Quiero referirme a 2 mexicanos que se fueron. Al Maestro Héctor Fix Fierro lo conocí como abogado, en la defensa constante de la legalidad, del Estado de Derecho, del respeto a los Derechos Humanos. Sus escritos, sus investigaciones, seguramente sus clases, siempre dieron dignidad al Derecho. A Frank Devlyn lo conocí en su empeño constante por ayudar a los otros, a los más pobres. Sin demagogia, Devlyn buscaba la libertad de los que menos tienen poniendo las condiciones para que pudieran crecer sin depender de nadie. Los dos le dieron dignidad a México y nos harán falta.
En medio del dolor por quienes han fallecido, de la preocupación por aquellos que han sido contagiados por el Covid-19 y esperan con paciencia sanar; entre la preocupación ante la manera esquizofrénica con que la autoridad está decidiendo los pasos a seguir, iremos regresando a la “normalidad”.
Y mientras intentamos alcanzar esa posible “normalidad” compartimos nuestra preocupación por la debilidad democrática en la que México se encuentra. El debilitamiento de la democracia inicia desde la autoridad.
Se debilita la democracia cuando el que detenta el poder público cree que tiene derecho a burlarse abiertamente, a anular públicamente a su opositor, como se hace en “las mañaneras” en la que el presidente califica y descalifica a sus contrarios, o cuando vemos al subsecretario en funciones de secretario, modelo e ideólogo, descalificar a una senadora de la oposición a través de la burla.
Se debilita la democracia cada vez que este gobierno toma decisiones que destruyen lo construido con anterioridad, movido sólo por el resentimiento, rencores y venganzas. Y es que este gobierno destruye instituciones que nos ha costado mucho esfuerzo crear a todos los mexicanos, quizás porque se le “atravesó” la democracia y no sabe qué hacer con ella y tal parece que lo que quiere es precisamente destruirla.
Pero la democracia y su supervivencia no dependen sólo del gobierno, sino también de los ciudadanos. Los ciudadanos tenemos la tarea y la obligación de fortalecer la democracia, sobre todo en circunstancias como la nuestra en que ésta se encuentra amenazada desde el poder.
Fortalecemos la democracia cuando tenemos la conciencia clara de lo que es un Estado Democrático y Constitucional de Derecho, concepción que implica y lleva la defensa de los Derechos Humanos y de la división de poderes.
Fortalecemos la democracia cada vez que quienes pensamos distinto marcamos y hacemos patentes nuestras diferencias, siempre y cuando lo hagamos pacíficamente cumpliendo con el Derecho.
Fortalecemos la democracia si caemos en la cuenta de que ésta no empieza ni concluye con el ejercicio del voto en unas elecciones, sino que requiere nuestro compromiso y el uso valiente de nuestra libertad. Sí, es hora de ejercer valientemente nuestra libertad. Basta de mediocridades disfrazadas de “superioridad ideológica”. Así que, los que se sienten “intelectuales”, del “círculo rojo”, los que dicen ser “miembros de la sociedad civil” y que por esa razón no le entran a los partidos políticos, más vale que vayan decidiendo cómo y de qué forma ayudan a fortalecer y construir un México más democrático, porque allí donde están ahora, criticando ideologías y posturas que van de un extremo al otro del espectro político, poco van a lograr. Y lo saben, no tengo la menor duda.
Defender la democracia y el estado de derecho no es una tarea fácil. Requiere de paciencia y de inteligencia además de una pasión de todos los días. En nada ayuda la desesperación, ni la reducción que descalifica el esfuerzo de los otros. Si hemos de regresar a la normalidad, luchemos porque esta normalidad sea una normalidad democrática. Y para ello vamos a necesitar pensar, decidir y hacer cosas extraordinarias.
Abogada