En publicación realizada en días previos, me referí a la brillante trayectoria de don Sergio García Ramírez. Al jurista destacado que llenó con su presencia todos los espacios que profesionalmente ocupó. En esta ocasión dedicaré estas líneas a su gran calidad humana externada invariablemente en todos los actos de su vida.
Don Sergio llegó a este azaroso mundo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en razón de que su padre, don Alberto García Balda, militar de profesión, fue enviado a esa ciudad por motivos de trabajo. Su madre, Italia Ramírez Salem, de ascendencia italiana y chiapaneca. Hermosa dama a quien sus padres prodigaron extraordinaria educación que no era tan acostumbrada para las mujeres de su época.
En el maravilloso libro de las memorias de don Sergio, denominado “Del Alba al Crepúsculo”, en el que nos comparte con la elegante espontaneidad que lo caracterizó, las vivencias de su infancia, la influencia de su abuelo, de su madre, su juventud, su trayectoria profesional, sus sueños y todo aquello que moldeó su personalidad, enmarcada en una descripción de lo que él, en alguno de sus capítulos denominó “el México de mis Recuerdos”. Entorno familiar y cultural que le prodigó una cultura general y jurídica avasallante.
Personalidad en quien la justicia, la docencia, las letras, la oratoria y el servicio a las instituciones de su país constituyeron la esencia de su ser. Distinguido siempre por su honestidad, por la abundante información producto de su estudio incesante, y como dijo el poeta regiomontano, “el pulso fácil y seguro y aquel estilo sabroso del que siente, cuando se dispone a escribir, el deleite de empuñar la pluma”, nos permitieron disfrutar de su prolífica obra escrita, de su enseñanza amena y reflexiva.
Un ser humano con sentido sobrio de la vida, con gran sencillez de alma, sin pretensiones jactanciosas de ingenuidad, cordial, sin tolerancia con la vileza, valiente defensor de sus ideas y de las instituciones de nuestro país, conversador interesante, de grata compañía, plagado de conocimiento, de experiencias, maestro en todos los órdenes del saber. Ser humano excepcional que labró su existencia sin desaires ni arrogancias.
Leer sus libros siempre enriquece nuestro conocimiento. Un deleite leer sus artículos periodísticos plagados de información, vehemencia y fervor patrio. Brillante en la metáfora, agudo en la ironía, fino en el sarcasmo, reverente para el dolor histórico, sutil en la apreciación literaria; acudía para ilustrar sus ideas al pasaje histórico, a los clásicos o al último acontecimiento periodístico. Tenía la facilidad para ejemplificar un acontecimiento cotidiano y situarlo en sus repercusiones jurídicas, políticas o filosóficas.
La UNAM, institución que siempre apreció su valía reconoció sus méritos al elegirlo como integrante de la Junta de Gobierno, Maestro e Investigador Emérito. Su palabra oral y escrita permanecerá grabada en nuestras mentes y en las aulas de nuestra Universidad.
En el capítulo XLVI del libro citado, con gran amor se refirió a la compañera de su vida, nuestra dilecta Carmen Valles: “…no he querido -ni podría- concluir estas memorias sin colocar en ellas a Carmen-Yutzil, coautora de mi vida durante muchos años. El día en que nos conocimos, hallamos y amamos en la selva oscura, habíamos traspuesto la mitad del camino. Para mí, aquella dejó de ser oscura. Hoy seguimos de la mano, hacia el cercano final de nuestros días”.
Nuestro querido, respetado y admirado don Sergito ha cruzado el horizonte. En la sinfonía del tiempo su nota seguirá sonando en el eco de su grandeza.
Ministra en Retiro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
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