La relación entre la UNAM y la política se ha debatido desde hace décadas, la universidad ha sido y es un espacio político de la sociedad, un mosaico diverso de pluralidad de ideas, pensamiento y un dominio diferente a otros ámbitos políticos por la especificidad del trabajo universitario; es un ámbito que, además, ha sido testigo y pilar de grandes movimientos que cimbraron a esa institución y al país.

La historia de la educación superior en México muestra que las universidades son algunas de las instituciones más politizadas de la sociedad y que han sido epicentros de conflictos, disputas y tensiones al interior de las mismas y al exterior con actores de relevancia.

Los vínculos entre la UNAM y López Obrador han estado en una esfera de tensión patente y latente funcionando como una especie de contrapeso para los actores políticos con más poder dentro de la universidad, así como para los que mueven algunos hilos dentro de la desordenada burbuja presidencial .

Sin embargo, desde el año pasado es constante la belicosidad al afirmar que la institución se sometió al neoliberalismo, se “derechizó” y que “necesitaba una sacudida” ya que “había perdido su esencia dejando de formar cuadros de profesionales para servir al pueblo”.

En ese infinito rencor el presidente ajustaba cuentas con aquellos actores del periodo neoliberal atropellando en su ruta a un enjambre plural de personajes del ámbito universitario, su alumnado y cuerpo docente.

Innegable es su obstinación y talento para encontrar puntos de desencuentro y seguir desplegando la pirotecnia distractora ante la complejidad de la coyuntura en el país que se bate y debate en un charco de sangre, impunidad y nulo Estado de derecho.

El presidente que presume proteger la vida de delincuentes y organizaciones criminales que, además, no se olvide, atentaron contra la vida del secretario de Seguridad Ciudadana en la capital y han humillado a nuestras fuerzas armadas.

Lo urgente en el palacio es seguir desviando la atención para sumir la cabeza por el fuego amigo desatado a raíz de la disputa sucesoria por el poder y el fracaso integral de emblemáticas políticas públicas; el tiempo se agota y el volátil entorno externo, del doméstico ni hablar, no favorece a un buen cierre de la cuatroté.

Y volver a embestir a la UNAM en uno de los temas más sensibles para millones de mexicanos como es la pandemia del SARS-CoV-2 —minimizada, subestimada, con un pésimo manejo y utilizada electoralmente— fue cruzar una línea que agravia a médicos, docentes, estudiantes de medicina y a un amplio sector de la población. Cuestionar la labor del alumnado durante la crisis sanitaria sugiriendo que la institución fue obstáculo para que participaran con autoridades locales y federales en esta batalla —que está lejos de finalizar— contra el virus, es mezquino y ruin. El comunicado de la máxima casa de estudios fue conciso y brutal.

¿Qué orilla al presidente a batear irresponsablemente el avispero universitario y la esfera de nuestros héroes de la salud a quienes no debe olvidarse se les negaron las vacunas por inocular a sus siervos electorales? ¿Es acaso el principio del relato para desacreditar a la UNAM y sembrar lo que supone puede cosechar a finales del 2023?

Alguien debe susurrarle un resumen (rápido de preferencia) del análisis integral de riesgo —contextualizado en la esfera social, política, bilateral, sanitaria y económica— y las consecuencias de la terquedad en querer despertar a ese puma.

@GomezZalce
 

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