Durante estos meses de pandemia, hay un sector del que poco se habla, pero que también ha realizado un trabajo esencial, lo mismo apoyando a comunidades que revelando irregularidades. Se trata de las organizaciones sociales.
Integrantes de la sociedad civil organizada con los que han recaudado fondos adicionales para proveer alimentación a quienes se han quedado sin sustento. Son las organizaciones las que han estado cubriendo las carencias en el sector salud, consiguiendo medicamentos para personas con cáncer o que han provisto de servicios de atención psicológica a las personas para hacer frente a las consecuencias mentales de la pandemia . Intituciones que están trabajando en soluciones para generar fuentes de ingresos alternativas o que se han preocupado por la población penitenciaria o por los policías. A pesar de ese trabajo, el gobierno federal sigue viendo a las organizaciones como enemigos y por eso continúa empeñado en fomentar un ambiente hostil , definido por el acoso político, y plagado de todo tipo de restricciones y fiscalizaciones.
Al presidente no le gusta la sociedad civil, por la misma razón que no le gusta la pluralidad, la democracia, los organismos autónomos , los jueces independientes o la prensa libre: representan la independencia . Por ello, son incontables ya las conferencias de prensa en las que descalifica a las organizaciones, denostando su trabajo y acusándolas de “conservadoras” o “neoliberales”.
También dirige sus ataques a empresarios que muy bien hacen en realizar donativos, como parte de sus definiciones de responsabilidad social. Igualmente, a las asociaciones las “acusa” de recibir financiamientos del exterior, como si ello fuera ilegal, ilegítimo, incorrecto o, ahora que estamos en tiempos de moralina a granel, quizá hasta pecado. Y cuando eso es insuficiente, utiliza al estado para perseguirlas como es el caso de Mexicanos contra la corrupción y la Impunidad a quién están intimidando, acechando con el SAT .
A las palabras y ataques desde el Estado se suman acciones que vulneran la supervivencia de las organizaciones. Recordemos que una de las primeras acciones del gobierno fue retirar los apoyos gubernamentales a prácticamente todas las organizaciones de base. Ahora, la reforma a la Ley de Impuestos Sobre la Renta incorpora disposiciones que dificultan aún más recibir recursos, administrarlos y mantener la personalidad de donatarias.
Las organizaciones también están sufriendo los estragos económicos, y la mayoría apenas sobrevive. En un estudio realizado por Incuba ONG sobre el impacto de la pandemia en las organizaciones, el 58% de los respondientes declararon que no podrían sobrevivir más de un año si no reciben financiamiento adicional. Enfrentan, como el resto de las empresas, de las familias y del país, la mayor crisis de su historia, como para que, además, tengan que padecer los embates de un gobierno hostil.
Hace dos años, México ya enfrentaba enorme retos económicos, sociales, ambientales, con niveles de pobreza y desigualdad inadmisibles. Ahora, después de acciones de gobierno destructivas en todos los órdenes y con la pandemia a cuestas, la situación que padecen la mayoría de las mexicanas y los mexicanos es aún más desesperada. El gobierno federal no sólo no quiere, sino que no puede atender la emergencia , por lo que el papel de las organizaciones debería ser aún más importante que en el pasado. Ya basta de dividir. Ya basta de perseguir. Ya basta de insultar. México no es un gobierno, ni un partido, ni un movimiento. México es su sociedad completa, con sus campesinos, sus trabajadores, sus intelectuales, sus instituciones, sus empresarios, sus políticos y, aunque les pese, sus organizaciones sociales . México no podrá salir adelante dividido. Sería un contrasentido. Contrario a lo que algunos piensan, hay enormes reservas de generosidad y solidaridad . Pronto sabremos si fueron suficientes para superar el reto más difícil de nuestras vidas.
Colaboró Susana Donaire