Con el arresto de Rafael Caro Quintero el pasado 15 de julio, resulta pertinente recordar la urgente necesidad de cambiar la política de control de drogas, impuesta por el presidente Richard Nixon en 1971. El entonces mandatario estadounidense declaró que “el enemigo número uno de Estados Unidos era el abuso de drogas” y lanzó una ofensiva mundial para lidiar con la oferta.
A medio siglo de distancia, la evidencia es contundente, la política prohibicionista no cumplió con su objetivo: evitar el abuso de drogas de los estadounidenses. Asimismo, provocó un violento mercado ilegal y el aumento de la corrupción en los países productores en América Latina. Los estragos para México han sido devastadores, como país productor y por ser el país de tránsito al mayor mercado del mundo, Estados Unidos.
Enfocarse en la oferta para evitar que los estadounidenses abusen de las drogas, es un escandaloso fracaso. En 1970, las muertes por sobredosis alcanzaban a uno de cada 100 mil americanos; para 2006, esta incidencia aumento a 9; y en 2020, con la epidemia del fentanilo, las muertes superaban las 28 personas cada 100 mil.
En México, entre las consecuencias más graves están los distintos tipos de violencias y la corrupción que los grupos criminales han generado. Un número importante de los 397 mil 903 asesinados y de los 86 mil 112 desaparecidos, tan solo de 2006 a la fecha, están vinculados a la violencia de los grupos de narcos.
La estrategia impuesta por Estados Unidos incluye detener a líderes de los cárteles, sin embargo, el resultado es también negativo. Los grupos delictivos han mostrado una alta capacidad para poner un nuevo cabecilla y reconfigurarse. Entretanto han diversificado sus actividades criminales al tráfico de personas, armas, metales, entre otras, con un incremento de las violencias. Mientras, el país vecino sigue recibiendo enormes cantidades de narcóticos y el número de adictos sigue creciendo.
En el caso de la recaptura de Caro Quintero, lo único rescatable es que el gobierno estadounidense, mostró una vez más, que el asesinato de un policía americano nunca queda impune; a diferencia de México, en donde se asesinan al menos a un policia al día sin que la sociedad se inmute y el gobierno lo inhiba.
Aunado a la violencia, la corrupción ligada a grupos criminales con políticos es cada día más cínica. Frente a la inacción del gobierno federal el crimen organizado impuso presidentes municipales, diputados y gobernadores en las últimas elecciones. A través de ejercer violencia contra candidatos que no aprobaban y decidiendo al aspirante. Por citar solo dos ejemplos, el actual gobernador de Sonora participó en la liberación del criminal Ovidio Guzmán y el gobernador de Sinaloa ganó los comicios por la intervención de grupos criminales el día de la elección.
Las drogas son un problema, pero la política de control de drogas potencializa y recrudece esta problemática. Por eso resulta urgente encontrar otras alternativas y soluciones. En este sentido está el ejemplo de Portugal, que en 2001 despenalizó el uso de drogas y lanzó una importante campaña de salud pública para disminuir las adicciones. Si bien la solución no es mágica ni contundente, si es compasiva y mucho más efectiva. Para 2017 el Ministerio de Salud estimó una baja muy importante en los adictos a la heroína, de 100 mil adictos bajó a 25 mil.
Si hoy los americanos consumen más drogas, la violencia en los países productores se ha recrudecido, las instituciones se han debilitado, los grupos delictivos se han diversificado, queda la pregunta ¿quién se beneficia de esta ínutil estrategia? (Colaboró Luis Carlos Sánchez Díaz)