El hackeo a los archivos de la Secretaría de la Defensa (Sedena) aparentemente no le quitan el sueño al presidente Andrés Manuel López Obrador, pero seguramente sí al secretario Luis Cresencio Sandoval, pues están dejando al descubierto no solo correos confidenciales que involucran la seguridad nacional, sino también la dinámica y vicios que existen al interior de la todopoderosa secretaría.
Los documentos obtenidos por el grupo “Guacamaya” y compartido con periodistas e investigadores han ido saliendo lenta, pero constantemente. Leemos que cuentan con miles de investigaciones de delitos cometidos por su personal o por el crimen organizado, pero con muy escasa capacidad de resolución. Sumergida en tareas de construcción, administración, seguridad, la Sedena ha demostrado, además, que es incapaz de ejercer un presupuesto exorbitante.
Los contenidos que han salido a la luz ratifican mucho de lo que organizaciones civiles y activistas hemos señalado con anterioridad. Los militares cometen abusos sexuales, desaparición forzada, detenciones arbitrarias y además espían. Como muestra la investigación del periódico El País basada en la revisión de más de 1,000 archivos, donde encontraron decenas de abusos sexuales cometidos por parte de mandos superiores a subalternas y a civiles pero que, en lugar de hacer una política pública para enfrentarlas, las mantuvieron en secreto y callaron a muchas víctimas.
Esa investigación convalida la denuncia que hice por tuit el 17 de junio pasado en la que advertí que soldados de la Guardia Nacional en las instalaciones de Contel habían abusado sexualmente de dos compañeras, la respuesta por parte de Sedena no se hizo esperar, el siguiente miércoles la lectora de sus mentiras dijo que inventé “una noticia falsa para desprestigiar a la Guardia Nacional...”. El tiempo y la evidencia, han dejado al descubierto que las mentiras vienen de Palacio Nacional y de la Secretaria militar.
Además, de inmediato implementaron “medidas”, alumbraron el área de gradas, les notificaron a los guardias que debían reportar cualquier conducta indebida de sus compañeros y destinaron un camión al interior de Contel para transportar a las mujeres. Nada de esto es una solución, tampoco la medida de darles a firmar una hoja para que se comprometan a no acosar ni violar los derechos humanos de nadie. Se necesita implementar una política pública en materia de género que rompa con la cultura machista enquistada en los cuarteles desde hace décadas.
La filtración de miles de documentos se puede convertir en un huracán de aguas negras, que bañe y ensucie una de las instituciones más importantes del país. Amenaza con mermar las ya de por sí endebles filas de militares.
Para cambiar eso, más que minimizar los hechos y guardar silencio, se necesita limpiar para reconstruir; Sedena requiere una reforma constitucional profunda para que todo lo que salga del huracán permita dejar buenos cimientos, abrirla a la rendición de cuentas de todas sus acciones y del presupuesto que ejercen, a excepción de lo que es estrictamente seguridad nacional, y sacudirle todas las responsabilidades extras que hoy la ahogan.
No puedo terminar esta columna sin abrazar a los miles de soldados que ingresaron al Ejército creyendo en una institución con principios y valores democráticos, que hoy se sienten humillados y avergonzados por sus jefes. Comparto su indignación.
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