Millones de mexicanos —sí, millones— estamos agotados de la manera en la que nuestro país pierde oportunidades y se desmorona institucionalmente. Un México que pierde liderazgo y dignidad en el mundo. Muchos jóvenes saben lo mal que estamos y lo mucho que miente el gobierno, pero quizás están cansados de oírnos a sus padres hablando mal del gobierno de Morena, de la inseguridad, de las consecuencias de una mala relación con Estados Unidos y Canadá. Pero tenemos motivos para estar preocupados.
Mi generación es la generación de la transición democrática. Y quienes tenemos hijos universitarios llegamos a ver, años atrás, un México bien colocado, con un sistema de salud que se perfeccionaba, con un crimen organizado que se enfrentaba con la fuerza del Estado sin claudicaciones; vimos también un sistema educativo al que se le invertía dinero, fuimos testigos de acuerdos ambientales y de medidas de promoción de energías limpias y renovables. Además, cabe aclarar que la generación de los padres de universitarios fuimos la primera en que pudimos sacar provecho de la vecindad con Estados Unidos y con Canadá.
Nos preocupa un gobierno al que no le importa el futuro y, por eso, no le importan los jóvenes; lo que le importa son las elecciones del presente; por eso no les preocupa el cambio climático, ni las consecuencias futuras del pleito con Estados Unidos y el debilitamiento de la relación bilateral. El gobierno de Morena no tiene planes a largo plazo, y en consecuencia, no se preocupa por las nuevas generaciones.
Nuestro error ha sido ser monotemáticos. La molestia, la indignación y el enojo no le dan ninguna esperanza a los jóvenes de nuestro país, lo que puede dar esperanza son los caminos para que puedan construir sus sueños en México y no fuera de él. Los jóvenes nos tienen que ver en acción: reuniéndonos, escuchándonos, haciendo actividades.
La invitación es que, sin dejar de señalar el daño que ocasiona cada decisión del gobierno de Morena, la acompañemos con propuestas para corregir el rumbo o para reordenar el desorden y reconstruir nuestro país. Pero además de propuestas tenemos que revalorar algunas palabras que han sido tan manoseadas por este gobierno que han pedido su valor, palabras como “democracia”, “política”, “honestidad pública”, el “bien común”, el “sentido comunitario”, la “igualdad” y, especialmente, la “dignidad de la persona”.
La invitación es que todos hagamos política pero en el sentido que le daba don Luis H. Alvarez: “La política no debe ser un ámbito de mezquindad, resentimiento, ni bajas pasiones, sino una oportunidad para servir a los demás con convicción y esperanza”. Sé que el gobierno de Morena ha logrado polarizarnos, al grado de odiarnos unos a otros. Pese a todo ello, estamos a tiempo para iniciar la recuperación de nuestra patria, para que veamos con esperanza la realización de un México libre y ganador, digno y ordenado. Un México en paz como resultado de la solidaridad, la justicia y el deber cumplido.
Nota
Desde hace más de cinco años escribo los lunes en este diario EL UNIVERSAL que me abrió las puertas generosamente para publicar mis artículos. Es la primera vez que la publicación de mi participación coincide con mi cumpleaños; la próxima será en 2033 (para esa fecha espero que la oposición de hoy esté en su segundo periodo de gobierno). Por lo pronto, y aprovechando mi cumpleaños 55, permítanme dar gracias a Dios por la familia que me vio nacer, por la que he construido con Felipe y por el lugar en el que nací: México que es la tierra de mi hijos de mis padres y mis abuelos. A México le tengo amor y gratitud y mantengo el deber de servirlo a través de una de las actividades humanas más hermosas que conozco: la política que es “júbilo y esperanza”.
Diputada federal
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