargo, pidiendo mas militares disfrazados de policías para aquietar la violencia y apuntando que varias de las víctimas tenían antecedentes penales.
Tras ver este panorama atroz, no es tan complicado darse cuenta que el gobernador se dedica a repartir culpas, intentando pretender que todo está mejor, mientras él en lugar de gobernar, esta dedicado a hacer propaganda de la ratificación de mandato (disfrazada de revocación) del presidente. Y justifica esta ola de violencia como una herencia de la administración pasada y de paso se lava las manos diciendo que le llevara todo el sexenio mejorar la seguridad. Por lo tanto, podemos preguntarnos ¿a dónde vamos a parar si estos comportamientos continúan? En efecto, gobernar es un asunto de poder; por lo tanto, es necesario que se utilice ese poder para lo que le fue otorgado.
Aunque es cierto que la violencia no va a poder ser completamente erradicada, con una estrategia focalizada en bajar el numero de homicidios , se podrían tener resultados alentadores en el mediano plazo, pero no es con despliegue de militares para hacer rondines y levantar cuerpos, es teniendo una estrategia de seguridad y desarrollo social. Al parecer esto no va a suceder si el gobernador no asume su responsabilidad.