El martes 10 y el miércoles 11 de septiembre serán días recordados porque si la mal llamada Reforma Judicial cobra vigencia, el desastre será mayúsculo. De principio a fin la “reforma” obedece a los peores sentimientos de un gobierno que, alimentado de rencor y venganza, construyó una iniciativa que termina con la independencia del Poder Judicial de una manera cruel e ineficaz a través de una sustitución y con el despido masivo injustificado e inexplicable de miles de personas. Y por si fuera poco la reforma elimina los efectos generales de las sentencias de Amparo contra leyes obligando a los más pobres a litigar para defenderse (me sorprende que pocos hagan referencia a la consecuencia injusta de esta parte de la reforma).

Recuerdo la sesión del Senado y comparto con ustedes la desazón y el desánimo que significó ver uno de los espectáculos públicos más degradantes que hemos presenciado en México. Qué lejos estamos de Belisario Domínguez, de Luis H. Álvarez, de Gabriel Jiménez Remus, de Heberto Castillo. Llevo muchos años en la política y les aseguro que esa mal llamada reforma judicial es el resultado de los antivalores más degradantes que se pueden ver en la política.

Morena, el oficialismo, consiguió esa reforma con base en la propia infame sumisión de sus legisladores: Indignidad es lo que se veía en los rostros que alguna vez pronunciaron la palabra “Justicia” o “Constitucionalidad” o “Derecho”. Cualquier concepto profundo del Derecho choca con el fondo y la forma de esta reforma. Bastaba también ver las caras de celebración de los morenistas, que habían obtenido la mayoría calificada de manera perversa.

Todos sabemos que la reforma fue aprobada por el uso faccioso del poder del estado y por la manera perversa en la que se manejó el poder público para extorsionar, amenazar, amedrentar a todo aquel que se dejara. Además, la propia sesión en el Senado estuvo plagada de mentiras, de muchas mentiras. Una sesión así debería anularse.

No pretendo salvar ni justificar el acto de Miguel Ángel Yunes (el de Yunes Márquez como el de Yunes Linares) quienes tienen su propia historia, sobra decir que el senador llegó a ser parte de la dirigencia nacional de Acción Nacional gracias al apoyo que le brindaron Ricardo Anaya y Madero. Ya mucho se ha dicho y se dirá al respecto de la cobardía con la que enfrentaron las amenazas, además del hecho de que no fueron los únicos amedrentados. Tampoco pretendo disculpar al senador Daniel Barreda, de Movimiento Ciudadano, y el espectáculo con el que engañó incluso a varios miembros del su partido. El hecho es que esos senadores tenían viciado el consentimiento y deberíamos detenernos a analizar si es válido aprobar una reforma de tan importante calado sólo con la “ayuda” de quien sufrió violencia moral para votar a favor de ésta. Si sentamos ese precedente, no vamos a tener punto de regreso. Pensemos por un momento en lo grave que esto es para el futuro de nuestro país.

La otra parte es el desaguisado de la propia oposición con una clara falta de estrategia, pero prefiero no abundar en este tema y menos en este día. Ya bastante fuerte es recordar la degradación colectiva que vimos en la sesión del Senado de la República y la manera en que Morena obtuvo sus votos: con extorsiones, amenazas, tentaciones, mentiras, muchas mentiras. Y pienso que algo así pasó el 2 de junio.

De cualquier manera, nuestro país sigue vivo. Y gritamos “Viva México” sobre todo ahora que nos lo quieren arrebatar, hoy es más que nunca evidente que nos quieren robar el alma para que ya no luchemos por nuestro país y su justicia, por nuestras libertades y dignidad de la política y del derecho. Gritamos “Viva México” a pesar de sus males, pero con la certeza que nos da el conocerlo y por eso amarlo.

Diputada federal. @Mzavalagc

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