Las instituciones de la democracia no deberían tomarse como un elemento garantizado; siempre es necesario robustecerlas y defenderlas. Esto exige aprehender su dinámica específica y reconocer la tensión que se deriva de los efectos de sus distintas lógicas. La tensión puede estabilizarse temporalmente mediante negociaciones pragmáticas entre fuerzas políticas y no con el agandalle tan común del manual de la democracia mexicana. En los últimos años el epicentro de la política ha estado en el palacio donde de manera vertical y unilateral salen órdenes e instrucciones. El statu quo queda naturalizado y transformado en el modo en que realmente “deben ser las cosas”. La capitulación ante la hegemonía presidencial cuyas relaciones de poder no se cuestionan y ante la cual se limitan a realizar pequeños ajustes, entra a una nueva fase.

El presidente ha movido sus fichas en el tablero enviando la señal con la llegada de Adán Augusto López a Gobernación de que en la ruta de la sucesión adelantada y con el epicentro político ahora en ambas Cámaras legislativas, cerrará filas con los que considera sus amigos —una práctica harto empleada por los innombrables neoliberales— e irá replanteando sus compromisos políticos.

Este escenario no es nuevo y sus resultados no son siempre los esperados.

La polarización, el escarnio mañanero y el maltrato del ala radical cuatroté al interior de Morena tendrá un impacto en los deseos y planes presidenciales. El episodio del fiasco legislativo de la revocación de mandato sólo aceleró los cambios vistos.

Es sabido que López Obrador en reunión reciente espetó bastante malhumorado — condición que parece ser recurrente— que de no salir ese asunto en los tiempos exigidos lo consideraría “un fracaso” y al buen entendedor pocas palabras. La secretaria Sánchez Cordero encargada de sacar adelante el segundo intento legislativo topóse con un muro opositor que estuvo cerca de ser derribado gracias a la genuflexión del gobernador Enrique Alfaro, urgido extrañamente del cariño presidencial.

La carambola tensó la cuerda política entre el mandatario estatal y Dante Delgado, quien ha venido sosteniendo una posición sólida frente a una inédita beligerancia presidencial entendible claro, por dos estrepitosos fracasos. Uno seguridad donde con tanto abrazo a los cárteles se construye una narrativa internacional de un narcogobierno moreno y otro con la indomable pandemia que sigue golpeando la línea de flotación económica, social y sanitaria.

No mucho para presumir este 1 de septiembre y el arranque formal del cuarto año tendrá irremediablemente un impacto en los ánimos; el dogma de la transformación, la sucesión adelantada y en la lógica del estás conmigo o en mi contra no habrá matices. Ese soñado “orden social” sucumbirá por suprimir la divergencia, por esa saña revanchista y la traición a lo prometido en campaña: gobernar para todos con tolerancia y respeto a pesar de las diferencias.

Hoy dentro de la burbuja cuatroté dominada por un grupúsculo enarbolando un marxismo vulgar empeñado en reducir una identidad política a una identidad de clase, se invita a pavimentar más caminos, otras rutas y provocando ruptura con predecibles consecuencias políticas.

POR LA MIRILLA

1. La Suprema Corte de los Estados Unidos ordenó a Joe Biden cumplir con el fallo de un juez con sede en Texas para reactivar la política migratoria de Trump conocida como “Remain in Mexico”, volviéndose otro nudo en la cuerda bilateral justo en la coyuntura del desastre de la evacuación estadunidense de Afganistán y con las alertas encendidas en la seguridad nacional y hemisférica.

2. El “corte de listón” del Gas Bienestar debió ser hoy según instrucciones del presidente, pero al parecer Rocío Nahle tenía otra agenda.

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