¿Por qué se festeja el día del abogado, ahora denominado día de la abogacía, con lenguaje incluyente?

A lo largo de nuestra historia, el gremio de la abogacía ha coadyuvado a hacer de México un país de leyes. El 12 de julio de 1960, el Presidente de la República Adolfo López Mateos instituyó “el día del abogado”. A partir de entonces se conmemora el inicio de la Cátedra de Leyes, que hace 471, años impartiera el jurisconsulto español, oriundo de Talavera de la Reina, Bartolomé de Frías y Albornoz, en la Real y Pontificia Universidad, establecida en la Nueva España, por órdenes del Rey Carlos I de España y V de Alemania. Celebración que pone de manifiesto la necesidad de que, hoy como entonces, se desarrolle en México la investigación jurídica, se mejore la enseñanza del derecho, se perfeccione la norma jurídica y se optimice el acceso a la justicia.

El vocablo castellano abogado deriva del latín advocatus, traducible como llamado, palabra que hacía referencia a la costumbre romana de llamar a los conocedores de la ley para apoyar, en la defensa de sus derechos, a sus patrocinados en asuntos controvertidos de difícil solución.

Las y los abogados hemos estado presentes de manera relevante en las diversas etapas de la evolución de nuestro país, pues el carácter multifacético de nuestra profesión nos permite incidir en diversos ámbitos sociales: el apostolado de la academia; la pasión por el foro; la disciplina en la investigación; el compromiso de vida en la impartición de justicia; la necesaria e incesante tarea legislativa, así como la vocación por el servicio.

Es fecha idónea para honrar a tantos hombres del Derecho, quienes con su particular cosmovisión diseñaron y aportaron su conocimiento para el desarrollo de nuestro país.

El camino del derecho para nosotras las mujeres, no ha sido fácil. En la Roma antigua pudieron desempeñarse como abogadas, hasta los tiempos de Cicerón, época en que se les prohibió, excepto para defenderse a sí mismas, pues los alegatos certeros y profundos de la abogada Caya Afrania provocaron la ira del pretor contra el que contendía en el foro; merced a lo cual, se prohibió a las mujeres ejercer la abogacía, por sus exposiciones irrespetuosas y temerarias.

En la tercera de las Siete Partidas de Alfonso el Sabio se prohibía a las mujeres el ejercicio de la abogacía “por no ser decoroso que tomen el oficio de varón”, así como porque “si pierden la vergüenza, es fuerte cosa de oírlas y de contender con ellas”.

Largo ha sido el proceso de aceptación de la mujer en las actividades jurídicas, antes encomendadas solamente a los varones.

Por eso es de justicia honrar también a aquellas mujeres que abrazaron nuestra profesión, que con enorme talento y determinación, demostraron su capacidad, entrega y profesionalismo, abriendo brecha para las que hoy seguimos sus pasos.

Recordamos a María Asunción Sandoval, la primera abogada mexicana que presentó su examen profesional en la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1898; a doña María Cristina Salmorán de Tamayo, primera mujer en ser designada ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1961. A la ministra Norma Piña Hernández, primera mujer en presidir el máximo tribunal del país y, a tantas más, que fueron pioneras en su quehacer.

Mi felicitación y reconocimiento a las y los abogados por la labor que cada uno desempeña, como destacados mexicanos que abrazan nuestra hermosa profesión, con responsabilidad, honestidad y convicción.

Ministra en retiro de la SCJN. @margaritablunar

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