Ahí vamos, en desacuerdo, enojados, polarizados, en gran parte como resultado del discurso de odio que todos los días escuchamos, con el que nos despertamos todas las mañanas. A veces el discurso se intercala con canciones, con poemas mal declamados y mal recitados, a veces degradando una imagen religiosa y popular en amuleto (todavía no sé por qué nadie protestó al respecto).

Claro que hay otras razones para estar enojados: en el peor momento de la pandemia y cuando se generan más contagios, con el mayor número de fallecidos, cuando más ha subido la tasa de desempleo, con la inseguridad pública instalada, cuando sufrimos una gran crisis económica y social, el presidente de México nos habla de diez puntos que, además, no tienen absolutamente nada que ver con el ejercicio del poder ejecutivo. Dentro de esos diez puntos no hay un solo plan, no hay visión, solo sabemos que hay tres proyectos y la propuesta de acciones que claramente buscan que el partido en el poder no pierda popularidad ni votos, aunque eso implique un mal económico.

Pero no sólo es la falta de Estado lo que impera, sino que el presidente ha dividido al país y coloca a los mexicanos en dos esquinas. En una, los que “están conmigo”, dice en tono antidemocrático y, en la otra, los que “están contra mí”. No es la primera vez que lo hace. En el discurso de toma de posesión, la soberbia y el odio salió a relucir cuando dijo: “les haré la vida imposible”, refiriéndose a los conservadores, y avisó que pensar distinto era igual que un delito.

En una esquina están todos los que piensan como él. Bueno, eso cree el presidente, porque incluso dentro de su esquina se han generado peleas porque hay quienes piensan “más como él” que otros. Pero a mí me preocupa “todo México”, un México en el que viven también los de la esquina contraria, a la que él nos mandó, es la esquina de quienes no pensamos como él, y dentro de la que, desgraciadamente, muchos han repetido y repiten el nivel de odio que ha generado el gobierno.

Deberíamos darnos cuenta de que no somos luchadores en “una esquina” sino una buena parte de la población que piensa distinto al presidente. En esa supuesta “esquina contraria” estamos todos los demás. Y mal haríamos en repetir los esquemas de violencia y odio que son tan comunes en el gobierno actual porque nada vamos a ganar. La exigencia de estar en contra de López Obrador, sin ningún reparo, está generando una ceguera y una sordera peligrosa que se advierte en el ánimo de muchos países en los que gobierna un populista.

Me parece que poco podemos hacer si nos asumimos parte de una “esquina” en la que nos han colocado quienes nos gobiernan. Cada uno de nosotros, tendremos que hacer un esfuerzo por ser respetuosos del otro, de la historia del otro y del esfuerzo ajeno, siempre y cuando estos esfuerzos se hagan en paz y dentro de la legalidad. Antes de actuar, no estaría mal revisar si tenemos que agregar a nuestra lucha algo distinto del odio, le hemos de agregar inteligencia, de sumar corazón para que en esta gran batalla por la democracia salga lo mejor de cada uno de nosotros.

Cuidado con el odio. En una hermosa carta de Edmundo Pérez con respecto al asesinato de su padre hace casi 50 años señala, a nivel de advertencia:

“Desde que arrebataron la vida a mi padre, he hecho un gran esfuerzo para no sucumbir al deseo de venganza. … Sin embargo, considero que es mi deber recordar este capítulo de la historia para que no olvidemos adónde conduce el fanatismo político-ideológico, y adónde puede llevar la inclinación terrible de querer borrar a los que piensan distinto.”

No le demos paso a la violencia, desde ninguna esquina y en ningún momento. Demos la batalla por la democracia y dentro de la democracia, aunque sea más difícil.

Abogada

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