Morena
y sus sectores sociales han radicalizado sus posiciones en torno al consenso e implementación de los acuerdos alrededor de la renovación de su dirigencia. La problemática de la simulada representación democrática y las tácticas de combate para orientar la opinión pública colocan al partido en el poder en una ruta de implosión.
La centralidad de los ataques verbales mediatizados en las redes sociales, la estrechez de un esquema de victoria y la derrota de las discusiones públicas exhiben la polarización interna que ya permea a sus bases y podría impactar en el resultado de las alianzas internas rumbo a la elección intermedia. El momento coyuntural de las discordias políticas está manoseado por los intereses entre el grupo radical moreno y el ala moderada en la arena legislativa y el gobierno. La “sana distancia” simulada del presidente López Obrador del batidero de los golpes bajos y el desorden parece no alcanzar para atemperar las fuerzas políticas contrapuestas que luchan a favor y en contra de la implementación de un proceso sin sobresaltos. Ese reclamo de victoria no concedida arroja a la lucha a los contendientes en las arenas públicas.
Los escenarios del resultado final, cualquiera que éste sea, traen el denominador común del desgaste, la división y la imagen de un partido erosionado por la disputa interna sin un árbitro creíble que ponga orden en el desorden. El Ejecutivo ha dejado correr la riña pendenciera que revela los contrastes dentro de Morena donde los pleitos han sido los mismos en una izquierda que no entiende ni tiene prospectiva del momento coyuntural. Hoy la batalla es por las millonarias prerrogativas y las candidaturas que estarán en juego el próximo año, lo demás es lo de menos.
El cochinero involucró la participación de actores externos como el Tribunal Electoral federal y el INE , ambos con presiones de altos funcionarios para incidir en las reglas y los resultados. El método de la encuesta baila en una cuerda floja donde hace meses se mecen el disenso y el juego sucio. El sector radical moreno –cuyo epicentro se encuentra en la Ciudad de México– pretende tirar la misma y mantener a la actual dirigencia o respaldar el súbito entusiasmo de Porfirio Muñoz Ledo , quien se ha caracterizado por tener diferencias importantes con el presidente.
Asumir que se va a controlar la incontinencia verbal y el elástico protagonismo del polifacético legislador es pecar de ingenuidad. Permitir la llegada de Mario Delgado ha soltado a los demonios que han soterrado la viabilidad de un partido que se ufanaba de incluyente y democrático; es aceptar la derrota de la dupla Luján-Ramírez Cuéllar y Cía. , este último elegido como presidente provisional en un Congreso Nacional desaseado y polémico.
El pleito interno no es menor y más allá de quien resulte ganador la fractura es irreversible junto con la viabilidad de la desastrosa transformación.
Más allá de las expectativas surgidas, entre purezas o perversiones, el circo moreno presenta cuentas pendientes al electorado al tiempo que muestra el difícil arte de lidiar con la genética antropófaga y destructiva de liderazgos voraces y enanos.
POR LA MIRILLA
1.- El fallo de la SCJN alrededor de la consulta popular para enjuiciar a los ex presidentes sienta un precedente y exhibe un Poder Judicial a modo del presidente en turno. López Obrador y los magistrados que votaron el capricho presidencial deben tener cuidado con lo que desean porque se les puede cumplir…
@GomezZalce