Ninguna huelga de hambre puede sustituir un diálogo interno de una comunidad universitaria, pero acaso pueda propiciarlo. El eje de la huelga de hambre que ha iniciado el Doctor Edur Velasco Arregui en la Universidad Autónoma Metropolitana , un profesor muy destacado, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y con 40 años de servicio en la institución, es su reclamo frente a las desigualdades que imperan en el terreno laboral y las cargas de trabajo de la institución. La huelga inició el 5 de febrero anterior, lo que implica que a la hora de escribir estas líneas lleva más de un mes de ayuno. La rectoría de la UAM ha tenido un diálogo telefónico con el Doctor Velasco, en el que se abonó hacia un camino de salida al tema de los desequilibrios que enfrenta la institución. Se trataría de un Foro Metropolitano sobre la Docencia en la Universidad. El día 1 de marzo la Rectoría ha publicado un comunicado en que concede la pertinencia de un foro de esa naturaleza. Dialogar al interior de la comunidad es el principio clave.
La UAM nació como producto indirecto del Movimiento Estudiantil de 1968, en el año de 1976, es decir, se acerca al medio siglo de existencia. La UAM surgió bajo un esquema novedoso, que combinaba la doble vocación universitaria: la investigación y la docencia, para desarrollar dentro de Departamentos (no Facultades o Institutos), por disciplina. De ahí se desprende que su planta básica de profesores no sea solamente de docentes, sino de “profesores-investigadores”, como dice el nombramiento. De la actualización permanente de los profesores que investigan se desprende la posibilidad de una mejor docencia. Este principio, que dio un perfil particular a esta universidad (frente a la UNAM o el Politécnico) proviene de la práctica de las mejores universidades de los Estados Unidos y Europa. Ahora bien, al mismo tiempo que el sistema ha empezado a dar frutos (la UAM provee de una de las ofertas de posgrados más amplia del país, y genera proporcionalmente una cantidad importante de investigaciones de punta en áreas de ciencias y de humanidades), se ha convertido en el talón de Aquiles de la convivencia de la comunidad. ¿Por qué? Ello se debe a que, en lugar de un balance equitativo en las labores de docencia e investigación, se han polarizado ambas funciones a partir de incentivos orientados para ese fin. Se trata de los incentivos por rendimiento, rigurosamente contabilizados, que favorecen esencialmente a la investigación: en el argot de universidad, se llaman becas y estímulos (ByE), que a su vez se vinculan con los incentivos a esa función a nivel nacional, el estímulo progresivo para los 4 grados del SNI. La suma de ByE más SNI implica grosso modo, para los profesores que acceden a dichos estímulos, a más de la mitad de sus ingresos (a veces mucho más).
En la práctica, pues, se ha creado en la UAM una fracción de profesores de élite , que privilegia la investigación y elude en su mayor parte la docencia: El Almirantazgo . El Almirantazgo se concentra en una de las unidades da la UAM, que naturalmente realiza la menor docencia y tiende a su vez a controlar los órganos de dirección general. Le sigue una porción importante de profesores de ingresos inferiores, con menores productos de investigación y mayor docencia: la tropa ; y al final un tercer contingente de académicos, los temporales, una suerte de ejército industrial de reserva de la docencia , su tarea prácticamente exclusiva a cambio de salarios muy bajos. La polarización de ingresos y funciones es un hecho, y la brecha es un factor que abona a la ineficiencia, en particular en lo que respecta a la docencia, pues todos aspiran al Almirantazgo. El reto de la institución se encuentra en modificar el actual sistema de estímulos.
El profesor Luis Reygadas escribió hace justamente un año, en el contexto de la prolongada huelga de 93 días del 2019 (extensión que expresa en sí misma el malestar dentro de la institución) un breve documento con el título de “Un nuevo pacto para la UAM”. Este documento, de diagnóstico franco, proponía una posible salida a la reforma interna del sistema actual de estímulos. Reygadas sugería la fórmula de integrar al salario base un tercio de las ByE, dejar un segundo tercio, como máximo, para estímulos y reservar la última tercera parte para crear un fondo de jubilación suplementaria. Un reajuste bajo este espíritu permitiría recuperar el equilibrio del interés por la docencia, y elevar progresivamente la matrícula en la Universidad.
El segundo gran desequilibrio en la UAM se presenta en el abismo entre los ingresos del Almirantazgo (con sus viajes, autos, casas, gustos refinados, etcétera), con el grueso del personal administrativo, que constituye la mayor parte de la plantilla universitaria, y cuyos salarios se han mantenido bajos o muy bajos. Es verdad que, en compensación, los trabajadores manuales y administrativos disfrutan de seguridad en el empleo, prestaciones por encima de la ley a través de un Contrato Colectivo avanzado y una disciplina laboral laxa. Esto último ha servido como pretexto para abultar la contratación de personal de confianza por parte de las autoridades, lo que contribuye a crear presiones sobre el presupuesto y tensiones con el SITUAM. El reto es invertir la dinámica: mejorar tanto los salarios administrativos como la disciplina laboral. Ello permitiría elevar la productividad, y financiarse a partir de la reducción del personal de confianza en la institución así como de algún porcentaje derivado de la bolsa de las actuales ByE.
La inercia de la estructura institucional de la UAM impide hoy transitar a una discusión de estos temas, cuya importancia es obvia para todos y engarza con los motivos de la huelga del Doctor Velasco y su decisión extrema. Es hora de andar el camino del diálogo para una Universidad Autónoma fuerte, fiel a sus orígenes y tradiciones, y con representación de todos sus sectores: autoridades, profesores, estudiantes y trabajadores.