En la actualidad el narcotráfico no sólo es un problema de seguridad bilateral sino es ya un problema político-social que pone la soberanía en juego, esa misma que tanto se pregona defender y coloca al gobierno mexicano en una posición donde los cuestionamientos sobre la ola de abrazos comprometen la estabilidad de la región.

Las diferencias de forma y fondo crecen con el paso de los meses con la administración de Joe Biden en los rubros estratégicos.

La reciente visita de trabajo del Ejecutivo a Washington más allá de formalismos necesarios arrojó en tiempo y forma la detención del delincuente Caro Quintero. Las coincidencias no existen y es poco probable que haya sido resultado de un quid pro quo, el gobierno de López Obrador empieza a sentir la presión en las áreas donde ha fracasado de manera estrepitosa. Y el quinto año está por comenzar y no se ve golpe de timón alguno.

El hecho trascendental de la captura del buscado criminal en el volátil estanque de las señales bilaterales fue opacado por el imperdonable accidente donde 14 marinos que participaron en la importante detención, perdieran la vida al desplomarse el helicóptero en el que viajaban; las versiones, para no variar en el desorden, se dejaron correr y los pésames tardaron en llegar. La contradicción sobre la participación de la DEA en la planeación deja mal parado al gobierno cuatroté. Primero porque hace meses se llevó a cabo una operación donde participaron varias áreas de seguridad del gobierno y al llegar al punto donde se tenía la información precisa que estaba el delincuente, sencillamente se les “escapó”.

Fue evidente la fuga de información que en altas esferas de los Estados Unidos se le atribuyó a la Sedena, hoy más concentrada en los negocios, la política y las construcciones que en la seguridad nacional.

Ante el fracaso de involucrar a demasiados actores en la información de inteligencia se volvió a planear el operativo que resultó en la exitosa detención. Las maromas presidenciales y la diplomacia estadunidense para sacar del escenario a la DEA exhibieron que en forma y fondo la cuatroté es vista situada cerca de su tramo final, como caótica y peligrosa.

Las tensiones no han desaparecido y las coincidencias, tampoco. El asunto sobre las preocupaciones de los cambios en la política energética en el marco del T-MEC abre nuevamente el conflicto latente donde se ha sumado Canadá y no parece dimensionar el riesgo el gobierno mexicano.

Las consecuencias de no atajar las diferencias en el grupo de consultas y en su caso Estados Unidos y Canadá soliciten establecer un panel para dirimir las controversias, es de alto riesgo. Si bien López Obrador ha señalado que respetará el marco legal vigente de la reforma energética, se promulgaron una serie de cambios regulatorios que han encendido una pradera muy seca en la relación trilateral.

El resultado está a la vista. Las preocupaciones y señalamientos se acumulan y la escalada de malestar avanza, mientras el Ejecutivo en su mañanera se mofa.

Pese a que es un asunto que llevará meses, las consecuencias de que México no salga airoso no las pagará el gobierno sino los exportadores.

El escenario de la implementación de sanciones/aranceles a la manufactura mexicana o a las exportaciones agrícolas tendrán un impacto en la línea de flotación del empleo justo cuando pegará la crisis económica que López Obrador ha estado administrando, entre otras medidas, con el subsidio a la gasolina.

Entrar al quinto año de gobierno a navajazo limpio en la arena electoral , con un caos en materia de seguridad, un país polarizado, una ola inflacionaria global y el escenario latente de la implosión en Morena está muy lejos de ser un buen escenario para empezar a cerrar un sexenio.

Y en los pasillos del Palacio deberán anotar que a cada acción habrá una reacción.

@GomezZalce 

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