La “Catrina”, creada en 1910, por el cronista satírico del siglo XIX y principio del XX, el hidrocálido José Guadalupe Posadas, denominada “La Calavera Garbancera”, retomada en 1947 por Diego Rivera en el mural titulado “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, se ha convertido en una figura emblemática del Día de Muertos, que en México y diversos países de América Latina se celebra el 2 de noviembre.

Es impresionante cómo se van conformando las tradiciones a través del tiempo y del espacio. Cómo se entrelazan tres acontecimientos para dar lugar a una situación homogénea que se convierte en algo de emblemática singularidad. Por orden cronológico: la conmemoración del Día de Muertos, la Calavera Garbancera y la Catrina.

El Día de Muertos es una celebración al recuerdo de nuestros seres queridos, familiares y amigos que han transitado por esta tierra y que se han adelantado en partir de ella. La razón de ser es privilegiar su recuerdo sobre el olvido. Es una tradición que surge de la fusión de dos culturas, la española y la indígena.

La Calavera Garbancera surge de la imaginación de José Guadalupe Posada, el reconocido grabador, caricaturista y cronista, nacido en Aguascalientes. En el museo que lleva el nombre de este artista mexicano se describe como el grabado en metal de 17 x 22 cm, que representa la imagen de una calavera ataviada con un sombrero de plumas a la moda europea de finales del siglo XIX.

Esta imagen emblemática tuvo su origen en la crítica periodística de la época en que la clase media se burlaba de la política gubernamental del país y de las clases privilegiadas. Crítica que se acompañaba de dibujos de calaveras y esqueletos ataviados con vestimentas de gala, en diversos escenarios.

Se denominó la Calavera Garbancera para ridiculizar a las personas que vendían garbanza, pretendían aparentar ser europeos y renegaban de su raza y de su herencia cultural de origen indígena; así como para satirizar a toda persona que trataba de representar una posición social que no correspondía a su realidad. Posada señaló al respecto: ”En los huesos, pero con sombrero francés, con plumas de avestruz”.

La Catrina. Años más tarde, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia encargó a Diego Rivera un mural para el comedor del Hotel del Prado, que se encontraba ubicado sobre Av. Juárez, frente a la Alameda. En 1947, Diego Rivera concluyó la obra. Un trabajo de los más grandiosos y reconocidos. El mural de 15 metros de largo denominado “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. En esta obra se dan cita en una tarde de primavera, en la Alameda Central, numerosos personajes representativos de la conquista, independencia, revolución, indígenas, presidentes, campesinos, vendedores, escritores, políticos, hombres, mujeres, niñas y niños. Algunos perfectamente identificables como Benito Juárez, Sor Juana Inés de la Cruz, Zapata, Cortés, José Martí, entre muchos otros.

En el centro de la obra se aprecia, ahora, de cuerpo entero, al esqueleto elegantemente ataviado, con sombrero francés con plumas de avestruz, denominado a partir de esta recreación La Catrina, del brazo de su creador José Guadalupe Posada y tomando con la otra mano al niño Diego Rivera, quien a sus espaldas tiene a Frida Kahlo que abraza con afecto al niño.

En la actualidad, La Catrina, producto de la conjunción de estas tres circunstancias, se ha convertido en uno de los personajes más representativos de la cultura popular mexicana, pero además en la alegoría que simboliza, en nuestro país, la conmemoración del Día de Muertos.

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Ministra en retiro de la SCJN

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