El conflicto se ha convertido en una estrategia del presidente López Obrador a lo largo de su fallido sexenio, sin embargo se ha agudizado en este último tramo al pretender influir y enrarecer el resultado de la elección de junio próximo, que dista mucho de ser el día de campo que pregonaba.

La actividad política electorera en la mañanera que demás atropella a ese INE, tibio y timorato ante el desafío del Palacio, exhibe, por lo menos, una preocupación por los otros datos de algunos informes y encuestas que muestran un crecimiento sostenido de Xóchitl Gálvez y el techo al que ha llegado Claudia Sheinbaum.

Nada de qué sorprenderse después de más de dos años de estar en constante campaña. Lo interesante es el despliegue de prácticas y politiquería del pasado, neoliberal por supuesto, por parte del Ejecutivo para controlar a su candidata y la agenda electoral.

En el centro de la furia palaciega, el despliegue de la estrategia del hard power estadounidense al dar a conocer la investigación del Departamento de Justicia, a través de la DEA, sobre el presunto financiamiento del Cártel de Sinaloa a la campaña de López Obrador en 2006, tuvo el efecto esperado descuadrando el balance y el eje presidencial de la narrativa.

Los datos duros de la política pública de los abrazos y la permisividad para integrantes de la mencionada organización criminal no pueden ser refutados. Los ejemplos sobran y lo viven millones de mexicanos y lo sabe de pilón, la comunidad internacional que observa el caos y desorden de los que hace gala esta administración.

La acción de sacar a relucir la mencionada investigación ha tenido un dominó de implicaciones políticas y diplomáticas que no se atajan con simulaciones y una escueta declaración aquí de que el escandaloso capítulo está cerrado allá.

Hay varias intenciones detrás del golpe brutal a la línea de flotación del Palacio; poner sobre la mesa que seis años más de andar abrazando criminales, seis años más de ser omisos permitiendo actividades ilícitas financieras a través de las remesas y seis años más de cogobernar con el crimen organizado son riesgos y amenazas para la seguridad nacional y por ende para la futura relación entre ambos países.

El escenario geopolítico global presenta más amenazas creíbles de actores con intereses estratégicos en México y el timing de exhibir a la cuatroté como un altísimo riesgo de convertirse en un narcoestado no es fortuito. La violencia acapara los reflectores del estrepitoso fracaso en materia de seguridad. Zacatecas ha sido el último botón de esa sangrienta mercería transformadora.

El balance de poder regional ha experimentado cambios significativos y tanto Rusia como China han intensificado su agenda en términos comerciales, diplomáticos y de seguridad lo que ha alterado el equilibrio tradicional de poder en la región. Y en este escenario las organizaciones criminales juegan un papel fundamental y México ha logrado ser en estos casi seis años de Morena literalmente, un edén.

Uno de los capítulos estratégicos de esta nueva reconfiguración regional pasa por el resultado de los procesos electorales de junio y noviembre. Por ende, el sinuoso camino de las filtraciones —audio y video incluidos— apenas comienza.

Y esto de manera natural generará un nuevo dinamismo que difícilmente podrá ser opacado por la demencial estridencia de López Obrador para defender lo indefendible y proteger las corruptelas de los suyos enmarcado en su desgastado discurso de posverdad.

Aquí lo único cierto a menos de cuatro meses de la elección es que la violenta realidad, cada hora, le atesta un golpe artero al epicentro de sus mentiras.

¿Seis años más?

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS