En la memoria acuñada por la historia, el nombre de Hipatia de Alejandría resuena en el campo de la ciencia con sorprendente reconocimiento. Nació en Alejandría, Egipto, en el siglo IV, en ese crisol helénico de culturas y artes. Hipatia se erigió como una estrella fulgurante en un firmamento en el que las únicas figuras resplandecientes eran los varones. Se convirtió en eterno emblema de conocimiento y fortaleza femenina. Una voz cuyo eco plagado de estudio, dedicación y sabiduría todavía se escucha en los rincones silenciosos de la historia.
La infancia de Hipatia se tejió con los hilos de la ciencia. Se encaminó en el vasto campo del conocimiento de la mano de su padre, su guía, su mentor. Teón de Alejandría, un renombrado matemático, astrónomo y custodio de la Biblioteca de Serapeo. Juntos escribieron tratados de astronomía y geometría. Entre estrellas y números, estudiaron los misterios de Ptolomeo, Euclides y Diofanto.
Bajo la tutela de su padre Hipatia se educó en filosofía, además de matemáticas, astronomía y geometría. Disciplinas en las que eventualmente superaría a sus contemporáneos, incluidos a varios de sus instructores.
Hipatia no sólo se sumergió en el reino de lo teórico, también extendió su actividad a las ciencias aplicadas. En una publicación de National Geographic, se le atribuye la creación del hidrómetro, un instrumento para medir la densidad de los líquidos, con lo que reveló nuevas dimensiones del mundo tangible.
Hipatia es recordada por sus numerosas contribuciones en las materias precisadas. Aportó significativamente a la comprensión de los principios de la geometría y el álgebra. Así como en la mejora del diseño de los astrolabios y los planisferios. El astrolabio es un “instrumento bidimensional de la esfera celeste, capaz de reproducir en forma manual, su movimiento de rotación”, utilizado desde la antigüedad para medidas astronómicas, topográficas y horarias. El planisferio “es la representación de la esfera terrestre en un mapa a escala que reproduce la superficie terrestre con la distribución de los continentes y los océanos”, nos muestra las características físicas de la tierra.
Sus enseñanzas y escritos, aunque en su mayoría perdidos en la historia, fueron citados por sus contemporáneos y por generaciones posteriores como ejemplos de claridad y rigor intelectual.
Hipatia también fue una gran educadora y filósofa. Dirigió la Escuela Neoplatónica de Alejandría, en donde fue respetada y admirada por fomentar un espacio inclusivo en el que se aceptaban cristianos, paganos, hombres, y mujeres. Promovió en sus alumnos el amor al conocimiento y el desarrollo de un pensamiento crítico. Sócrates la consideró como parte de la trilogía del platonismo y la ubica enseguida de Platón y Plotino.
La muerte de Hipatia marcó un triste epílogo para una era de ilustración en Alejandría. Arrebatada violentamente por el fervor extremista, propiciado por divergencias religiosas, que la colocaron injustamente en el centro de una discusión sesgada. Su muerte no sólo simbolizó la pérdida de una erudita excepcional, sino, el crepúsculo de la tolerancia en una ciudad que había sido faro de la cultura y el conocimiento. En este acto funesto, que resonó a través de los siglos, subrayó cómo la oscuridad de la ignorancia puede extinguir la luz más brillante de la sabiduría.
Hipatia, luminaria de la ciencia y la filosofía trascendió en el tiempo como musa inspiradora de generaciones venideras. Su legado invita a seguir sus pasos, a caminar con decisión y tenacidad frente a la adversidad. Su espíritu inquebrantable y sabio, sigue encendiendo la flama de la curiosidad y el coraje en los corazones que buscan la verdad.
Ministra en retiro de la SCJN
@margaritablunar