En medio de las violencias que vivimos y de miles de personas que están involucradas en grupos criminales, también hay miles de mujeres que todos los días dan muestra de su valentía, coraje y resiliencia; y salen a buscar hasta por debajo de las piedras a sus desaparecidos.

Buscar personas desaparecidas no es nuevo en América, desde la Patagonia hasta Tamaulipas se registra este terrible fenómeno. En el siglo pasado en el desierto de Atacama, en el norte de Chile, en medio de la nada, decenas de mujeres labraron una historia de entereza, buscando durante décadas a sus familiares desaparecidos por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

En Argentina en 1978 durante el Mundial de fútbol, un periodista holandés se percató que un grupo de mujeres daban vueltas sobre la Plaza de Mayo, cargaban las fotografías de sus desaparecidos, las llamaban “las madres locas”, fue entonces cuando sus voces comenzaron a tener eco. Ellas, agrupadas en la organización Abuelas de Plaza de Mayo han logrado localizar y restituir a sus legítimas familias a 133 niños desaparecidos (regalados a militares o vendidos) durante la última dictadura en Argentina.

En Colombia, en las últimas cinco décadas miles de personas han desaparecido. Todo este dolor por conflictos internos vinculado a la guerrilla y a la guerra contra las drogas. Ahí, organizaciones de familiares de personas desaparecidas, como "Madres de Soacha" se dedican a buscarlos. Centroamérica tiene una historia similar, en Guatemala, Honduras y El Salvador también hay al menos una docena de organizaciones en búsqueda de sus desaparecidos.

Además, al inicio del siglo XXI como consecuencia de las violencias y la pobreza aumentaron los flujos migratorios principalmente de Centro América; a las caravanas migrantes les siguieron las caravanas de madres que buscan a sus hijos desaparecidos. Desde 2004 de Honduras, El Salvador y Guatemala madres organizadas por el Movimiento Migrante Mesoamericano vienen a México siguiendo a pie caminos que imaginan hicieron sus hijos. Gritan su dolor en un país extraño que les arrebató a quienes aman. Sin embargo, su clamor es opacado por la indiferencia de las autoridades.

Nuestro país es donde más migrantes y mexicanos han desaparecido en el siglo XXI. Las autoridades se niegan a encontrarlos, y cuando las colectivas de madres los encuentran, almacenan los restos, pero no los identifican (más de 52 mil restos sin identificar). No solo eso, también se niegan a dar la cara.

En días pasado el Ejecutivo recibió a la presidenta de Las abuelas de Plaza Mayo, pero es incapaz de ser empático con el dolor de las madres buscadoras mexicanas, ellas en su mayoría -me dicen- que no les interesa que las reciba, quieren que reconzca y solucione,

pero lejos de eso, es incapaz al menos acompañarlas a una búsqueda. En lo que falta del sexenio no hará lo que prometió: regresar a los desaparecidos a sus madres. Pero si intentará, incluso de forma artificial, bajar el número de desaparecidos para presumir su logro.

En todo el continente estas madres tienen mucho en común; son víctimas de gobiernos ineficaces y corruptos y de sociedades indiferentes, pero también nos dan una lección de valentía y entereza.

Por tanto, no se entiende desde el punto de vista moral y ético la actitud del presidente al minimizar la tragedia de nuestros desaparecidos, todo indica que la simpatía por los grupos criminales le es más redituable. Quizás como le comentó en un encuentro con madres buscadoras, a otro funcionario sin darse cuenta de que el micrófono seguía abierto “déjalas que griten, da igual"

Colaboró Irais Arenas

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