Escribo estas líneas en el transcurrir de una nueva normalidad. Estamos a casi tres años de que la pandemia por Covid-19 iniciara; a tres años de que un virus, un enemigo invisible, pusiera de cabeza al mundo y pusiera a prueba su sistema económico, político, educativo y de salud, así como a sus instituciones, y es aquí donde quiero iniciar mi intervención. Hace un par de meses, mi amigo Dionisio Meade me hizo una invitación para escribir unas líneas haciendo referencia a la UNAM, a su papel como la institución de mayor prestigio en México y el de Fundación UNAM. 

Por ello, este texto va dedicado a rendir un homenaje a aquellas instituciones transformadoras, aquellas que han sido determinantes en la historia de nuestro país. En este sentido, quiero destinar mi texto al análisis del papel que han tenido la UNAM y el IMSS como entes públicos, autónomos, que han sido agentes de cambio en el México moderno; bastiones en sus respectivos ámbitos de competencia y que, en ambos casos, estuvieron a la altura de enfrentar cambios inesperados y, sobre todo, retadores. Lo menciono porque en los últimos 100 años no se había presentado nada parecido y es posible que ninguno de los que están leyendo estas líneas hayan vivido algo similar. 

Es desafiante el sintetizar en unos cuantos caracteres el valor, la importancia y la trascendencia que ha tenido para la nación el contar con dos instituciones como son la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Mexicano del Seguro Social, las cuales son ejemplo de justicia social y emblema de lo que hemos logrado forjar como mexicanos. Hoy, desde mi lugar como secretario general del Instituto Mexicano del Seguro Social, vengo a relatar un poco de lo vivido en estos casi tres años de pandemia, donde el IMSS, bajo el liderazgo de Zoé Robledo, hizo frente al máximo reto de nuestra historia moderna: la pandemia de Covid-19. 

Pero el reto no sólo se quedó ahí, porque la salud del pueblo y el bienestar de los mexicanos es nuestra encomienda y labor diaria. Una vez que se implementaron las medidas que lograron contener esta terrible pandemia, era necesario continuar hacia una nueva normalidad, en cuyo tránsito habría que retomar todo lo aprendido y hacer los ajustes necesarios para que lo vivido no se volviera a presentar. 

Me gustaría compartir con ustedes algunos datos que considero de gran relevancia, sólo para poner en contexto lo que vivió el IMSS y el esfuerzo mayúsculo que tuvo que hacer su personal médico, administrativo y directivo para poder estar a la altura de la demanda que exigió dicho escenario. El Instituto otorgó 4.6 millones de incapacidades por Covid-19, lo que representó 6 400 millones de pesos. Por ello, se implementaron acciones en tiempo récord con el objeto de cuidar a los derechohabientes y, sobre todo, mantenerlos informados. Al respecto, se puso en marcha la plataforma Nueva Normalidad, donde se interactuó con más de 156 mil empresas; a una velocidad increíble se capacitaron 469 mil monitores Covid-19 en las empresas; se impartieron 19.5 millones de cursos que beneficiaron a más de 10 millones de personas. Ante este escenario es vital preservar los aprendizajes que nos dejó el pasado reciente y forjar una fábrica social más unida para impulsar una recuperación incluyente sostenible y resiliente que nos permita atender los retos de salud y seguridad social. 

La pandemia ha revelado fallas y la nueva normalidad debe también dar atención a eso. Por poner en contexto, el 50% de nuestra fuerza trabajadora sufre de alguna enfermedad crónica, lo que recalca la urgente necesidad de reforzar acciones preventivas y de promoción de la salud para los y las trabajadoras. 

En este panorama es que el IMSS ha diseñado, desarrollado e implementado el programa 

ELSSA (Entornos Laborables Seguros y Saludables), el cual, de manera integral, busca proteger la salud de las personas trabajadoras y la productividad de las empresas, siempre bajo un esquema de participación y responsabilidad tripartita. Esta última implica un compromiso de cooperación entre gobierno, organizaciones de empleadores y trabajadores, a fin de prevenir lesiones y enfermedades entre el personal. 

Por su lado, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Máxima Casa de Estudios del país, que atiende a una población de 350 mil estudiantes, bajo la máxima “La UNAM no se detiene”, sumó todo su conocimiento, talento y capacidades en el diseño e implementación de diversas estrategias para abrir sus puertas durante la contingencia y ofreció orientación de diversa índole para cuidar la salud y para superar el estrés ocasionado por la situación de confinamiento y la alteración de la vida cotidiana. 

Con relación al compromiso de atender a la población durante la pandemia, la UNAM impulsó el uso de las tecnologías de la información para continuar con sus actividades académicas y administrativas. De la misma forma puso en marcha el Campus Virtual, donde se presentaron herramientas tecnológicas que han servido a toda la comunidad universitaria (docentes, alumnos y administrativos). 

La aportación del IMSS y la UNAM ha resultado fundamental en materia de prevención y atención a la salud, en investigación, en el diseño de equipos y dispositivos médicos, y en el modelaje de la dinámica de la pandemia en México, pues ambas ofrecieron orientación de forma veraz y oportuna a la sociedad sobre distintos aspectos de la pandemia. 

Estas dos grandes instituciones y pilares del desarrollo de nuestro país, en el marco de la pandemia, diseñaron mecanismos para seguir brindando seguridad en temas de salud y educación a los mexicanos, cada uno en los ámbitos de su competencia. 

Asimismo, no podemos dejar de mencionar el trabajo tan notable que ha realizado Dionisio Meade, quien encabeza Fundación UNAM, la cual desde su creación en 1993 ha sido ejemplo y punta de lanza en los apoyos que los egresados de la Universidad aportan para impulsar las iniciativas que realiza la UNAM y el propio país. La Fundación constituye una pieza primordial que hace posible la instrumentación de esquemas innovadores que requerimos para que miles de estudiantes terminen sus estudios con las herramientas necesarias que el país demanda. 

También apoya espacios de sustentabilidad de desarrollo para la promoción y el mejoramiento de la salud, crea sitios de reflexión sobre las tendencias cambiantes del mundo, promueve brigadas de salud en comunidades de escasos recursos del país, entre otras muchas acciones, tareas que, sin lugar a duda, benefician a la comunidad universitaria y al mismo tiempo causan impacto en la población en general. 

Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y secretario general del IMSS

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