“No hay funcionario en el mundo como López Gatell”, sentenciaba el presidente ante el escándalo de las fotografías que revelaban al responsable de la estrategia contra el Covid19 mostrándose sonriente, relajado, sin cubrebocas, sin sana distancia en la playa disfrutando de vacaciones en pleno pico de contagios y ante un cementerio de más de 130 mil muertos.
El funcionario que días antes había sido vacunado y vociferaba el “quédate en casa” enviaba la señal que millones de mexicanos entendieron como un acto de soberbia, nula empatía, agravio y desdén hacia una pandemia que gracias a la fallida estrategia de este gobierno se encuentra fuera de control hace más de 10 meses. México no ha salido de la primera ola de contagios. No se ha aplanado ninguna curva, el modelo Centinela y el semáforo con las tonalidades del capricho del funcionario “modelo” es un fracaso.
Toda la estrategia muestra en los trágicos hechos el resultado del manejo de la crisis sanitaria. No alcanza el deplorable sonsonete mañanero de “vamos bien” y “ya estamos saliendo de la crisis”. Eso es una mentira. El país está entrando a la fase más peligrosa de la pandemia y los decesos diarios están ahí para evidenciarle a López Obrador y su funcionario ejemplar el drama de millones de mexicanos.
México fue modelo de la prestigiada revista inglesa BMJ (antes British Medical Journal) como el país con la peor estrategia frente al Covid19. No sólo en fallecimientos de ciudadanos sino del personal de salud. La postura insolente del presidente respaldando la acción de su subsecretario obliga al análisis del dilema ético que (no) se presenta ante un conflicto moral, este último cacareado hasta el cansancio desde el micrófono propagandístico mañanero. El reconocimiento de los sentimientos y emociones contribuye a dar cuenta de la autenticidad del relato desplegado alrededor de esta pandemia. A explicar móviles moralmente vinculantes en la adopción de las responsabilidades que evade López Gatell al flotar y regodearse entre muertos y contagios.
Esa es la lectura de su “merecida vacación”.
El agravio de las palabras del Ejecutivo justificando lo injustificable parece no ser dimensionado. Sin embargo al interior del gabinete hay una profunda molestia de la inmoral, contradictoria y aberrante conducta del funcionario que ha insultado con su pésimo ejemplo al personal de salud en la peligrosa coyuntura.
La tristeza que acompaña a miles de familias está acompañada de un sentimiento de coraje e impotencia. Y esto hará catarsis en las urnas. Un gobierno cuya distribución de recursos ha sido escasa en el contexto de la emergencia, que minimizó las señales de alerta, jugó impunemente con una semaforización, politizó el uso del cubrebocas, que falló en todos sus pronósticos y reaccionó tarde, tendrá su cita con la historia.
México se encuentra en la peor fase de la pandemia y el presidente vuelve a arropar a López-Gatell quien está en Argentina “explorando” la experiencia de la vacuna rusa, Sputnik V. Justo en el momento en que se define la continuación del confinamiento. Ninguna narrativa ni señuelo posible alcanzará para distraer del horror. Y la pesadilla tendrá luces tenues en la lentitud de la vacunación. No cabe duda que López Obrador tiene razón al justificar que no hay nadie en el mundo como su subsecretario. Cierto.
Por ello debe renunciar.
POR LA MIRILLA
1. El insólito asalto al Capitolio por hordas de fanáticos seguidores de Trump es la clara demostración de las consecuencias de un permanente discurso de odio, polarización, simulaciones y mentiras desde el poder Ejecutivo. Los sistemáticos ataques a los medios, adversarios y enemigos políticos tuvieron eco en una base enloquecida que apostó por el caos para revertir el resultado electoral. El fracaso de las autoridades del orden para prevenir —lo que el mismo Trump venía instigando— y reaccionar previo al brote de violencia merece un análisis profundo del doble rasero en la protesta social estadunidense.