En semanas recientes el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó señalamientos hacia la UNAM y las universidades, lamentando que se hayan derechizado, y afirmó que todas las instituciones de educación superior “fueron sometidas al pensamiento neoliberal”. En subsecuentes declaraciones acotó sus críticas a los grupos de poder que gobiernan la UNAM.
¿Cuál es la discusión abierta por el presidente? ¿Qué pasa en la UNAM? ¿Qué universidad de la nación necesita nuestro país? ¿A quién atañe la transformación de la UNAM? Son preguntas obligadas para las y los universitarios y la sociedad toda.
Con la consolidación del neoliberalismo en el país, sobre todo desde la firma del TLCAN y la incorporación de México a la OCDE, se avanzaba en el proceso de convertir a la educación de un derecho social a una mercancía.
No se trata sólo de abrir la educación al mercado, sino de cambiar su sentido, modificando planes de estudio, incorporando controles para la definición de qué enseñar y qué investigar. Es la disputa del capital financiero de uno de los instrumentos fundamentales para la construcción de la hegemonía para el ejercicio de su poder: las universidades y frenar los procesos contrahegemónicos de los distintos sujetos sociales.
Dos instrumentos fueron fundamentales: 1) la reducción presupuestal aunada al subsidio a la iniciativa privada, a través del uso de fondos públicos, y 2) La evaluación, ligada al falso concepto de “calidad educativa”.
Esto ayudó a imponer la idea de que la Universidad debe costar, porque de lo contrario no se valora, que fue la justificación para elevar cuotas, (intento fallido en dos ocasiones, 1986 y 1999 gracias a los movimientos estudiantiles de esos años). Por otro lado, la Universidad intensificó vínculos con grupos empresariales, a partir de convenios de investigación.
Para el control del sector académico, se introdujeron esquemas productivistas, que ayudaron a romper el tejido social y terminar con la vida colegiada, la diferenciación salarial, precarización de la mayoría de las profesoras y profesores con un elemento de inestabilidad en el centro para inhibir su participación fueron piezas claves.
En este momento, existe en la UNAM todo un sistema que reproduce el empoderamiento de los grupos de interés: Rectoría al servicio de su grupo, Junta de Gobierno afín a la Rectoría, Direcciones al servicio de Rectoría y no de las comunidades, falsa meritocracia porque llegan a los cargos los más comprometidos con el grupo, no los que tienen más méritos académicos o reconocimiento de sus comunidades. Los más visibles son el de los médicos y abogados, Soberón-Carpizo, actualmente de José Narro, connotado priista. Esto se acompaña de un uso patrimonialista y faccioso de los presupuestos.
La soberbia del grupo que gobierna hoy, ha llevado a que, en la Junta de Gobierno, se incorpore y cobije a un investigador acusado de malos manejos del Foro Consultivo Científico y Tecnológico de Conacyt.
¿Qué hacer? La UNAM es patrimonio de mexicanas y mexicanos, y debemos defenderla como institución pública, con un fuerte compromiso social, de conciencia crítica y desarrollo de ciencia y tecnología para transformar al país en un sentido soberano y democrático.
A las comunidades académicas, estudiantes y profesores, investigadores, nos corresponde rearticularnos y recuperar la vida colegiada, la participación activa para democratizar a la UNAM y contribuir a la democratización de México.
Profesora de la Facultad de Economía UNAM e integrante del CACEPS