“Ya hemos visto en varias partes de México, hay hasta como gobierno paralelo de los narcos en ciertas partes de la República, donde parece todo va normal, verdad? La gente va a la escuela, al cine, pero no se meten con los narcos, ellos realmente tienen ese poder. Esto no puede ser. El territorio donde tienen ese poder continúa expandiéndose a través de la República. Es tan importante el futuro de México que, si no lo combatimos ahora, esto se va a volver mucho peor”, sentenciaba el entonces embajador de Estados Unidos Christopher Landau , en el Simposio organizado en el Tec de Monterrey en noviembre de 2019 pocas semanas después de la liberación del delincuente vástago del “Chapo” Guzmán por órdenes del presidente López Obrador en el fallido operativo en Sinaloa , el mentado culiacanazo y la humillación de nuestras fuerzas armadas.
La predicción del diplomático se ha venido cumpliendo en tiempo y forma desde el anuncio de los abrazos y la tolerancia cuatroté hacia todos los grupos delictivos . Al narcotráfico se atribuyen en diversas medidas y con grados variables de exactitud efectos de todo orden, pero López Obrador se niega a conceder que su estrategia ha empoderado a los cárteles, que su gobierno está rebasado y su política social de atacar de raíz el problema sencillamente es una estrepitosa derrota.
La violencia sigue escalando y Landau en abril pasado nuevamente expuso la pasividad de López Obrador que “deja hacer” a las organizaciones criminales para evitar distraer la prioridad en su agenda. Los resultados en materia de inseguridad están a la vista de todos, pero alarma que en días recientes las autoridades federales trasladaron al operador financiero Abigael González Valencia , alias “El Cuini”, del Penal del Altiplano al módulo Diamante de Santa Martha Acatitla en la Ciudad de México. El sujeto en cuestión litigó su traslado a un centro penitenciario que no fuera de alta seguridad, faltaba más. La medida tiene inquietos a varios integrantes del gabinete de seguridad que ven en esa acción una amenaza latente de un criminal de alto riesgo. La probabilidad de una fuga —antes de que pueda ser extraditado— y un brote de violencia por un reacomodo entre grupos delictivos en la Ciudad de México , no es un escenario lejano y ha comenzado la construcción de una narrativa en redes sociales. El asunto fue comentado en la reunión bilateral de ayer con representantes del presidente Joe Biden.
Y pese a que elementos de nuestras fuerzas armadas y funcionarios del CNI expresaron su rechazo ante la candidez de la Subsecretaría de Derechos Humanos, Población y Migración de donde salió la ocurrencia del quid pro quo con el cártel encabezado por el “Mencho” para aportar datos y esclarecer el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa , el presidente los ignoró y dio su aprobación.
El delincuente y el gobierno mexicano juntos cooperando para evitar su extradición con el espejismo de los 43 como ficha de cambio. La negociación con esta organización delictiva —calificada por autoridades estadounidenses como una amenaza a su seguridad nacional— ante la ineptitud e ineficacia de la FGR para encontrar la verdad en los mercados de verdades. La inteligencia como capacidad de efectuar el análisis lógico y racional de cualquier información, de comparar con conocimientos científicos lo apreciado, de concebir ideas y de definir escenarios para la toma de decisiones no es un requisito indispensable en este gobierno.
Aquí la única y última palabra se lanza desde la mañanera. La jerarquía informativa regida por el automatismo del microtargeting sustantivamente funcional a su propaganda. La que selecciona, censura y manipula hechos. Sin matices el pleito escala, el presidente arremete contra todos y todo en plena coyuntura electoral. Bromea peligrosamente con su reelección, utiliza a la FGR para descarrilar el proceso electoral ante la caída libre de Morena en Nuevo León, la justicia con gracia para los suyos y la justicia a secas para los enemigos e intenta desplegar distractores ante la tragedia de los muertos del colapso de la Línea 12, responsabilidad —que no culpabilidad— del gobierno de Claudia Sheinbaum .
Son tiempos presidenciales para meter mano en procesos electorales, para promover el descrédito de los grupos económicos, políticos, empresariales e intelectuales para estimular resentimientos, odio y polarización. Generando lógicas amigo-enemigo y tildando de conspiradores a quienes no comparten el ideario supremo se está llevando a la República y al Estado democrático directo al cadalso.