La discriminación hacia la comunidad científica femenina es un problema que ha perdurado durante mucho tiempo. A pesar de que las mujeres han contribuido a numerosos campos científicos, el reconocimiento de sus logros ha sido escaso. Esto es especialmente visible en la entrega de premios Nobel, donde las mujeres están claramente subrepresentadas.
Para no ir más lejos, ni en 2022 ni en 2023 hubo Premio Nobel en ciencias para una mujer. Y a lo largo de la historia, los hechos y las cifras hablan por sí solos: desde 1901, cuando ocurrió la primera ceremonia de entrega de Premios Nobel en Literatura, Paz, Economía, Física, Química y Fisiología o Medicina, estos se han otorgado a 901 hombres y 64 mujeres (hasta 2023). De este total, en Física, Química y Fisiología o Medicina (ciencias), los han recibido 581 hombres y solo 18 mujeres (205 hombres y 2 mujeres en Física, 174 hombres y 4 mujeres en Química, 202 hombres y 12 mujeres en Medicina).
Abundan las historias de científicas brillantes cuyos méritos han sido minimizados o, peor aún, sus colegas masculinos se han apropiado de sus logros. Uno de los ejemplos más notables de esta injusticia en el siglo pasado es el caso de Lise Meitner, una física austriaca que jugó un papel crucial en el descubrimiento de la fisión nuclear, hallazgo fundamental que llevó a la era atómica. Pero el Premio Nobel de Química de 1944 fue otorgado a su colaborador Otto Hahn, quien recibió todo el reconocimiento, dejando a Meitner en la sombra.
Del mismo modo, Chien-Shiung Wu, una física china, realizó importantes experimentos que invalidaron la ley de la paridad en física. Sus hallazgos revolucionaron la comprensión de las leyes de simetría en la física de partículas. A pesar de su enorme contribución, el Premio Nobel en Física de 1957 fue concedido a sus colegas teóricos masculinos, mientras que Wu también fue pasada por alto.
Esther Lederberg también enfrentó una discriminación similar. Esta microbióloga y genetista hizo descubrimientos fundamentales para la biología molecular moderna. Sin embargo, cuando su esposo Joshua Lederberg recibió el Nobel en 1958 por trabajos relacionados, Esther fue soslayada.
Dorothy Thomas, quien desarrolló el trasplante de médula ósea junto a su esposo E. Donnall Thomas, cambiando para siempre el tratamiento de enfermedades como la leucemia, tampoco fue reconocida con el Nobel. En 1990, E. Donnall Thomas recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, y Dorothy, cuyas contribuciones fueron críticas para ese éxito, no recibió el mismo honor.
Los orígenes de esta discriminación son multifactoriales. Desde siglos atrás, la ciencia ha sido una esfera dominada por hombres, reforzada por normas sociales y políticas que limitaban el acceso de las mujeres a la educación avanzada y a posiciones académicas influyentes. La idea de que ellas eran menos capaces que los hombres en el ámbito científico fue un prejuicio profundamente arraigado que obstaculizó el progreso de muchas científicas brillantes. Además, las redes de poder en las instituciones científicas discriminaron a las mujeres, minimizando su trabajo y negándoles oportunidades de liderazgo y reconocimiento.
Hoy en día, solo el 20% de los puestos de liderazgo en ciencia son ocupados por mujeres, situación que refleja las brechas enormes que aún se deben enfrentar en la materia. No podemos omitir que el equilibrio entre la vida laboral y personal sigue siendo un desafío mayor para las mujeres, afectando su capacidad para alcanzar altos cargos porque deben cumplir, sin importar a qué se dediquen, con labores de cuidado no remuneradas.
¿Cuántas galardonadas veremos en esta semana del Nobel? Ojalá que la gran ganadora sea la paridad de género, esa sí que sería una noticia digna de medalla en este tiempo de mujeres.
@MaElenaEsparza