Sandra Day O’Connor, figura emblemática de la historia jurídica de los Estados Unidos. La primera mujer designada ministra de la Corte Suprema de ese país, falleció el pasado 1 de diciembre, a la edad de 93 años. Su presencia en el tribunal más alto no sólo rompió barreras de género, sino que redefinió el papel y la influencia de las mujeres en el ámbito legal y político.

Sandra Day O’Connor nació el 26 de marzo de 1930, en El Paso Texas. Su vida se desarrolló en pleno contacto con la naturaleza, en el rancho de sus padres en Lazy B., Arizona. Creció en un ambiente de valores que forjaron su carácter honesto, firme, decidido e independiente.

La vida de Sandra en un lugar apartado y remoto no fue obstáculo para que sus padres le procuraran una sólida educación. Desde muy joven  sobresalió por su inteligencia y liderazgo en la escuela de El Paso, en donde vivió con su abuela.

Estudió economía en la Universidad de Stanford, en donde se graduó, en 1950, con magna cum laude. Posteriormente continuó sus estudios en la Facultad de Derecho de esta misma Universidad. Nuevamente, su dedicación la llevó a formar parte del Consejo Editorial de la prestigiada revista universitaria “Stanford Law Review”. Se graduó de esta segunda licenciatura en 1952, en una época en la que muy pocas mujeres estudiaban derecho, menos aún culminaban dos carreras y destacaban en la materia jurídica.

Para las pocas universitarias de esa época, encontrar trabajo era un gran desafío, pues muchas firmas de abogados no tenían por costumbre contratar a abogadas mujeres. Finalmente pudo obtener un puesto en una firma en San Mateo, California, en donde ingresó sin sueldo y sin oficina propia.

Ya casada, en 1957 junto con su esposo emigraron a Phoenix, Arizona, en donde su carrera tomó un derrotero distinto. Trabajó en una firma de abogados. Tiempo después, en 1965, fue asistente del Fiscal General de Arizona y en 1969 se convirtió en la primera mujer en ocupar un escaño en el Senado Estatal de Arizona. Del que ocho años más tarde se convirtió en la líder de la mayoría y en donde fue reconocida como legisladora eficiente y respetada.

En 1975 su carrera profesional dio un cambio inesperado, cuando fue nombrada Jueza en el Tribunal Superior de Maricopa County, Arizona. Su desempeño responsable, honesto y profesional, le mereció en 1979 su ascenso al Tribunal de Apelaciones de Arizona.

Su visión pragmática y apartidista unida a su impecable comportamiento ético, fueron determinantes para que en 1981 el presidente Ronald Reagan, la nominara para suplir al juez Potter Stewart, con motivo de su jubilación en la Corte Suprema. Con lo cual, el presidente Reagan cumplió una de sus promesas de campaña.

Nombramiento que fue apreciado por la sociedad estadounidense, no sólo como un cambio en la política, sino, como una evolución en la percepción social sobre el papel de las mujeres en posiciones de alto nivel. Sin embargo, también enfrentó escepticismo y oposición de algunos sectores preocupados por sus puntos de vista sobre temas como el aborto. No obstante, fue confirmada unánimemente por el Senado.

Sandra Day O’Connor abrió puertas, antes celosamente cerradas, a futuras generaciones de mujeres. Su capacidad para ser un voto decisivo en muchos casos clave, reforzó la importancia de su rol en la Corte y en la historia de su país. Rompió la barrera de género en uno de los pilares más importantes de la democracia estadounidense, la judicatura. ¡Descanse en paz!

Ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

@margaritablunar

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